El poder adquisitivo de la ciudadanía alemana volvió a caer el segundo trimestre de este año. Así lo ha confirmado esta semana la Oficina Federal de Estadística (Destatis), que establece el retroceso de los salarios reales en un 4,4% entre abril y junio de este 2022. Y ello a pesar de que los salarios aumentaron un 2,9% respecto al mismo periodo del año pasado. Pero la inflación – actualmente casi en el 8% – está pulverizando las pagas extraordinarias, la subida del salario mínimo y las ayudas públicas para los sectores más vulnerables del país. Ello genera un aumento de la pobreza y también del riesgo de caer en ella en uno de los países ya de por sí más desiguales de la OCDE.

También según datos de Destatis, los alimentos son el bien de consumo cuyos precios más aumentaron el pasado julio: más de un 14%. Cada vez es más caro llenar el carro de la compra y más aún alimentarse de forma sana. La compra de productos frescos como la fruta o la verdura, y también la carne, se complica especialmente para los hogares de menores ingresos, para desempleados, madres solteras, familias numerosas y jubilados, siendo este último un sector que ya arrastraba un empobrecimiento antes de la invasión rusa de Ucrania y el consecuente encarecimiento de los precios energéticos que está atizando la inflación.

Casi 14 millones de personas – 16,6% de la población – son pobres en Alemania, según el informe anual que presenta la ONG Paritätischer Gesamtverband, especializada en la investigación de la pobreza y de la desigualdad social. Desde que se publica el informe, nunca se había registrado un índice de pobreza tan elevado en el país. El actual aumento de los precios se suma a las consecuencias económicas generadas por la pandemia.

La cronificación de la pobreza no es un fenómeno nuevo en Alemania: desde 2006 ha habido un aumento mantenido. Más de dos millones de personas han caído en el grupo social considerado pobre a lo largo de los últimos 15 años, según el último informe de Paritätischer Gesamtverband. La actual inflación, la mayor de las últimas tres décadas, agrava ahora esa tendencia.

Durante el mismo periodo, la llamada locomotora económica europea ha encadenado récords de empleo, lo que pone encima de la mesa la paradoja del modelo alemán: a pesar de crear puestos de trabajo, la pobreza sigue creciendo, ya sea porque los sueldos de una parte de los asalariados son insuficientes – lo que ha venido a llamarse “pobreza trabajadora” – o porque una parte de los desempleados de larga duración ya ha dejado de computar como parados en las estadísticas oficiales.

“Durante año y medio no tuve frigorífico porque me faltaba el dinero para sustituir la nevera estropeada”. “Actualmente gasto mucho más dinero para alimentación del que tengo previsto por lo general y a pesar de todo apenas puedo comer fruta y verdura”. “Desde mayo de 2016 soy pensionista y desde entonces soy pobre, por no decir terriblemente pobre. Mi pensión simplemente no me da para todo”.

Estas son sólo algunas de las declaraciones recogidas por ciudadanos entrevistados para último el informe sobre la pobreza de Paritätischer Gesamtverband. Las citas responden sólo al nombre y a la primera letra del apellido. ¿La razón? Muchas de las personas afectadas por la pobreza en Alemania se avergüenzan de su situación.

Escenas normalizadas

Una escena se ha normalizado, por ejemplo, en las calles de Berlín y otras grandes ciudades alemanas: personas en la tercera edad recogen botellas de plásticos y vidrio retornables para obtener unos euros adicionales que complemente sus pensiones. En algunos casos, buscan las botellas a primera hora de la noche o incluso en plena madrugada para evitar ser vistos.

La actual situación, sumada a una perspectiva de mayor inflación con el inicio del frío y el consecuente aumento del consumo de gas, provoca que medios de comunicación y una parte de la oposición ya hablen abiertamente de un “otoño caliente” a causa de las probables protestas sociales.

El Gobierno de coalición tripartito – conformado por los socialdemócratas del SPD, Los Verdes y los liberales del FDP – ya han puesto en marcha tres paquetes de alivios fiscales y ayudas directas. Entre las medidas destacadas están la reducción de impuestos indirectos, reducción de la presión fiscal del impuesto sobre la renta, el pago de entre 270 y 500 unos euros en un solo pago en forma de ayudas energéticas para hogares de una sola persona y familias.

Los críticos de esas medidas las consideran insuficientes por la creciente inflación y por considerar que benefician especialmente a las rentas medias y altas, y no aquellos hogares más vulnerables con unos ingresos tan bajos que los paquetes de alivio fiscal ayudan poco hacer frente a sus gastos mensuales. Las diferencias incluso se proyectan dentro del Gobierno de coalición, cuyos integrantes llevan semanas enzarzados en críticas y cuyas diferencias ya se airean de forma pública.