Entrevista
Mark Bray: "Esta Administración Trump es más fascista y autoritaria. Necesitamos resistencia de masas"
El historiador, profesor en la Universidad de Rutgers y autor de ‘Antifa’, se exilia con su familia en España tras ser víctima de ‘doxing’ y presiones del grupo de Charlie Kirk y recibir amenazas de muerte

El historiador Mark Bray, autor del libro 'Antifascista', durante una visita a España en 2019. / JOSÉ LUIS ROCA

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, organizaba este miércoles una mesa redonda sobre “Antifa”, el movimiento que el 22 de septiembre designó en una orden ejecutiva “organización terrorista”. Conforme él hablaba ante la prensa en la Casa Blanca con miembros de su gabinete y periodistas conservadores e influencers de ultraderecha, que alimetnaban sus teorías para justificar acciones como el despliegue militar en Portland, iniciaba su traslado a Madrid con su familia Mark Bray, historiador y profesor desde 2019 en la universidad de Rutgers (Nueva Jersey), autor de cuatro libros sobre anarquía y antifascismo, incluyendo en 2017 "Antifa' (publicado en España por Capitán Swing).
Bray se marcha con los suyos después de haber recibido amenazas de muerte tras ser víctima de 'doxing' (la publicación de información personal). Y esas amenazas fueron el culmen de una campaña en su contra que iniciaron activistas y medios de extrema derecha y el capítulo en Rutgers de Turning Point USA, la organización del activista ultraconservador Charlie Kirk asesinado el mes pasado. Habían pedido su despido de la universidad, diciendo que representaba “un riesgo” para la seguridad de estudiantes conservadores. Otros le han acusado directamente de “financiar terroristas”.
Bray atendió por teléfono a EL PERIÓDICO horas antes de su vuelo, en el que finalmente no pudo embarcar, según anunció en redes sociales, porque las reservas de su familia fueron "canceladas en el último momento (cuando ya habían facturado, pasado seguridad y estaban con tarjetas de embarque en su puerta).
¿Se considera un refugiado político?
He pasado años estudiando gente que huyó cuando la Gestapo fue a sus casas o en el Chile de Pinochet y pienso que lo que me está pasando es una versión menor, pero, con todas las salvedades, debo decir que sí. Las amenazas, el acoso y el doxing son resultado de acciones de Turning Point USA y aunque vienen de un grupo local, existe una clara cadena de mando a una organización nacional directamente vinculada al círculo cercano de Trump.
Sé por la historia que Trump está siguiendo el manual autoritario y fascista. No sabemos aún cómo acabará porque el futuro no está escrito, pero sí a dónde puede llevar. ¿Y cuál es el punto de todo el estudio que he estado haciendo si no lo puedo reconocer cuando lo tengo delante?
¿El asesinato de Charlie Kirk marca, y no solo para usted, un punto de inflexión?
Definitivamente ha sido un momento importante. Cuatro días después de la designación de antifa como organización terrorista el Departamento de Seguridad Nacional emitió un comunicado (y Trump firmó un memorando) donde introdujeron el término “alineados con antifa”, que drásticamente expandía el marco retórico de lo que han etiquetado como su enemigo. Pusieron los ejemplos de Tyler Robinson, acusado del asesinato de Kirk, e intentaron responsabilizar a la izquierda, aunque no había ninguna ideología política clara detrás. Es lo mismo que hicieron con Luigi Mangione.
En mi caso la petición de Turning Point USA cita el asesinato de Kirk y dice que, esencialmente yo y gente como yo somos responsables, y es absurdo. Es un intento de replicar el invento de la Administración de un enemigo interno de izquierda. La ironía es que dicen que mi investigación engendra violencia, pero es su petición la que directamente ha causado el mayor escándalo sobre amenazas y violencia en Rutgers.
En el pasado usted defendió el doxing de los fascistas. ¿Qué diría a quienes hoy se lo recuerdan con cinismo?
Me interesa la historia y la práctica de las ideas. Las acciones no podemos analizarlas aisladas; tenemos que preguntarnos quién las realiza, contra quién, por qué, sea doxing, violencia, insultos o lo que sea.
Fascistas y supremacistas blancos le hacen doxing a alguien porque no les gusta que esa persona defienda la justicia, la humanidad de todas las personas. Para mí hay un abismo entre ellos y un antifascista que le hace doxing a un supremacista blanco para que no pueda promover un grupo del Ku Klux Klan o neonazi que va a salir a intentar matar a inmigrantes o personas queer o trans.
Parte del problema con los liberales estadounidenses es que quieren pensar que se puede plantear un conjunto abstracto de reglas para la política sin referencia alguna a valores, pero los valores, los principios, conforman todo.
Las acciones ejecutivas de Trump persiguen la “violencia política de antifa” y también “antiamericanismo, anticapitalismo, anticristianismo; extremismo en inmigración, raza, género y hostilidad hacia quienes tienen visiones tradicionales estadounidenses sobre familia, religión y moralidad”
Vivimos una marcha hacia el fascismo del siglo XXI. Hay diferencias en cómo se ve o suena respecto al del siglo XX, pero se mantiene lo que dijo el historiador Robert Paxton, que habló de una marcha hacia el poder del grupo elegido, sea una raza o una nación, en lo que perciben como una lucha darwinista por la existencia.
El impulso bajo la Administración Trump es destruir a lo que consideran la izquierda. Equiparan las manifestaciones con terrorismo; demonizan las ideas que consideran los cimientos de la oposición, como perspectivas radicales en género, sexualidad o raza; y consideran la universidad el terreno de abono, aunque como alguien que ha trabajado en universidades puedo decirle que no están tan a la izquierda como a Trump le gusta pensar.
