En apenas unas horas, abrirán de nuevo los colegios electorales en Israel. Seis millones de ciudadanos han sido convocados para votar otra vez lo mismo. Las quintas elecciones en tres años y medio no van a sacar al país de la parálisis política en la que lleva un lustro inmerso. De nuevo, el voto está movido por el amor o el odio hacia Benjamín Netanyahu, el político más popular de Israel. Y, por quinta vez, las encuestas no indican una mayoría clara que pueda devolver la estabilidad al Estado hebreo.

Mientras la polarización se extiende por el país, la ciudadanía israelí acude a las urnas preocupada por los elevados precios y el aumento del coste de la vida. Al otro lado de la Línea Verde, ante la indiferencia de los votantes israelís, los palestinos languidecen en el año más letal desde 2015: los muertos a manos del Ejército israelí superan los 130. La clase política, por su parte, trata de convencer a un electorado exhausto, sobre todo entre la comunidad palestina de Israel, para que ejerzan su derecho a voto y den mayor legitimidad a los enésimos comicios del país mediterráneo.

Bucle electoral

Después del colapso del "gobierno del cambio" con formaciones multicolor unidas por la oposición a Netanyahu, su primer ministro interino, Yair Lapid, trata de transformar esta antipatía en votos. Por ahora, las encuestas del viernes mostraban que Bibi, como se conoce popularmente al primer ministro más longevo de la historia de Israel, estaría a un solo escaño de conseguir la mayoría absoluta. El polémico líder no tiene reparos en aunar esfuerzos con políticos ultrarreligiosos y de extrema derecha para volver al poder tras 16 meses como líder de la oposición. Desde allí, pretende perpetuarse en el Ejecutivo y usar el sistema legislativo para esquivar sus juicios por corrupción.

Fueron precisamente estos cargos que él mismo niega los que provocaron este bucle electoral condenado a eternizarse. El motivo es la presencia implacable de Netanyahu en la política israelí. Ahora, los israelís se enfrentan a una Kneset dominada por los partidos de derechas. El auge del movimiento de extrema derecha del Sionismo Religioso podría aumentar sus apoyos de seis a casi 14 escaños. La tercera fuerza del Parlamento, por lo tanto, puede ser un partido abiertamente racista, antiárabe y homófobo, un ejemplo del viraje a la derecha que ha protagonizado Israel en los últimos dos años.

Dependiendo del voto palestino

Las encuestas prevén que Yesh Atid, el partido del primer ministro interino Lapid, obtenga 27 diputados, 10 más que en los últimos comicios de la primavera del año pasado. Con sus aliados confirmados, sumarían 56 escaños, a cinco de diferencia para la mayoría en una cámara con 120 asientos. Pero la posibilidad de decantar la balanza parece estar, irónicamente, en manos de la población palestina de Israel. 

Aunque se espera que la participación sea más baja que nunca, un mayor número de votos para los partidos que representan a este 20% de la población podría frenar a la derecha. Pero el hecho de que las formaciones se presenten fragmentadas, y no en una coalición como solían hacer, dificulta que pasen el umbral electoral. Además, la creciente violencia en los territorios ocupados les ha impedido a los líderes palestinos confirmar que darían apoyo a un gobierno de unidad con Lapid. 

Huyendo de los personalismos, la ciudadanía israelí quiere gobernanza. Tel Aviv ha sido clasificada como la ciudad más cara del mundo, según la revista The Economist. La indignación ante los elevados costos y la desigualdad de ingresos es cada vez más patente el mismo mes que la inflación alcanzó un máximo del 4,6% interanual, la cifra más alta en una década. En los últimos cuatro años, los representantes políticos se han mantenido ocupados intentando asegurarse un asiento en la mesa para la toma de decisiones, pero no han avanzado apenas en medidas reales para atajar la crisis por el coste de la vida.

Mientras la polarización se extiende por el país, la mayor o menor participación del electorado palestino de Israel puede hacer decantar la balanza para evitar la Kneset más derechista de la historia de Israel

Preocupación estadounidense

Desde el extranjero, se vigila de cerca los resultados y las semanas de negociaciones que les seguirán. El presidente estadounidense, Joe Biden, no se ha pronunciado abiertamente, pero prefiere un gobierno liderado por Lapid o el ministro de Defensa, Benny Gantz, antes que por Bibi. "No estoy de acuerdo con nada de lo que dices", le dijo hace unos años. Su visita a Israel en julio, sólo tres semanas después de la convocatoria de nuevas elecciones, perfiló a Lapid como un líder fuerte ante los ojos del público israelí. En EEUU pero también en el Golfo, han mostrado su preocupación porque Netanyahu se alíe con la extrema derecha.

"No agacharé la cabeza y diré no cuando sea necesario", respondió Netanyahu cuando se le pidió que no diera más ganancias políticas al líder radical Itamar Ben Gvir tras el voto. Con una izquierda casi extinta y un discurso conservador más que legitimado, los israelís pueden amanecer el miércoles con la Kneset más derechista de su historia. El nuevo parlamento contará con la presencia de representantes racistas y homófobos. Sus discursos incendiarios ya han alcanzado las instituciones. Los expertos alertan de que son una amenaza para la democracia. El futuro de Israel ahora está en manos de su ciudadanía.