La Virgen de la Consolación acompañará al padre Ángel en un día muy especial en su vida: su primera misa solemne; todo un privilegio, porque la patrona de Molina de Segura solo es trasladada en romería a la parroquia de la Asunción en las fiestas de la localidad. Toda su vida la ha dedicado a predicar el Evangelio entre los más necesitados de Uruguay, pero hoy, a las 20.30 horas, será el guía espiritual de los vecinos, familiares y amigos que lo acompañen en esta travesía, la que inicia como sacerdote a los 66 años.

Vuelve a la parroquia donde recibió sus primeros sacramentos, pero no como diácono, sino como sacerdote recién ordenado. Nunca es tarde…

Efectivamente. Llegué en 1978 a Uruguay, en plena dictadura militar, como hermano cooperador de la orden de los dominicos. Uno de los compañeros me instó a estudiar y me animé. Siete años después, el arzobispo me nombraba diácono permanente, el paso previo al sacerdocio, pero en mi caso yo tenía decidido que no iba a dar ese paso. Y fíjese, han tenido que pasar 27 años para que haya cambiado de opinión.

¿Por qué ha esperado tantos años para dar este paso?

Le pedí tres veces a la orden que me dejara dar este paso, pero me dijeron que no, que tenía que estudiar más. Sin embargo, una amiga le comentó al arzobispo las ganas que tenía de ser sacerdote. Un día me llamó a su despacho y me dijo que él estaba dispuesto a ordenarme, sin pedirme nada a cambio. Yo ya tenía grandes nociones de las Escrituras y podía oficiar misas sin consagración, casar, preparar a los niños para la Primera Comunión…

¿Se quedará por fin en Molina o vuelve a Uruguay?

No, estaré aquí unos días, pero después volveré a Uruguay. Me necesitan en la parroquia de Camino Maldonado.

Ustedes viven en condiciones similares a la gente de los suburbios más pobres, que no tienen apenas para comer. ¿Cómo se adapta alguien a eso?

Es una vida muy, muy dura. Al principio, los hermanos dominicos que estábamos allí no teníamos ni mantas, nos las tuvimos que hacer con sacos de azúcar. Recuerdo que mi familia fue a verme y me llevaron platos, vasos y cubiertos porque nuestra situación era muy precaria. La orden tiene muy pocos ingresos, y es que la gente es tan pobre que no tiene ni para coger el autobús. Eso sí, aunque parezca increíble, siempre destinan una parte de sus ahorros a la Iglesia.

En Uruguay, la Iglesia nunca ha sido bien vista. Para ustedes los dominicos, estar allí será un trabajo arriesgado…

Allí, el que es católico lo es con todas sus consecuencias. Ahora la religión está más tolerada, pero en plena dictadura militar había que hacerlo todo de forma clandestina. Las parroquias se convertían en lugares de reunión, tanto para lo religioso como para lo político, porque eran un lugar de refugio donde se respiraba libertad. En Uruguay, el Gobierno respeta a la Iglesia, pero no la ayuda para nada, algo en cierto modo comprensible teniendo en cuenta que todos los presidentes han sido ateos o masones.

Entonces, ¿nota muchas diferencias entre los católicos de allí y los de aquí? ¿Se vive de forma tan diferente la fe?

Bueno, es que en Uruguay los católicos arriesgan incluso su propia vida por acudir a la iglesia. La misa es una fiesta y los más necesitados tienen hambre de Dios. En España, o en el primer mundo si lo prefiere, estamos saciados. Dice Jesús en el Evangelio que no se puede servir a Dios y al dinero, y ahí está la cuestión: allá la gente no tiene dinero y se agarra a Dios como a un clavo ardiendo.