TOMÁS DEL CERRO. Incluso antes de pisar el municipio, las chimeneas de Alcantarilla alertan al visitante de su próxima entrada en la Villa. Testigos inmóviles del siglo que se fue, llevan incrustado el pasado de la Alcantarilla industrial en la cal y el mortero.

Cada chimenea representaba una fábrica conservera o maderera. De aquellas industrias que convirtieron a Alcantarilla en la capital nacional de la conserva, hoy sólo quedan sus exponentes más altos, esos rascacielos que configuran el particular 'skyline' de la ciudad. Una ley regional protege este tipo de construcciones, pero no todas sobreviven. Las más ilustres fueron las de Galindo, Furfural o Cobarro, incluso la fábrica de Hero contaba con una. La última en ser derribada, hace sólo unos meses, se ubicaba en la fábrica de Caride, en pleno centro de la localidad.

Se une así a la lista de las históricas chimeneas cuyas gigantes siluetas han dado paso a las de bloques de edificios. Otras han resistido mejor el transcurso del tiempo, pero los años no pasan en balde y hasta a ellas les afecta la vejez; incluso las mejor conservadas van dando muestras de sus achaques con una progresiva inclinación.

Los vientos del norte erosionan su base de barro y ladrillo provocándoles llagas que facilitan esta inclinación. Las chimeneas industriales de toda la región de Murcia se construyeron con ladrillo junteado por mortero de cal proveniente de las más variadas canteras. Esta diversidad en la procedencia del material hace que unas se hayan erosionado más que otras.

Pero el verdadero enemigo de las chimeneas es su falta de conservación. Algunas han sido víctimas del vandalismo o han sufrido un derribo parcial. Lejos de restaurarlas o acondicionarlas como construcciones dignas de conservación, las diferentes administraciones han aprovechado su deterioro para dar luz verde a su derribo.

Maestros constructores

En su libro 'Chimeneas Industriales de Alcantarilla', editado por el ex alcalde Francisco Zapata, Pedro L. Cascales López relata cómo a principios del siglo XX se vivió otro boom del ladrillo, pero en este caso destinado a la construcción de chimeneas.

Varios miembros de la familia Pacheco irrumpieron como maestros constructores en un momento de auge en la demanda de chimeneas para las nuevas fábricas que se creaban: serrerías, conserveras, molinos, jabonerías, refinerías... Eran otros tiempos y se vivía el gran esplendor industrial de la localidad.

Una de las chimeneas más espectaculares de la localidad es la de la antigua fábrica de Jabones de Eduardo Pagán.

Es una torre de casi veintidós metros de altura que conserva prácticamente toda su estructura y que se corresponde con los primeros modelos de chimeneas industriales llevados a cabo en la Región de Murcia. Esta chimenea es de sección octogonal, con pedestal y zona para horno de sección cuadrada. Una de las características más destacables es la utilización de ladrillos de canto rodado en la zona de la cúspide y en el pedestal.

Hasta los años setenta del pasado siglo la chimenea conservó el pararrayos que solía coronar todas estas construcciones, que, a modo de veleta, tenía en forja las iniciales E.P., referidas al dueño de la industria. La técnica constructiva y las trazas de la chimenea, así como la fecha de fábrica indican que muy probablemente fue un equipo de obreros franceses y catalanes el que se encargó de la realización de esta estructura.

El empresario murciano Eduardo Pagán Madrid instaló su primera fábrica de jabones en la calle Cuesta, en torno al año 1900. Más tarde se trasladaría la producción a la carretera de Murcia, cerca de la fábrica de Florentino Gómez. Y en esta última localización se producirían los jabones con las conocidas marcas de La Mariposa y Espumas Mil.