"Si el infierno existiese, era aquello". Apenas un par de días después de que las entrañas de Haití temblasen con violencia por segunda vez en poco más de una década, Miguel Ángel Tobías recuerda con más nitidez que nunca las escenas del país caribeño los días posteriores a aquel fatídico 12 de enero de 2010. El productor rememora el momento en que decidió hacer las maletas y cruzar el mundo para echar una mano a los que sufrieron la que la ONU califica como la segunda mayor catástrofe de la historia (320.000 muertos, incontables heridos, más de dos millones de personas sin hogar). Lo hizo como mejor sabe: con una cámara en la mano, una cámara que se convirtió en una ventana para que el resto del mundo contemplase la realidad devastadora tras el terremoto. El documental 'Sueños de Haití', lejos de caer en el sensacionalismo de las dantescas imágenes de un Puerto Príncipe arrasado, es un canto a la esperanza, la misma que transmiten los supervivientes. "Decían que soñaban con un futuro mejor, que el terremoto podía suponer una oportunidad para salir adelante", recuerda. Por desgracia, la realidad es bien distinta.

El alma solidaria de 'Sueños de Haití' ayudó a recaudar millones de euros para las víctimas, una cantidad que el propio presidente de Haití no le supo concretar a Tobías en un encuentro entre ambos en Madrid años después del seísmo. "Dio la vuelta al mundo", recuerda. Ahora el objetivo es que vuelva a tomar impulso para ser una vez más un faro de esperanza para los haitianos. "La gente tenía que darse cuenta de la necesidad de ayudar a ese pueblo", afirma el productor, que aceptó el reto de conseguir que la tragedia volviese a estar de actualidad cuando el planeta había vuelto a cerrar los ojos a la devastación que dejó tras de sí un temblor de más de siete grados en la escala de Ritcher.

Miguel Ángel Tobías cuenta cómo la clave del documental, que lograron nutrir de testimonios de víctimas que hablaban español, fue su actitud: fueron allí para vivir como los haitianos: "No podían ver a los medios. Los periodistas llegaban en todoterrenos de lujo, rodaban el informativo y volvían a los hoteles que quedaban en pie. Nosotros dormíamos tirados en las calles". Recuerda cómo mostrar una cámara era un peligro pero cómo acercando su discurso, haciendo ver su voluntad de ayudar, lograron el respeto de los locales, un pueblo que califica como "fuerte, orgulloso, valiente y digno".

Acompañado de otros tres españoles, Tobías aterrizó en Santo Domingo, donde alquiló una furgoneta que llenó de provisiones, desde agua y comida hasta tiendas de campaña o combustible. "Teníamos que ser autosuficientes", dice, pero su plan saltó por los aires a medida que se acercaban a Puerto Príncipe. "Lo fuimos repartiendo todo, llegamos sin nada. Éramos uno más". Pero en realidad no lo eran, eran "cuatro blancos caminando por Haití". Cuatro españoles en mitad de una catástrofe humanitaria a casi 7.000 kilómetros de su familia: "Es, sin duda, lo más fuerte que he vivido en mi vida, no a nivel profesional, sino a nivel humano. Habíamos estado en otras zonas devastadas, en territorios en guerra, pero todos los que estábamos allí coincidíamos: no habíamos visto nada como aquello".

Miguel Ángel Tobías, en Haití. Cedida por Miguel Ángel Tobías

Ahí empezó la lucha por la supervivencia. "Mantenerse vivo era un milagro. En las calles se encontraba lo mejor y lo peor del ser humano. Había asesinatos a diario, la gente mataba por comida. Los hospitales no estaban en pie... No se podía vivir, imagínate rodar un documental", recuerda en una conversación con PRENSA IBÉRICA. Es inevitable que se ponga la piel de gallina cuando cuenta cómo logró impedir que una turba de exaltados ahorcase a un adolescente de 13 años que había robado comida. "Se aferró a mi espalda como si fuese una mochila, no se separó de nosotros hasta el día siguiente", subraya.

Ahora la historia ha vuelto a repetirse, aunque él mismo explica que la situación no parece tan extrema como hace once años. "Eso sí, las necesidades de entonces se repiten ahora porque no las hemos cubierto", critica, y continúa: "Haití es un estado fallido, es irrecuperable. Lo mejor que podría pasar es que desapareciera porque no tiene nada que haga que sea un país atractivo. Además, tiene una corrupción gigantesca", reconoce. Pero eso no quiere decir que haya que abandonar a sus habitantes: "Son seres humanos. Hay que proporcionarles comida, medicinas y educación. Esta última es la clave para que puedan escapar del país, para que una familia entera se salve del infierno".

Por eso, no tiene dudas de que este seísmo es una llamada a la acción. El planeta lanza un mensaje claro: "¿Qué más tiene que pasar para que comprendáis que la Tierra debería ser un único país, que solo hay una raza?", afirma rotundo Tobías, que ejemplifica también otros desastres como la toma de Afganistán por los talibanes o la pandemia de coronavirus.

¿Cuál es la clave para que el mundo se movilice? Traer la tragedia a tu entorno. "Cuando estaba allí y veía a un niño pensaba que podría ser mi sobrino. Cuando veía a una mujer mayor pensaba que podría ser mi madre. Cuando veía a una chica pensaba que podría ser mi hermana", recuerda, al igual que cuenta cómo le comunicó a su madre su decisión de viajar a Haití pocas horas después de que la tierra temblase. "Le dije que si hubiese aquí un terremoto y yo muriese me gustaría que gente del otro lado del mundo viniese a ayudarla a ella. Le cambió la cara y me dijo: 'Rezaré por ti, ve a Haití'".