¿En Rusia, comprar en el supermercado será más caro por culpa de las sanciones? Los efectos de las hostilidades con Occidente son una de las principales preocupaciones de los rusos cuando ven que la tensión está al rojo vivo en la frontera ucraniana. Por lo general creen que al final se evitará una guerra abierta. Sin embargo, temen perder poder adquisitivo por un posible freno de las relaciones comerciales, a pesar de que las personas consultadas justifiquen las maniobras de Putin al percibir los movimientos de la OTAN como un intento de la alianza atlántica de tener más presencia en las puertas de Rusia.

 

Este diario ha reunido a cuatro ciudadanos de Moscú de entre 21 y 35 años para escuchar algunas de las opiniones de la calle sobre la tensión entre Rusia y Occidente focalizada en la frontera de Ucrania. "Me preocupa que este clima hostil tenga consecuencias en la vida cotidiana y pueda haber una subida de precios", afirma Andrey Elmanov, un joven de 29 años profesor de clases particulares. Cree que no habrá guerra en Ucrania, pero la sensación generalizada es que no es necesario abrir fuego para que se apliquen sanciones contra Rusia. Su razonamiento está justificado en la evolución de la economía a raíz de la ocupación militar y la anexión de Crimea, la península de Ucrania que después de un referéndum no reconocido por la comunidad internacional, se integró en Rusia el 2014.

 

Entonces, Estados Unidos y la Unión Europea impusieron sanciones a las compañías implicadas en la anexión de Crimea, y Rusia respondió con una reducción de las importaciones impulsando la industria del país. Sin embargo, los datos económicos han empeorado y es que los alimentos se encarecieron el año pasado un 10,6% según Rosstat, la agencia rusa de estadística, y el rublo se ha devaluado.

 

Pero no sólo son los precios, sino también las relaciones personales y el vínculo histórico entre Rusia y Ucrania. "Ya no existe la libertad de movimiento anterior a la del 2014 [el año en que revueltas derrocaron al gobierno ucraniano de Víktor Yanukóvix] y para los rusos es prácticamente imposible viajar a Ucrania", explica Ekaterina Anikanova, una joven dramaturga de 21 años.

 

"Ucrania no es humilde"

La dramaturga conoce a ucranianos que viven en Moscú y mantiene una buena relación con ellos, pero considera que el viraje de Ucrania hacia Europa, tras las protestas de Maidán de hace ocho años, ha fomentado "un orgullo" que repercute negativamente en la vida de sus habitantes. "El país no es humilde y no acepta el apoyo de Rusia, que tiene recursos que pueden beneficiarles. Como consecuencia, hay gente pasando frío y hambre", añade. Unas afirmaciones que caricaturizan la realidad porque, aunque la economía de Ucrania se ha resentido por la guerra en las regiones del este, autoproclamadas independientes [con 14.000 muertes y 1,5 millones de desplazados], no hay una hambruna generalizada en todo el país.

 

Los jóvenes consultados no ven a los movimientos del Kremlin como un intento de recuperar el antiguo imperio ruso, sino de conservar las fronteras actuales. "Rusia respeta que los antiguos países de la URSS sean independientes, así que no existe ninguna intención imperialista. Eso sí, Rusia quiere continuar como hasta ahora y debe protegerse porque la OTAN se acerca cada vez más, aumentando así la tensión", añade la joven. Una interpretación de la geopolítica actual que choca con la posición de muchos ucranianos que defienden el derecho del país a escoger las relaciones diplomáticas que más les interese y culpan a Rusia de amenazar con un contencioso bélico.

 

Mike Osk, un joven de 35 años que se dedica al mundo del cine, ha estado un par de veces en Kiev, la capital de Ucrania, y afirma que encontró personas que, pese a saber que es ruso, no se le han dirigido en su idioma, incidiendo en "la rusofobia" de un un amplio sector de la población.

Alexander Bylkin, director de marketing de 32 años, hace referencia a los dos espíritus de Ucrania, con "unas regiones en el oeste bilingües donde se habla sobre todo ucraniano, en oposición a las del este, donde básicamente se habla ruso y son fieles a Moscú". Cree que Putin quiere que el este de Ucrania sirva "de dique de contención" para que las fuerzas occidentales no estén al lado de la frontera.

 

El matrimonio ruso-ucraniano que evita discutir sobre el conflicto

Alexander Klokov, ruso de 41 años, y su esposa, Yulia Klokova, ucraniana de 29 años, no hablan en casa de la tensión creciente entre Rusia y Ucrania. Tienen posturas antagónicas. Uno sabe qué piensa el otro y, como igualmente la resolución del conflicto no depende de ellos, evitan discutir sobre el tema. "Conocemos a otras parejas mixtas que se han acabado separando por culpa de mantener posiciones contrapuestas y hablar con frecuencia", explica Klokov.

"Conocemos a otras parejas mixtas que se han acabado separando", afirma Alexander Klokov

"Desde el principio hemos tenido claro que no debíamos hablar de ello. Ella tiene su verdad y yo la mía", añade. El matrimonio espera un hijo y vive en Moscú, y la relación llevó a Alexander Klokov a vivir durante un año en la ciudad de su esposa, en el sur de Kyiv y en una región donde mayoritariamente se habla ruso. Corría el año 2011, antes de las revueltas de Maidán que elevaron las tensiones entre Ucrania y Rusia.

Ella, hasta ahora, en Moscú no ha recibido reproches ni comentarios maliciosos por parte de los rusos con los que trata. Eso sí, hay amigos con los que rifirrafe cuando debaten sobre el conflicto y por eso también evitan hablar de ello. Ella trabaja en el sector de los juegos de sobremesa, él es periodista y ha estado en la emisora ​​de radio en La Voz de Rusia, la actual Sputnik.