María Luz F. F. y Juan José O. P., los dos acusados de profanar la tumba del niño Juan Rojo F., hermano de la detenida, han quedado en libertad con cargos después de prestar declaración ayer por la mañana en los juzgados de Jumilla. María Luz y Juan José, de 23 y 37 años respectivamente, fueron detenidos el jueves en una casa de la sierra de Yecla porque, presuntamente, abrieron la tumba del menor -un bebé de 20 meses que murió hace 24 años- y sustrajeron de su interior diversas joyas de oro con las que Juan Rojo F. había sido enterrado. Después de sustraer las joyas, los sospechosos quemaron el féretro del pequeño.

"¡Pido justicia!", gritaba ayer Eduvigis Fernández -madre de la acusada y del bebé- a las puertas de los juzgados de Jumilla, antes de que los dos sospechosos comparecieran ante la juez. Eduvigis chilló, se arrodilló ante los policías locales que se acercaron a ella, llegó a desmayarse y a vomitar. "Que la condenen a muerte y que la quemen aquí, en la plaza del pueblo", clamaba la matriarca gitana, en referencia a su hija. La mujer, auxiliada por dos de sus hijos varones, recordaba que "todos los años le ponía siete kilos de flores a mi hijo" en la tumba que ahora han profanado. Eduvigis no dejaba de dirigirse a su hija María Luz, aunque ésta aún se encontraba, junto a su novio, en el cuartel de la Guardia Civil: "¿Le has 'quitao' el oro? Pues no le eches la gasolina por la boca y le arranques el cuello de una patada". "Si te pillo te muerdo en las entrañas, delante de la juez y de 'to' el mundo", aseveraba la matriarca.

Antonio, hermano de Eduvigis y tío del pequeño Juan Rojo, desea para su sobrina y su compañero "que paguen la condena más grande que exista, porque un cementerio es lo más sagrado que hay en el mundo, pues un muerto qué defensa tiene".

Mientras espera la llegada de 'la Marelu' -como llaman sus familiares a María Luz- y de Juanjo, Eduvigis saca de su bolso algo envuelto en un pequeño plástico trasparente. Se trata de uno de los huesos de Juan Rojo F., calcinado tras la profanación. "Este hueso es para mí, me lo voy a comer", explicaba la gitana, mostrando el resto a las cámaras de los fotógrafos. Luego, se dirigía al periodista que le había preguntado por qué llevaba encima el hueso: "¿Lo quieres tú, te lo vas a comer tú? No... Este hueso es mío, porque nos hemos tirado dos días buscando restos de mi hijo. Este hueso es de mi barriga, es lo que me queda de mi hijo". Mientras las escenas de tensión se sucedían a las puertas de los juzgados, Juan Fernández, esposo de Eduvigis y padre de Juan Rojo y Marelu, permanecía en la cama, aquejado de una grave enfermedad. "Mi marido está malo por ella, se va a morir por ella", chillaba Eduvigis, de nuevo en referencia a la detenida, "porque ella misma le daba pastillas a su padre para que se acostara con ella y no se acordara de que era su hija. Con su propio padre se ha estado acostando once años".

"Que se le vea la cara"

Los dos detenidos llegaron a las dos menos cuarto de la tarde a los juzgados, en el coche de la Guardia Civil. Nada más bajar del vehículo, una veintena de familiares que los esperaban se lanzaron a ellos. Eduvigis intentó arrancar una papelera de hierro para lanzársela a su hija. Más gritos, maldiciones gitanas, rabia porque Juanjo se había cubierto el rostro con una camiseta. "Sólo le pido a la justicia que lo saquen con la cara destapada", clamaba María, otra hija de Eduvigis, aunque esta joven afirmaba que "es mi madre, pero no tengo relación con ella; es alcohólica".