No es como en los años 30, donde la Unión Soviética era el fantasma que animaba a fascistas y nazis. Hoy hay una especie de una hidra con muchas cabezas: antifa, Black Lives Matter, lo 'woke', las personas trans…. Y la teoría del gran reemplazo es el esqueleto conceptual que les permite ver todas estas cosas conectadas, y al final señalar a los judíos como los responsables. Y lo digo como un judío al que han llamado financiador de antifa.
Trump ya ha hablado explícitamente del “enemigo interior” y eso sale directamente de los manuales y la historia del autoritarismo, no lo esconden. ¿Cómo podemos, como estudiosos de la historia, no conectar los puntos y ver dónde acabará todo esto si no resistimos?
En una entrevista con este diario en 2019 decía que no había que dar plataformas al fascismo. ¿Cómo ha cambiado la perspectiva?
Mi libro de 2017 era sobre antifascismo militante, que cristalizó después de la Segunda Guerra Mundial como estrategia para negar a grupos de extrema derecha pequeños y medianos la capacidad de influenciar en la sociedad y en los pasillos del poder.
Entonces hablaba de una especie de “prevención contra fascismo” y era una meta importante. Aunque Trump estaba en la Casa Blanca, no estaba del todo claro dónde irían exactamente sus políticas y su poder y las campañas de grupos antifa en 2017, 2018 y 2019 tuvieron éxito en negar a la extrema derecha su propio lugar independiente en la política.
Lo que la extrema derecha hizo después fue, básicamente, integrarse en MAGA. Se vio en 2020 en las protestas contra vacunas y mandatos de máscaras. Luego sucedió el 6 de enero (el asalto al Capitolio). Y Trump se dio cuenta de que, para hacer lo que quería, tenía que reemplazar a todo el mundo con sus secuaces.
La estrategia de antifascismo militante aún puede ser útil para algunas cosas, pero ya hemos superado el punto del antifascismo preventivo y aquel mapa histórico no es particularmente apropiado ahora mismo.
Otro mapa para el antifascismo son la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, y no estamos en ese punto aún, pero eso significa que esto está abriendo un momento de alguna forma sin precedente en la historia del antifascismo en que necesitamos resistencia de masas.
Esta Administración no es la misma que la primera. Es mucho más explícitamente fascista y autoritaria y mucho más concentrada en destruir los centros de poder de oposición.
Da la sensación de que en estos ocho meses, y sobre todo en estas últimas semanas, todo se ha acelerado.
Esta Administración Trump se ha movido rápido, pero no a velocidad de Hitler. Lo que hemos visto es una estrategia concertada para consolidar el poder, donde ha ido dando bocados a todo tipo de instituciones, todo tipo de esferas de la sociedad. Mi sensación es que el asesinato de Kirk, de forma explícita o implícita, les ha dado la sensación de que pueden acelerar un poco.
Sin querer exagerar las comparaciones históricas o trazar un paralelismo directo, viene a la mente el asesinato de José Calvo Sotelo en julio de 1936. No es que Trump necesitara que Kirk fuera asesinado, ni que Franco necesitara el asesinato de Calvo Sotelo, pero los autoritarios buscan emergencias y crisis de las que aprovecharse. Trump ha estado todo el tiempo intentando inventarlas. Es parte de la excusa de la cruzada contra la inmigración, la supuesta invasión, los aranceles… Son emergencias y le dan la opción de pisar el acelerador, perseguir a los enemigos. No habla de comunistas, aunque a veces aparezca el término en su discurso. Antifa suena más extraño y más desconocido que comunista.
¿Qué herramientas hay hoy para la gente que quiere resistir?
No hay un mapa directo histórico que seguir. Eso significa que tenemos que crear nuestras herramientas. Yo haría énfasis en resistir la normalización de las falsedades, de la opresión, de soldados en nuestras calles, de agentes de ICE llevándose a gente con o sin documentos y poniéndolos en centros de detención que los estudiosos comparan con campos de concentración.
Hay que intentar resistir los esfuerzos de Trump por hacer de las cosas una emergencia creando nosotros nuestra propia emergencia y yendo más allá de las manifestaciones, que aplaudo.
Hay que hacer más difícil a Trump llevar a cabo su agenda. Al final el principal modelo histórico es la huelga general, parar la maquinaria de la economía y hacer que la sociedad no pueda funcionar a no ser que las cosas cambien.
¿Cuál es su opinión del asesor de Trump Stephen Miller?
Durante muchos años me he resistido a dar una etiqueta directa y completa ideológica para Trump porque lo veo como alguien ególatra y vacío que solo persigue el poder y me parece que en este momento el ángulo fascista es el que es el útil para él. No tengo la sensación de que tenga la visión política que históricamente tenían Mussolini o Hitler, pero se ha rodeado de gente que sí tiene este tipo de visión y Miller es uno de ellos.
Muchos medios no quieren usar la etiqueta del fascismo
Un problema de EEUU es el mito de que la objetividad en periodismo es, básicamente, presentarle a la gente lo que Trump dice tal cual, sin cuestionarlo, y como mucho presentándolo como “no convencional”. Es absurdo y parte del problema.
Se va a instalar en España (donde ya vivió varias veces), donde también crece la extrema derecha.
Estaré feliz de hacer lo que pueda para apoyar movimientos por la justicia en España, aunque sea ir a manifestaciones. No conozco tanto lo que está pasando en España como lo que pasa en EEUU pero sé que esto obviamente no es solo un problema estadounidense. Es global, y por eso los movimientos antifascistas deben ser internacionalistas.
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