«Hablando por Internet, me pareció que él tenía una fiesta en casa. Me pareció simpático y decidí ir. Nos vimos por web cam. Vi que tenía interés por mí, por conocernos y tal. Fui en mi coche, quedamos en un bar de la entrada de Molina». Así comenzaba este miércoles su relato ante el juez Miguel G. N., el hombre que fue apuñalado por otro mientras recibía un masaje.

Miguel comparecía en calidad de testigo. Al comenzar la vista, en la Audiencia Provincial, su abogado anunciaba que retiraba la acusación particular contra Mario M. V., el procesado.

«Yo llevo años de agotamiento psicológico por todo esto», alegaba luego Miguel. Además, el acusado le ha pagado ya una indemnización. Quiere pasar página, «siempre que no lo vea». Sólo pide al juez un alejamiento, para «que no pueda comunicarse conmigo o que no se vaya a vivir a la casa de al lado», dijo al tribunal.

Miguel G. N. admitió que conoció a su presunto atacante en un chat gay. De ahí se dieron el Messenger y comenzaron a hablar. Quedaron para verse en persona, fueron a la casa de los padres de Mario, en Molina de Segura, y surgió la idea del masaje.

«Entró con una cuerda. Intentó amarrarme jugando, pero era una cuerda demasiado reseca. Me dijo ‘échate de espaldas’. Se sentó a horcajadas sobre mí y empezó a masajearme. Yo estaba bocabajo encima del colchón. Me relajé bastante. Noté un pinchazo, pero como si me hubiesen clavado la uña. Y luego algo caliente. Sangre», relató Miguel.

Recuerda que logró huir, que Mario le persiguió y luego le golpeó con un martillo. Que salió a la calle «medio aturdido, medio mareado» y desnudo. Rescató sólo su jersey. Las llaves de su coche estaban en el pantalón que se había quedado en casa de Mario, quien «estaba enloquecido, ya no era la persona con la que había estado yo hablando», indicó la víctima. Unos vecinos que oyeron sus gritos llamaron a la Policía.

«Yo recuerdo como flashes», contaba al fiscal Mario M. V., que se enfrenta a nueve años de cárcel. Sí recuerda, apuntó, que su víctima estaba en su casa porque «quería hacer cosas suyas, sexo, y yo le dije que no». El acusado, un hombre que sufre esquizofrenia y que, según afirma, lleva un año sin drogarse, alegó que tenía en su vivienda un cuchillo «para cortar y separar la cocaína».

«Él me pagó. Yo no quería nada. Él dijo ‘ahora te toca pagarme tú a mí’. Me estaba pidiendo algo a cambio», fue esbozando el procesado. «Creo que íbamos desnudos, sí. Digo yo, pa estar más a gusto», añadió. Preguntado por si tenía un martillo en su casa, dijo que sí porque él es «artista». «Necesito ciertos materiales para elaborar lo que quiero sacar», afirmó.

«Hace un año me dijeron que me dieron una paliza entre dos o tres personas, me quedé en coma y al quinto día me desperté en el hospital», contó al juez.