Hoy en día es difícil encontrar un modelo que se haya mantenido fiel a su filosofía inicial. La mayoría de los todoterrenos han evolucionado hacia una suerte de todocaminos, la reductora se ha ido extinguiendo y se han implantado medidas y sistemas destinados a la efectividad en carretera en detrimento de las altas capacidades ´off-road´.

¿Pero todos? No. Aquí tenemos la excepción. El Jeep Wrangler evoluciona con los tiempos, moderniza su equipamiento y todo lo demás, pero sigue siendo capaz de subirse por las paredes como en su primer día. Y quizá hasta mejor, porque los diferentes dispositivos son cada vez más efectivos y la marca ha sabido montarlos en su 4x4 más puro, para mantenerlo como uno de los más capaces (si no el que más) del mercado.

Si a este interesante planteamiento le añadimos los aditamentos de la edición ´75 Aniversario´, que lo viste y de qué manera, nos encontramos un todoterreno completo y que sigue respirando ese regusto clásico que evoca al primer Willys de principios de los años 40.

En el Wrangler nada está ahí por casualidad. Todo tiene una función determinada, desde la posibilidad de abatirle el parabrisas al más puro estilo ´comando´, hasta el techo duro desmontable, pasando por el prominente paragolpes delantero que aguanta el peso de una persona.

Para la edición tan especial que tratamos esta semana está disponible el motor diésel 2.8 CRD de cuatro cilindros, unido a un cambio automático de convertidor de par con cinco relaciones y reductora. Rinde 200 CV con una estupenda cifra de par de 460 Nm entre las 1.600 y 2.600 revoluciones, así su respuesta es viva desde abajo, aunque conviene saber que no es un vehículo para correr.

Eso no quita para que podamos hacer viajes largos por carretera a ritmos altos, aunque sin duda lo suyo es más que las pistas de tierra, la montaña. Ahí es donde se desmarca del resto con todos los ´hierros´ que incorpora y que le dotan de posibilidades infinitas en estos escenarios. El sistema de tracción Command-Trac permite al conductor elegir que el eje trasero impulse al coche (útil para viajar), o bien meter tracción a las cuatro ruedas (4H) en condiciones de baja adherencia (no en carretera porque el Wrangler no cuenta con diferencial central y forzaríamos las transmisiones). Si las cosas se ponen peor, la reductora (posición 4L) nos saca de apuros, ayudada por los excelentes ángulos de entrada (37,8º), salida (31,7º) y ventral (20º), así como la altura al suelo de los bajos (26 centímetros). La versión de carrocería corta (de tres puertas) mejora aún más el ángulo ventral al tener menos distancia entre ejes, aun así nuestro Unlimited (nombre para el formato más largo de cinco puertas, que mide 4,75 metros) cumple de sobra sin apenas rozar abajo. Eso es para casos más extremos, pero en situaciones más ´normales´, ya con la tracción trasera se comporta de cine gracias también al diferencial trasero autoblocante de serie. Cabe decir que también nos ha sorprendido lo cómodo que es y su buen comportamiento en asfalto, teniendo en cuenta los esquemas de ejes rígidos que monta en los trenes delantero y trasero.

Hablemos ahora de los aditamentos de la edición 75 Aniversario, que encarece algo el precio final sobre otras versiones, pero que merece bien la pena habida cuenta de su extenso listado. De esta manera, encontramos elementos como la solución multimedia Uconnect con pantalla de 6,5 pulgadas con amplia conectividad, disco duro de 30 Gb, manos libres y navegación, el potente climatizador (lo probamos bien en el famoso día de la nieve en Murcia...), el asistente de arranque en pendientes, el programador de velocidad con descensos, los frenos de disco sobredimensionados o el sensor de luces, por citar algunos.

La gama del Wrangler Unlimited arranca en los 42.700 euros del acabado Sport. Si lo preferimos con esta versión tan interesante, el precio sube hasta los 54.200 euros. Para los más nostálgicos, la pintura Verde Sarge de nuestra unidad de pruebas, que tan bien le sienta, cuesta unos 1.000 euros más.