Desalojos y violencia

La lucha por la tierra de los palestinos de Masafer Yatta se ceba con su salud

Un nuevo informe de Médicos Sin Fronteras demuestra el grave impacto sobre la salud física y mental de esta población sometida a la amenaza de vivir bajo riesgo inmediato de ser desalojada por la fuerza de su territorio

Un ciudadano palestino discute con un soldado israelí en Masafer Yatta.

Un ciudadano palestino discute con un soldado israelí en Masafer Yatta. / EFE

Andrea López-Tomàs

La batalla por la tierra permea cada metro cuadrado de suelo en Palestina. Se cuela en lo más profundo del barro, lo llena de lágrimas y, a veces, sangre, el cuerpo de cualquier palestino es uno con el territorio. Pero hay un lugar donde esa lucha es un combate diario, cíclico, perpetuo. Donde el polvo atraviesa sus gargantas para no abandonarlas. Con el lodo instalado en sus entrañas, su salud se deteriora día a día. En Masafer Yatta, una zona desértica de las colinas del sur de Hebrón en la Cisjordania ocupada, malviven 1.144 palestinos distribuidos en 12 pueblos. Llevan más de 40 años bajo riesgo inmediato de ser desalojados por la fuerza de la tierra que les ha visto crecer, de la tierra que les da de comer. 

“Siento miedo, un miedo inmenso”, confiesa una mujer que se esconde bajo el nombre de Amal, habitante de la pequeña localidad de Jinba. “¿Hay una palabra más grande que miedo para expresar cómo me siento?”, se pregunta. Su testimonio es uno entre cientos que recoge un nuevo informe de Médicos sin Fronteras (MSF) llamado ‘La vida insoportable: repercusiones sanitarias de las medidas israelís de desalojo forzoso de los residentes de Masafer Yatta’. En esa zona desértica, cada vez quedan menos infraestructuras en pie. Cuando en la década de los 80 las autoridades israelís declararon esa área “zona militar cerrada”, la vida de estos nativos cambió para siempre.

"Haciendo la vida imposible"

Ahora, los ataques de los colonos aledaños se suman a la violencia de un Ejército israelí mandado allí con la misión de echarlos. “Las autoridades israelís están haciendo la vida imposible a los residentes de Masafer Yatta con el objetivo de que se vayan de allí”, denuncia David Cantero, coordinador general de MSF en los territorios palestinos ocupados. “Este desplazamiento forzoso está prohibido por el derecho internacional humanitario y podría constituir un crimen de guerra”, afirma para este diario. Tras años de amenazas, agresiones y desesperación, la salud física y mental de estos palestinos se resiente con celeridad. Sobre todo desde que en mayo de 2022, una sentencia del Tribunal Supremo de Israel eliminó todas las barreras legales al desplazamiento forzoso de la población nativa de la zona. 

Desde entonces, el personal de MSF ha registrado un fuerte aumento de la demanda de servicios de salud mental entre los residentes que sufrieron allanamientos de morada y demoliciones. Tras estos incidentes, en 2022 más de la mitad de los pacientes de MSF presentaron síntomas psicosomáticos, uno de cada cuatro mostró síntomas postraumáticos, y dos de cada tres describieron tener síntomas depresivos. “Existe un miedo constante y una grandísima incertidumbre, no saben cuando su casa, la escuela o los tanques de agua van a ser demolidos”, denuncia Cantero. “Están expuestos a altísimos niveles de humillación y de sufrimiento”, añade. 

Partos en el camino

Más allá de los grandes estragos para su salud mental, los ancianos, adultos y niños que resisten en Masafer Yatta se topan con grandes dificultades para acceder a los servicios médicos. A los pacientes se les niega sistemáticamente la entrada a las aldeas donde MSF presta servicios médicos si su documento de identidad indica que proceden de otro lugar. “En este entorno coactivo creado por las autoridades israelís”, describe Cantero, las ambulancias que intentan acceder a la zona sufren retrasos o, incluso, son bloqueadas. Llegar al hospital se convierte en una odisea ya que muchos residentes son retenidos en los puestos de control y se enfrentan a largos retrasos que condicionan su salud. 

“Para una mujer embarazada, todo depende de la suerte: si ella puede alcanzar el hospital [sin ser retornada en un punto de control], entonces estará segura; si no, dará a luz en el camino”, cuenta Raghda, habitante de Umm Qussa. “Que Dios nos ayude”, concluye. En todos los pueblos, la situación es criminal. “Imagina que tu hijo está enfermo y quieres llevarlo al médico, pero no hay ningún coche y el camino es largo”, explica Jamla, de Khirbet Al Fakih. “Si quieres ir a pie, necesitarás un mínimo de cuatro horas; entonces, incluso tú, que estás saludable, caerás enfermo”, afirma en el informe.

Resistir, misión suicida

Entre tanta presión, resistir se presenta como una misión suicida. “El número de consultas entre mayo y octubre del 2022 ha disminuido un 30% y lo achacamos a que mucha gente ya no está y a las dificultades de acceso”, denuncia Cantero. El año anterior, perdían un paciente crónico por mes, pero en 2022, se les iban una media de cuatro. “Hay muchos pacientes médicamente vulnerables de Masafer Yatta que ya se han marchado; son enfermos crónicos, ancianos, o mujeres en último estadio de gestación que no quieren correr el riesgo de quedarse bloqueados en caso de necesitar atención médica urgente”, dice a EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, del grupo Prena Ibérica.

Pero muchos siguen allí, en ese lodo que sus antepasados labraron y les dejaron como herencia. “La población palestina en general y la de Masafer Yatta en concreto es increíblemente resiliente, están haciendo todo lo posible para quedarse a vivir allí, en sus casas y en la tierra que dice que les pertenece a ellos y a sus ancestros”, añade Cantero. Ni los bulldozers, ni las rocas lanzadas por colonos radicales, ni las incursiones de madrugada de jóvenes soldados, ni ninguna decisión de las cortes israelís. Nada puede superar al amor, al hermanamiento con su tierra. Yasser, que ha vivido toda su vida en Al Halaweh, no se irá. “El plan es echarnos de la zona, pero nos mantendremos aquí aunque solo quede una gallina”, defiende.