El urbanismo, la actividad náutica y pesquera y la acción humana en general han provocado diversos cambios en el ecosistema del Mar Menor que han puesto en peligro ciertas especies y han impulsado la proliferación de otras, como las medusas, cuyo control supone cada año un importante gasto para las arcas públicas. Las organizaciones ecologistas WWF y ANSE navegan estos días por esa laguna litoral, la más grande de España, para concienciar sobre esa realidad y tratar de aportar soluciones para recuperar en la medida de lo posible el estado en el que el Mar Menor se encontraba hace apenas un siglo.

El fotógrafo cartagenero Javier Murcia ha estudiado cerca de un centenar de especies submarinas que pueblan actualmente sus fondos en su recién publicada Guía de la flora y fauna marinas del Mar Menor, en la que destaca una decena de especies amenazadas, vulnerables o en peligro de extinción. Algunas, como el caballito de mar de hocico largo, han experimentado una ligera recuperación en los últimos años, gracias en parte a un mayor control de la pesca, explica el presidente de la Asociación de Naturalistas del Sureste, Pedro García. Otras, como la nacra (pinna nobilis), el fartet o la anguila, lo tienen cada vez más difícil para sobrevivir a la navegación a motor, los dragados o la contaminación que pesan sobre esas aguas.

Pero esos factores han provocado también el fenómeno contrario: la proliferación de especies antes ausentes en la zona, como las medusas conocidas como acalefo azul y las denominadas popularmente 'huevo frito', muy abundantes en los últimos años en la laguna entre los inicios del verano y el mes de noviembre. El control de esos celentéreos mediante redes y jornadas de pesca para evitar que lleguen a las zonas de baño y perjudiquen al sector turístico costará este verano a la Región de Murcia unos 600.000 euros, según los datos adelantados por el consejero de Agricultura y Agua, Antonio Cerdá.

Para José Luis García Varas, responsable de medio marino en España del Fondo Mundial para la Vida Salvaje y la Naturaleza (World Wildlife Fund, en inglés), aunque los biólogos no han determinado una causa única para la aparición de las medusas, hay factores que han tenido una influencia clara en su abundancia, como los dragados para permitir la navegación, que han provocado una mayor entrada de agua del Mediterráneo en el Mar Menor, y con ella, un cambio en sus condiciones de salinidad. Otra de las causas es la menor afluencia de caudales de los ríos a este mar, pues las corrientes que esos caudales provocaban impedían la llegada de los celentéreos, que se mueven impulsados por ellas, una barrera natural con la que ahora no se encuentran. También la pesca masiva en el Mediterráneo de grandes depredadores que tenían a las medusas como parte de su dieta ha hecho que aumenten las poblaciones de estas últimas especies.

Por ello, para ANSE y WWF hay que mejorar la gestión pesquera y restringir, que no prohibir, ciertas prácticas en las zonas de mayor vulnerabilidad.

El Mediterráneo es más ácido y está más contaminado

Un equipo de investigadores del proyecto europeo MedSeA, en el que participan científicos de la Universidad Autónoma de Barcelona, han alertado de la acidificación del Mar Mediterráneo debido al impacto de las emisiones de dióxido de carbono. Así, según los expertos, la disminución del Ph del agua pone en riesgo la vida de algunas especies, especialmente las que tienen concha. Aunque la acidificación es un fenómeno global, en el mar Mediterráneo se acentúa por otros problemas como la sobrepesca, el aumento de la temperatura del agua, la presencia de especies invasoras y la contaminación. Asimismo, en el estudio se han detectado grandes concentraciones de medusas en alta mar, donde también están presentes pequeños residuos plásticos de forma generalizada, incluso en zonas muy alejadas de la costa. Sin embargo, la presencia de medusas en alta mar no implica que vayan a desplazarse hacia la costa, ya que depende de factores como el viento y las corrientes marinas.