Cuando el 28 de junio de 1994, Rusia y Camerún se enfrentaron en el Stanford Stadium de San Francisco, en la tercera y última jornada de la fase de grupos del Mundial de EEUU, ambas selecciones estaban prácticamente eliminadas.

Existía una muy remota posibilidad de que, marcando muchos goles, alguna pudiera pasar como mejor tercera de grupo, pero era imposible imaginar que aquel partido ofrecería dos récords aún no superados.

El primero lo firmó un delantero relativamente desconocido en el panorama internacional (aunque ya había destacado en el Mundial juvenil de 1989), pero no tanto en España: jugaba en el Logroñés y ese mismo verano firmó por el Valencia. No le gustaba demasiado entrenar, pero tenía una puntería prodigiosa.

Se llamaba Oleg Salenko, tenía 24 años y aunque nacido en San Petersburgo, había llegado a jugar un partido con la selección de Ucrania.

Aquella tarde, en San Francisco, Salenko estuvo especialmente inspirado: marcó cinco goles, los cinco primeros de su selección, una cifra que nadie ha igualado desde entonces. Anotó un hat trick en la primera parte y un doblete en la segunda.

“La noche antes, había soñado que marcaría muchos goles; a veces tienes premoniciones así. Pero nunca llegué a pensar en que serían cinco goles”, confesó tiempo después.

Rusia ganó 6-1 a Camerún, pero ambos equipos quedarían eliminados.

El gol de Camerún lo marcó un ilustre, Roger Milla: ya había sido uno de los grandes animadores del Mundial de Italia, y en 1994, se dio el gusto de convertirse en el jugador más veterano en marcar en un Mundial. Tenía 42 años y 39 días. Su récord también sigue vigente.

Bota de Oro compartida

Salenko acabó el Mundial como máximo goleador, con seis goles. Compartió la Bota de Oro con Stoichkov. Cuando volvieron a verse en la Liga, Stoichkov le gastó una broma. “Deberías darme las gracias de que no marcase más goles durante el Mundial”, le dijo. “Y tú deberías agradecerme que no le metiera un gol más a Camerún”, respondió Salenko.

Sin embargo, la estrella de Salenko se apagó demasiado pronto. Para empezar, no volvería a jugar con la selección rusa, peleado con su seleccionador. Sus cinco goles ante Camerún serían su epílogo como internacional.

Pero tampoco le fue demasiado bien en el Valencia: quedó el recuerdo de sus consejos a Mendieta para aprender a tirar penaltis, pero poco más. Marcó siete goles en 25 partidos con la camiseta ‘che’. Una lesión de rodilla ya empezaba a amargarle la vida.

Probó suerte en el Rangers y en el Istanbulsport, donde tampoco cuajó. En 1999 llegó al Córdoba, en Segunda: le habían prometido un millón de pesetas por cada gol, pero llegó con sobrepeso y atrofia muscular en la rodilla. Solo duró 73 días en Córdoba.

Retirado a los 32 años, probó suerte como jugador de la selección rusa de fútbol playa.

Fue entonces cuando su nombre volvió a las páginas de los periódicos.

La noticia decía que, debido a ciertos problemas económicos, Salenko había vendido a un jeque de los Emiratos Árabes Unidos la Bota de Oro del Mundial de 1994.

La crisis económica de 2008 había afectado seriamente a Salenko. Se dio por hecho que el ruso había vendido el trofeo, pero no fue así.

“Hace años, alguien me hizo una oferta para vender el trofeo de la Bota de Oro a los Emiratos Árabes Unidos”, explicó en la web de FIFA, “tenían previsto organizar un gran torneo y abrir un museo de logros deportivos, pero al final el torneo no se jugó y el proyecto quedó en nada”.