A Repsol no se le ocurrió mejor manera de demostrarnos que sus combustibles renovables ya son una realidad, que invitarnos a pilotar en el Circuit de Cheste un F4 propulsado por biocombustible, al igual que hacen ya los monoplazas de la Fórmula 4 francesaFórmula 4 francesa en una colaboración pionera en el mundo.

Con esta divertida experiencia podríamos decir que vimos en primer lugar el tejado de una gran casa cuya construcción todavía está en los cimientos, ya que la apuesta de Repsol por los combustibles sintéticos y biocombustibles está en pleno proceso de iniciación. Pero antes de conocer en qué consiste esta apuesta, veamos exactamente qué son los combustibles renovables.

Los combustibles renovables son aquellos que, al menos, son neutros en CO2. Esto no significa que tras su combustión no generen dióxido de carbono, sino que el CO2 que se ha retirado de la atmósfera para su producción, se libera después por el tubo de escape del vehículo. Es decir, lo comido por lo servido.

Y decimos al menos, porque si bien el combustible sintético o e-fuel tiene un proceso de captación de CO2 sostenible pero industrial, los biocombustibles lo adquieren de una forma natural a través de la biomasa, lo que permite tener una huella de carbono negativa tras ser utilizados. Para entendernos, mientras que con los e-fuels la atmósfera se queda como está, con los biofuel de huella negativa se logra limpiar el aire que respiramos disminuyendo la presencia de CO2.

Este es un resumen, muy pero que muy compactado, de todo lo que nos explicó Dolores Cárdenas, asesora en diseño de producto en el área de Movilidad y Transición Energética de Repsol. Además de las bondades medioambientales de los combustibles renovables, Cárdenas también destacó como una de sus principales ventajas, que esta alternativa es totalmente compatible con los motores de combustión actuales, así como con las cadenas de distribución del mismo, e incluso con los surtidores que se emplean a día de hoy para rellenar los depósitos de los coches, camiones y aviones.

Esto quiere decir que un turismo gasolina o diésel, puede funcionar sin ningún tipo de variación con un biocombustible o un e-fuel. Se repostaría igual y el motor ofrecería las mismas prestaciones. Su compatibilidad es tal, que incluso se podría circular con media carga de gasolina o diésel común y un combustible renovable. La única diferencia sería el beneficio medioambiental de su uso.

Entonces, si todo son ventajas, ¿por qué no se utilizan ya?. Pues porque como dijo Cárdenas, cualquier proceso de transformación y evolución necesita tiempo. Los e-fuel y los biocombustibles son relativamente jóvenes y están en pleno proceso de desarrollo. Tanto es así, que Repsol está construyendo ahora en Cartagenasu primera planta de biocombustibles avanzados de España, que producirá combustibles sostenibles para el transporte terrestre y aéreo (biojet). Tras esta factoría se creará otra planta de demostración de combustibles sintéticos o e-fuels en Bilbao, donde se producirá el e-diésel y el e-queroseno, aunque en menor número.

Repsol pretende que su capacidad de producción de combustibles renovables para 2030 sea dos millones de toneladas por temporada, si bien cataloga esta apuesta como una “carrera de fondo”. Desde el momento de su implantación, la refinería de Cartagena ofrecerá 250.000 toneladas al año.

Las posibilidades de estos combustibles son infintas y sumamente beneficiosas para el planeta, ya que en 2050 el 80% de toda la demanda de combustibles para coches, aviones y barcos podría producirse a partir de los residuos de la biomasa que hay disponibles en Europa. Es decir, biocombustibles de huella negativa que ayudarían a reducir el CO2 de la atmósfera.

Pero los combustibles renovables sólo son una pata más en el mix de nuevos formatos de energía que deben existir en el futuro para una movilidad real y sostenible que beneficie tanto al planeta como a los ciudadanos. En este crisol también debe estar, por supuesto, hidrógeno y la energía eléctrica. Por ello Repsol ya se define como una empresa multienergética.

Un test extremo

Se me ocurren pocas maneras mejores de probar la eficacia de un combustible, que hacerlo en un monoplaza de competición. Y eso es exactamente lo que nos propuso Repsol. Tras la interesantísima charla de Dolores Cárdenas, llegó el turno de subirnos a un F4 en el trazado del Circuit Ricardo Tormo de Cheste para ver el rendimiento de su motor al ser alimentado con un biofuel de la compañía española.

Y más allá de la brutal experiencia que supone pilotar un monoplaza en la pista valenciana, hemos de decir que la entrega del propulsor era extraordinaria. No podemos decir si mejor o peor que con su combustible habitual ya que no tenemos referencias previas, pero para eso ya está la telemetría de la F4 francesa, donde se utiliza este mismo combustible renovable de Repsol, y donde se comprueba con exactitud que los coches rinden al mismo nivel que con otro tipo de combustible de competición.