"No le compren más al que aumenta (los precios)", pedía a los argentinos su extinto presidente Néstor Kirchner. En el undécimo aniversario de su muerte, la actual vicepresidenta, Cristina Fernández, recordó los consejos de su difunto marido, como si esa voz viniera del más allá para establecer un orden que parece imposible.

El Gobierno del presidente Alberto Fernández puso en marcha un plan para controlar los precios de 1.432 productos de la canasta de consumo masivo. La medida regirá hasta principios del próximo año, pero el peronismo piensa en sus resultados más inmediatos: en un país con un 40% de pobres, cada punto al alza de la inflación, que cerrará este año por encima del 50%, margina a miles y miles de familias. Entre los sectores socialmente más desfavorecidos se encuentran los votantes naturales del partido que volvió al poder en diciembre de 2019 con la promesa de curar las heridas agravadas por pandemia.

El desencanto con el Gobierno fue de tal hondura que en las primarias de agosto tuvo cinco millones de votos menos que en las presidenciales de 2019. Esos resultados auguran un desastre electoral en las legislativas del 14 de noviembre. El peronismo moviliza todas sus fuerzas para evitarlo. De lo contrario, perdería el control del Senado y su condición de mayoría en la Cámara de Diputados.

En medio de esa tormenta, Fernández lanzó una batería de disposiciones para mejorar mínimamente la condición de los millones de argentinos castigados. El control de precios es una de esas disposiciones. La Asociación Empresaria Argentina (AEA) auguró que la herramienta para evitar el alza de los precios está condenada al fracaso. "Es una medida muy negativa", aseguró. La Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) pronosticó un inminente desabastecimiento de los productos esenciales.

Una historia de tropiezos

La inflación es un trastorno cíclico. En 1973, el peronismo "congeló" precios y salarios. La inflación descendió del 80% al 27% en un año. Pero en 1975, una devaluación de la moneda del 50% abrió las compuertas de otra espiral inflacionaria. La dictadura militar (1976-83) también quiso aplicar el mismo remedio: la inflación pasó del 444% en 1976 a 177% un año más tarde. En 1981, una nueva devaluación tuvo nuevas consecuencias brutales. El primer gobierno post dictadura, el del presidente radical Raúl Alfonsín (1983-89), tropezó con la misma piedra y terminó medio año antes de tiempo, devorado por una hiperinflación. Su sucesor, Carlos Menem, dolarizó la economía. Pero antes padeció el mismo azote de su antecesor.

El kirchnerismo (2007-2015) llevó adelante el programa "Precios Cuidados". Su proeza fue finalizar ese ciclo político con una inflación anual del 25%. Mauricio Macri dijo que era muy "fácil" terminar con ese flagelo. Concluyó su presidencia con los mismos porcentajes inflacionarios previstos para este año.

El aumento del costo de la vida altera costumbres. Un kilogramo de tomate puede costar hasta 40% en dos verdulerías separadas por 200 metros de distancia. El poder corrosivo de la capacidad de compra es tal que el billete de mayor denominación de este país, de 1.000 pesos, es el que menos vale en la región: no llega a los siete dólares, según el precio que fija el mercado marginal.

"Golpe blando"

La candidata a diputada oficialista por la provincia de Buenos Aires, Victoria Tolosa Paz, denunció un intento de hacer fracasar el control de precios. Llegó hablar del peligro de un "golpe blando" promovido por las grandes cadenas alimentarias, cuya posición dominante en el mercado deja inerme a los consumidores. Fernández pidió a los gobernadores provinciales y los alcaldes municipales que den batalla por la estabilidad. Los seguidores de Cristina Kirchner se sumaron a las medidas de inspección en los supermercados. "Nos preocupa que lleguen militantes a nuestros negocios", se quejó la CAC. "Estamos asustados", aseguró Yolanda Durán, de la cámara de supermercados chinos.

La disputa tiene otro trasfondo mayor: las negociaciones entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Argentina debe pagar 44.000 millones dólares de deuda externa contraída por Macri. El organismo reclama, una vez más, que el país se ajuste el cinturón. Fernández aseguró ayer, durante el acto de homenaje a Néstor Kirchner, y antes de la Cumbre del G-20 en Roma, que no se "arrodillará" frente a esas exigencias. Las promesas son a veces en Argentina tan volátiles como los precios.