China lidia con su primer brote doméstico de ómicron en el peor lugar y momento: en Tianjin, a media hora en tren de Pekín, y cuando faltan tres semanas para que la capital prenda el pebetero de los Juegos Olímpicos de invierno. China sumaba media docena de casos de la nueva variante pero de peligro limitado, siempre diagnosticados en viajeros durante la forzosa cuarentena. Tianjin medirá la eficacia de la política de tolerancia cero en las nuevas y más contagiosas variantes del coronavirus.

La ciudad portuaria había informado de tres casos durante el fin de semana localizados en un centro educativo y este lunes, tras haber analizado a los contactos directos, elevaba la cifra a 21. Al menos dos corresponden a ómicron, un niño y una profesora que no han salido de China en los últimos meses. Sus positivos sugieren que el brote circulaba por la comunidad antes de ser detectado. Otros dos contagios de ómicron han sido detectados en Anyang, en la lejana provincia de Henan, vinculados al brote de Tianjin. De este se desconoce aún el origen pero las primeras investigaciones descartan los viajeros ya detectados previamente.

El Gobierno local ya ha adoptado el discurso bélico al uso. La ciudad será “el foso” que protegerá la capital, ha prometido el secretario del Partido Comunista, Li Hongzhong. “Encontrar la fuente de los contagios es la labor más urgente e importante”, ha añadido. Tianjin sirve de banco de pruebas, ha aventurado el epidemiólogo Zhang Boli a la prensa local: “Su experiencia dará una experiencia de gran valor a otras regiones en su lucha contra la pandemia”.

Nada al azar

Tianjin supone la mayor amenaza a los Juegos Olímpicos con los que China pretende demostrar que también los grandes eventos son posibles en tiempos pandémicos. Nada se ha dejado al azar y los pequineses han sido informados de que deben evitar cualquier contacto con el personal de la burbuja. Ni siquiera, han aclarado las autoridades hoy, si un vehículo con el distintivo olímpico sufre un accidente en las calles de la capital. Ese contexto explica que una veintena de casos entre los 13 millones de habitantes de Tianjin supongan un riesgo mayúsculo.

La ciudad ordenaba el domingo los protocolarios test masivos a toda su población. “Recibí el mensaje por Wechat -la red social más célebre en China- a mediodía y minutos después bajé al lugar indicado”, revela Chen Xixi, alta ejecutiva de una compañía carbonífera estatal. Aguantó ocho horas en la calle en el gélido invierno de la China septentrional con un café y un panecillo hasta que le tocó el turno. Culpa a la incompetencia de su complejo de viviendas y subraya que sus padres se ventilaron el trámite en media hora pero el episodio revela que no todas las ciudades exhiben aquella eficacia de Wuhan dos años atrás. En Xian, confinada durante las dos últimas semanas, algunos vecinos han lamentado la falta de suministros de alimentos. “En las próximas horas recibiré en el móvil el resultado de la prueba y, si es negativo, podré regresar a la oficina”, añade Chen. La casuística indica que Tianjin no se salvará del encierro si siguen creciendo los contagios en los próximos días. La medida amenaza la salud de las cadenas de suministro globales porque la ciudad cuenta con el puerto más relevante del norte del país.

Tianjin ya había cerrado el domingo muchas de sus líneas de metro y autobuses y clausurado sus atracciones turísticas. Tampoco se venden billetes de tren hacia y desde Pekín, que ha acentuado sus medidas de precaución. La inquietud crece en Tianjin cuando disminuye en Xian. La capital de la provincia de Shaanxi informaba de apenas una quincena de casos cuando la semana anterior frecuentaba el centenar.