Las sanciones económicas presentes y futuras sugieren a China como el flotador de Rusia en la tormenta. Es un patrón conocido: Occidente aprieta y Moscú mira a Oriente. China puede aliviarle el drama pero no ahorrárselo. Es seguro que carece de capacidad para relevar al mercado europeo e improbable que arriesgue su sintonía con Bruselas.

El asunto exige algunas cifras. El comercio entre Rusia y China ha crecido en dos décadas de los 16 mil millones de dólares a los 146 y en 2024 rozarán los 200. El ritmo se desbocó tras la anexión de Crimea de 2014. Tres meses después firmaron el megacontrato de gas por treinta años que dio aire a Moscú. En ese escenario estamos de nuevo. Vladímir Putin y Xi Jinping acordaron el mes pasado ampliar el suministro y esta semana China daba luz verde al trigo ruso que antes rechazaba por miedo a sus hongos. “Es simplemente inaceptable que Pekín le lance un salvavidas a Rusia cuando está invadiendo otro país”, clamó el primer ministro australiano, Scott Morrison.

El trigo es una tirita contra la hemorragia oceánica que sufrirá Rusia si Occidente amplía las sanciones. La UE y el Reino Unido concentran un tercio de las exportaciones rusas mientras China apenas recibe el 15%. La brecha es aún mayor en la inversión directa extranjera. De la UE, el Reino Unido y Estados Unidos le llega a Moscú el 40 % mientras la china ronda el 1,5%. Ese es el cuadro: ni siquiera el meteórico fortalecimiento de los vínculos económicos entre China y Rusia permite a la primera acercarse a la relevancia de Occidente como socio de la segunda.

Petróleo y gas

Las exportaciones de energía subliman la problemática. Rusia es el mayor proveedor de la UE, con el 26% del petróleo y el 40% del gas, y la solución es algo más compleja que desviar la manguera de Occidente a Oriente. Los 38 mil millones de metros cúbicos de gas ruso que recibe China tras aquel acuerdo post-Crimea son apenas la quinta parte del volumen que llega a la UE. La firma del pasado mes añadirá otros 10 mil millones durante esta década pero exigirán nuevos oleoductos desde la lejana Siberia. Costarán decenas de miles de millones de euros y tres o cuatro años de obras. El precio es otra desventaja de alejarse de Europa. China lo recibe más barato porque Rusia finiquitó una década de regateos plegándose a las exigencias de Pekín cuando mordieron las sanciones de Occidente. Tampoco esta vez negociará con China desde una posición de fuerza. Li Xin, experto en relaciones internacionales, anticipaba en la agencia AP lo que le espera a Moscú: “No nos aprovecharemos de un país en dificultades pero las compañías chinas, como entes económicos, se esforzarán en conseguir los máximos beneficios”. Se espera, además, que caiga el precio del gas a partir de 2024, debido los nuevos yacimientos globales y el proceso de descarbonización en la UE. El mejor escenario para Rusia, en resumen, es vender más barato a China a medio plazo una porción del gas que ahora coloca en Europa. No parece un plan perfecto.

Tampoco la arquitectura financiera china para intercambios internacionales rivaliza con la occidental. El CIPS, nacido en 2015, se ha desarrollado con agilidad, pero su volumen diario de operaciones es ocho veces menor que el del SWIFT. Los castigos impuestos por Occidente, sin embargo, dejan un amplio margen de acción. “No creo que puedan saltarse el SWIFT pero hay bancos que no están sujetos a las sanciones. China ayudará a Rusia en todo lo que sea legal y tiene aún mucho margen. No todo está bloqueado. Incluso los bancos europeos pueden financiar importaciones de energía. ¿Por qué no iban a hacerlo los chinos?”, sostiene Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia Pacífico de Natixis. 

Alianzas

La cuestión previa a la capacidad de China para salvar a Rusia es la de su voluntad. Del conflicto ucraniano le perturba la salud de sus relaciones con la UE y posicionarse junto a Rusia las arruinará sin remedio. Las laxas sanciones aprobadas hasta ahora han permitido el auxilio a Moscú sin afrontar el dilema de priorizar sus intereses. Si los caminos legales se cierran, los bancos chinos podrían sufrir también los castigos, y para Pekín es tan prioritario impedir que Bruselas caiga en la órbita geopolítica estadounidense como proteger el comercio europeo. El socorro a Rusia tiene a Europa como límite geopolítico. Lo aclaraba el Ministerio de Exteriores chino esta semana: China y Rusia no son aliados, son socios estratégicos. No es un matiz irrelevante.

“China toma precauciones para no ser vista como la salvadora de Rusia y está constreñida en sus acciones. No quiere que se la asocie con la mala imagen de Rusia. A medida de que avance el conflicto, y cuantas más imágenes de destrucción veamos, más presiones sufrirá para que aclare hasta dónde llega su relación con Rusia”, opina Stanley Rosen, profesor de Ciencia Política en el Instituto Estados Unidos-China de la Universidad de South Carolina.