El 1 de febrero de 2021 Birmania dejó de ser una República parlamentaria para estar bajo el yugo de un Ejército que utiliza cualquier medida de presión para amedrentar a la población. Si bien el país se ha visto acosado por la inestabilidad política desde que declaró su independencia de Reino Unido, entre 2011 y 2015 comenzó una transición democrática llamada a culminar tras las elecciones del 8 de noviembre, que dieron a la Liga Nacional para la Democracia (LND) una victoria aplastante.

Mientras, la formación de los militares, Partido Unión, Solidaridad y Desarrollo, obtuvo sólo 33 escaños. Horas antes de que el Parlamento confirmara los resultados de los comicios, que darían de nuevo el poder a la premio Nobel Aung San Suu Kyi, considerada como el símbolo de las aspiraciones democráticas de Birmania, el Ejército asumió el poder, declaró el estado de emergencia durante un año y detuvo a los principales dirigentes del país, incluida Suu Kyi.

Tras sucesivos gobiernos militares en Birmania, los últimos años representaron para la nación asiática un rayo de esperanza. En este contexto, el paso para atrás resulta más doloroso, más frustrante. Así lo considera Paing Aung -nombre ficticio-, residente birmano en España, que cuenta en una entrevista concedida a Europa Press que "ver todo lo que se ha construido en los últimos diez años convertido en la tragedia que vemos en las noticias hoy es particularmente frustrante".

Paing Aung, que ha preferido mantener su anonimato, narra que desde la liberación de Suu Kyi de su arresto domiciliario en 2011, las expectativas para el futuro de Birmania eran "optimistas". "Recuerdo ser un niño en Rangún y ver muy pocas personas y empresas extranjeras debido a las restricciones impuestas por el régimen militar y la falta de confianza del mundo exterior en lo que respecta a la apertura de negocios en Birmania", comenta.

Sin embargo, "una vez que la dictadura había caído, el estado anímico cambio dramáticamente", apostilla. "Incluso hace dos años, cada vez que visitaba mi país durante las vacaciones, estaba impresionado por la velocidad a la que se estaba desarrollando y, lo que es más importante, la forma en la que mejoraba la vida de las personas", continúa.

Entre estas mejoras, Paing Aung enumera las tasas de alfabetización, las condiciones sanitarias de la ciudadanía y "la sensación de que la población vivía en un país que tenía un futuro brillante".

Violenta represión

La población birmana no ha permanecido en silencio. Tras el golpe, se suceden protestas multitudinarias en varios puntos del país, como las ciudades de Rangún o Mandalay. Según comenta Paing Aung, todos los sectores económicos de Birmania participan por igual "negándose a trabajar bajo el régimen militar". "Esto es parte de lo que se ha llamado 'Movimiento de Desobediencia Civil'", precisa, detallando que fue el sector médico el que lo inició a nivel nacional en los primeros días inmediatamente después de la asonada.

La respuesta del Ejército, por su parte, es cada vez más dura, pasando del uso de elementos de dispersión de multitudes como balas de goma, cañones de agua o gases lacrimógenos al uso de fuego real o, según denunció Amnistía Internacional (AI), "armas de guerra" para perpetrar lo que el organismo tildó de "baño de sangre".

Naciones Unidas, que ha denunciado repetidamente la "violenta represión" contra los birmanos, cifró a principios de esta semana en 149 los fallecidos en la represión de las protestas, resultado del "uso ilegal de la fuerza letal", que "se ha disparado" durante los últimos días. A pesar de que cada vez es más difícil confirmar la información que llega desde el país, en particular desde la imposición de la ley marcial en Rungún o Mandalay, la ONU también señaló que 2.084 personas permanecen detenidas "arbitrariamente".

Además, torturas a detenidos, desapariciones forzadas, apagones de internet, arrestos de periodistas y una espiral que amenaza con intensificarse. No obstante, estas medidas no han contenido las movilizaciones en Birmania que, según cuenta Paing Aung, cuentan con el apoyo de la diáspora birmana en varios países, que organizan "protestas pacíficas" en este sentido.

Paing Aung, que nació en Rangún y tiene a miembros de su familia allí, cuenta que sus conocidos le comentan que la situación general en el país es "muy negativa" y "hay mucho miedo". Así, las personas a las que él conoce no participan en las protestas "de forma activa", principalmente por el "miedo" que les causan. "Y no tienen intención de hacerlo especialmente ahora que el nivel de violencia está aumentando", matiza.

Cuestionado sobre si los apagones de internet frenan de algún modo que la gente pueda organizarse para protestar, especifica que "no les disuaden". "Es importante mencionar que, al crecer en Birmania, los apagones han sido una parte muy común de mi vida diaria", precisa.

Pero la realidad es que los apagones de internet impiden la comunicación fluida, entre nacionales y con el exterior, y no llegan muchas imágenes del contexto de las protestas. Además, hay que remitirse a los intentos de las Fuerzas Armadas birmanas -conocidas como Tatmadaw- para censurar los contenidos relacionados con las críticas al golpe de Estado.

"Lo que es preocupante respecto a esto son los métodos con los que el Ejército intenta suprimir la difusión de la información", apuntala Paing Aung, que narra que aquellos que intentan grabar lo que está ocurriendo y compartirlo en internet, "ven sus vidas amenazadas". "Han surgido vídeos de soldados disparando a las ventanas de la gente con balas reales por haberles grabado", lamenta.

Paing Aung también dice que el Ejército birmano está "activo" en la red social TikTok últimamente. "La plataforma se está utilizando como medio para hacer llegar amenazas de muerte a los ciudadanos", cuenta, detallando que "los vídeos en los que se ve a los soldados presumiendo de sus armas con la intención de disparar a la gente en la cabeza si van a protestar han sido una tendencia común (en la red social)".

En cuanto al papel de las redes sociales, Paing Aung señala que, "actualmente", no tiene conocimiento de que se exprese "ningún desacuerdo" respecto al golpe de Estado en estas plataformas, pero se ha mostrado "seguro" de que "hay una minoría muy ruidosa que lo apoya y a la agenda de los militares". Además, informa, el Ejército interviene en los medios de comunicación "de forma activa".

El embajador de Birmania ante la ONU, Kyaw Moe Tun, sufrió las consecuencias de mostrarse en desacuerdo con el golpe. Tras condenarlo y defender a la líder depuesta, la junta militar que gobierna el país, liderada por Min Aung Hlaing, le destituyó por "no seguir las órdenes e instrucciones estatales" y "perpetrar traición".

Comunidad internacional

Paing Aung, preguntado sobre su opinión del rol de la comunidad internacional tras la asonada, considera que su posición está "bien articulada", pero "no es efectiva", aunque advierte de que no es un experto sobre el asunto. "Honestamente, no creo que la comunidad internacional esté haciendo todo lo que puede para apoyar", indica, subrayando que, a su juicio, "no ha habido ninguna acción real por parte de la ONU o de la Unión Europea que haya sido capaz de disuadir la violencia y apoyar adecuadamente la causa".

"Hasta ahora, la respuesta de la comunidad internacional parece surgir del puro diálogo, ya que los miembros de las partes interesadas parecen limitarse a 'condenar' la violencia sin emprender ninguna otra acción", concluye. Estados Unidos impondrá sanciones contra los líderes del golpe en Birmania, mientras que la UE ya ha amagado con seguir el mismo camino.