Iban 55 vecinos en el autobús, y 14 de ellos han fallecido. ­«El pueblo está totalmente conmocionado. Todos conocemos a alguno de los muertos o heridos en el accidente». Así de rotundo se mostraba Joaquín Gómez, un vecino de Bullas cuyo primo viajaba en el autobus siniestrado al caer por un terraplén en CiezaCieza.

Era uno más del centenar de personas que, al mediodía de este domingo, transitaban con la mente en blanco por el pabellón municipal de deportes Juan Valera de la localidad, lugar que cambió sus habituales gritos de niños y mayores practicando deporte por llantos sostenidos para convertirse en el epicentro del dolor de una localidad de 12.000 habitantes que vive «los peores momentos que recuerdo y uno de los momentos más duros de nuestra historia», como añadía Gómez con lágrimas en los ojos.

Las coquetas instalaciones deportivas se quedaron pequeñas para acoger las muestras de dolor y sentimientos rotos de familiares y amigos de las catorce víctimas mortales en el accidente de autobús que cambiará la historia de un pueblo tranquilo y en el que «tardaremos mucho tiempo en olvidar lo que ha pasado. Era gente que venía de pasar un buen día en Madrid y se encontró con el infierno», lamentaba Antonio Ortiz, otro vecino.

Entre los fallecidos se encontraban compañeros de trabajo, familiares o simplemente conocidos, que han hecho que Bullas esté más unida que nunca. Tras la incertidumbre que arrastraron los familiares durante la larga noche del pasado sábado, la duda se iba disipando conforme iba avanzando el día y se identificaba a los fallecidos.

Cuando los miembros de Cruz Roja colocaron la lista de heridos en la cristalera de la recepción del pabellón, algunos de los allí presentes estallaron de dolor al leer los nombres de sus familiares, otros suspiraron y se calmaron comprobando que aún estaban vivos.

Pero todo cambió cuando se supo que, poco después de las doce de la mañana, el proceso de identificación de los catorce cadáveres terminaba, concluyendo las autopsias cuatro horas después.

Los familiares, siempre asistidos por un grupo de psicólogos de Cruz Roja, terminaban con la incertidumbre al conocerse los nombres de los que habían perdido la vida y empezaban el tramo más duro, el del dueloduelo.

Después del trabajo de los profesionales del Instituto Anatómico Forense de Murcia empezó un traslado en una procesión lúgubre desde la capital, y la mayoría de los cadáveres llegaron sobre las cuatro y media de la tarde al tanatorio de Bullas, donde permanecieron antes de ser trasladados al velatorio en el pabellón municipal, donde las escenas de dolor de los familiares se incrementaron.

Se produjeron desmayos y hubo gritos de dolor, pero todo el mundo se apoyaba y los abrazos que se dieron los allí reunidos encogieron los corazones de todo el mundo.

Conforme pasaban las horas era incesante el número de personas que se desplazaban hasta la improvisada capilla ardiente a la espera de la llegada de los féretros.

El primero de ellos llegaba 13 minutos después de las seis de la tarde. Ocho de los fallecidos fueron velados en el pabellón, pues cinco de ellos se quedaban finalmente en el tanatorio de Bullas para ser despedidos en la intimidad por expreso deseo de la familia y el cuerpo del sacerdote Miguel Conesa fue velado en Espinardo, su pueblo natal.

Fueron muchas las personas que, con caras de dolor y llanto y conforme avanzaba la tarde, seguían acercándose al pabellón y mostrando la cercanía con los fallecidos y sus familias mientras iban llegando pausadamente los féretros. Una de ellas fue el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, quien se acercó hasta Bullas para expresar sus condolencias a las familias de las víctimas.

Sánchez, que estuvo acompañado por el secretario regional del partido, Rafael González Tovar, y por la diputada autonómica Begoña García Retegui, saludó al alcalde de la localidad, Pedro Chico, y a los familiares de los fallecidos, aunque no quiso hacer ningún tipo de declaraciones a los medios de comunicación.

La parte derecha del pabellón Juan Valera, engalanada con las enseñas de todas las cofradías de la Semana Santa bullera, así como con numerosas coronas y ramos de flores, se convertía en el lugar de reunión de los fallecidos, que serán despedidos en un funeral que se celebrará a las once de la mañana y que estará presidido por los Reyes de España.

El conductor, ante el juez

El conductor del autobús siniestrado en Cieza, cuya identidad no ha sido facilitada, ha sido detenido y está previsto que preste declaración este lunes ante la juez del tribunal de primera instancia número 4 de Cieza, informa el Tribunal Superior de Justicia de Murcia.

El hombre, que fue ingresado en un hospital de Caravaca de la Cruz aquejado de arritmias, fue dado de alta y acto seguido fue arrestado para que preste declaración policial.

En el atestado van los croquis del terreno y fotografías obtenidas en el lugar del accidente, entre otras pruebas cruciales, entre las que destacan las huellas de frenado, la localización de los desperfectos del autobús y el estado de los frenos, según dijo el conductor a los agentes en primera instancia, causantes de lo ocurrido.

En la detención se informó al conductor de los hechos que se le imputan y de los derechos que le asisten.

El conductor ha pasado esta mañana a disposición judicial en el tribunal de Primera Instancia número 4 de Cieza para prestar declaración ante su titular.

El exceso de velocidad ha sido la causa más probable de este accidente, según ha confirmado a los periodistas el delegado del Gobierno en Murcia, por lo que el conductor será imputado de los delitos de homicidio, imprudencia y lesiones.

Un cambio de plaza de última hora entre los viajeros de los dos autobuses que emprendieron la excursión a Madrid desde Bullas cuando ya estaban de vuelta y tras cenar en la localidad manchega de La Roda fue una cruel elección para algunas personas, mientras que a otras pudo salvarles la vida ´in extremis´.

Y es que, según pudo saber esta redacción de voz de los propios viajeros del primer autocar, el que iba delante y que llegó sin problemas al destino, «algunas personas cambiaron de autobús a partir de La Roda para hacer los últimos kilómetros junto a sus familiares o amigos», en lo que fue un cruel giro del destino para muchos y una suerte para otros.

Nada hacía presagiar en la última parada antes de llegar a Bullas y cuando quedaban menos de cien kilómetros para terminar una excursión que cada año lleva a Madrid a los fieles de la parroquia Virgen del Rosario a su cita con la santa local, madre Maravillas, que el viaje iba a terminar en tragedia.

Los testimonios de los viajeros de los autobuses no dejan lugar a duda de que la afectividad entre ellos era total. Así, algunos de los que viajaban en el primer autocar y que se extrañaron de ver que el segundo coche no llegaba estaban destrozados. «No me puedo quitar a Charo de la cabeza cuando cenábamos en La Roda. Antes de regresar al autobús estaba gastando sus bromas e incluso compró 'miguelitos' para sus hijos diciendo lo contentos que se iban a poner», explicaba una de las pasajeras del primer vehículo.