La variante Sport Tourer supone el formato familiar del compacto Mégane. Destaca por su practicidad en la trasera y también por un diseño muy atractivo que le hace ser incluso más llamativo que la berlina de cinco puertas de la que deriva.

Llegó al mercado a finales del año pasado y ya hemos tenido la oportunidad de probar una unidad dotada de una mecánica interesante por su agrado de conducción y suavidad, como más adelante detallaremos. Su gama de propulsores convive con la versión compacta y queda formada por tres motores de gasolina con 100, 130 y 205 CV y cuatro diésel con 90, 110, 130 y 165 CV. En todos los casos existe una caja de cambios manual de seis relaciones, menos en los gasolina y diésel más potentes (205 y 165 CV), que son automáticas de doble embrague.

Esta opción automática está disponible también para los niveles intermedios. Precisamente nosotros hemos podido disfrutar de una unidad diésel de 110 CV con la caja automática EDC, una combinación que simplifica la conducción y ahorra en combustible.

Pero empecemos por los aspectos prácticos y el confort de este nuevo modelo, unas cualidades que le hacen muy apetecible frente a las carrocerías compactas.

El nuevo Renault Mégane Sport Tourer tiene una longitud ya respetable de 4,63 metros, una medida que da una idea del interior espacioso y cómodo que presenta. Las plazas delanteras son iguales que en el modelo de base, igual que el diseño del salpicadero, bien planteado y con unos mandos accesibles. Pero es detrás donde el Sport Tourer echa el resto, porque al tener más volumen trasero para la carga, los ocupantes de la segunda fila disfrutan de más espacio para las piernas. Además, el maletero, con los 521 litros de capacidad es uno de los mejores de su especie y gana en unos 140 litros al Mégane compacto. Si abatimos las plazas traseras (es fácil, usando una pequeña palanca en ambos laterales interiores del vano de carga), el hueco aumenta hasta los 1.500 litros y si necesitamos llevar objetos muy alargados, el respaldo del asiento del copiloto se puede abatir también. Otra ventaja es que el piso del maletero es bajo, así se hace menos esfuerzo para meter cosas voluminosas.

En marcha, ya conocemos de sobra las excelencias del bloque diésel de la marca, que se utiliza también en más modelos de Nissan (gracias a su Alianza) e incluso en algunas variantes de los Mercedes-Benz Clase A, B, CLA y GLA. El motor de 1,5 litros de cubicaje y cuatro cilindros rinde en este caso una potencia de 110 CV, bien aprovechables gracias a su respuesta, viva desde pocas vueltas y que, si bien no es tan contundente como el de 165 CV, le come cierto terreno al siguiente nivel de 130 CV, con algo de ventaja en consumo. Redondea la mecánica la caja de cambios automática EDC de doble embrague con seis relaciones, que lo hace todo bien y rápido. También ayuda bastante en la contención del gasto, pues mete lo antes posible marchas largas para el ahorro y permite cierto toque deportivo estirando las relaciones fuera del modo de manejo ´Eco´. Homologa una media de 3,7 litros por cada 100 km (lo mismo que con la caja manual).

Y hablando de modos de conducción, nuestro Mégane contaba con la llamativa pantalla en vertical del salpicadero que forma parte del sistema Multi-Sense, que permite personalizar desde los clásicos parámetros del climatizador, hasta la iluminación ambiental o los citados perfiles de manejo.

La gama se articula entre los niveles Life, Intens, ZEN, GT Line, BOSE y GT, disponibles en función del propulsor. En todos ellos hay elementos comunes de serie, como el manos libres ´Bluetooth´, el ordenador de a bordo, el aire acondicionado, el asistente al arranque en pendientes o el programador de velocidad, por citar algunos.

Nuestro Renault Mégane Sport Tourer dCi 110 CV EDC cuesta desde 23.300 euros, un precio interesante para una versión que aporta más espacio que un compacto y que monta una combinación mecánica equilibrada y eficiente.