Suecia, que ha seguido una estrategia relativamente laxa contra el coronavirus, limita desde este martes a ocho el número de personas en reuniones públicas, la más radical de las medidas impulsadas frente a la segunda ola por el Gobierno, que ha asumido ahora un papel más intervencionista.

La restricción sobre las reuniones -decisión "sin parangón en tiempos modernos", según el primer ministro socialdemócrata, Stefan Löfven- sigue a las de no permitir la venta de alcohol a partir de las 22 horas y la de cerrar la hostelería y los clubes nocturnos a las 22.30, que entraron en vigor la semana pasada.

Ninguna estuvo motivada por una petición de la Agencia de Salud Pública (FHM), responsable de marcar una estrategia que hasta ahora ha consistido en muchas recomendaciones y llamamientos a la responsabilidad individual.

Aunque el Gobierno ha asegurado que las medidas se tomaron en "estrecho diálogo" con las autoridades sanitarias, el epidemiólogo jefe de la FHM, Anders Tegnell, se desmarcó hace unos días diciendo que el contacto había sido mínimo y que la decisión es del Ejecutivo.

"Mantenemos un diálogo continuo, el Gobierno dice lo que decimos: que todos debemos trabajar para parar esto. El Gobierno se mueve en el área donde siempre ha estado, necesitamos medidas legales. El reparto de tareas es el de siempre, tenemos plena confianza mutua", dijo hoy mucho más conciliador Tegnell en rueda de prensa. En esa comparecencia se notificaron 94 muertes desde el viernes, para un total de 6.500, y 225.560 contagiados.

El conservador Svenska Dagbladet, uno de los grandes diarios suecos, ha apuntado, sin embargo, citando fuentes gubernamentales anónimas, a la "frustración" por los pronósticos errados de la FHM. Si en primavera Suecia se convirtió de lejos en el país nórdico con mayor mortalidad por COVID-19, en verano sus cifras de contagio llegaron a estar por debajo de las de sus vecinos. Pero en las últimas semanas ha vuelto a superar al resto, cuando la FHM pronosticaba hace un par de meses que solo habría brotes locales.

El último informe semanal de las autoridades sanitarias señala que continúa la "amplia" propagación del contagio y la tendencia al alza, con una subida del 24 % de nuevos casos. Con una incidencia de 577,3 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días, Suecia duplica la de Dinamarca y triplica la de Noruega, aunque lejos de los países más afectados por la segunda ola.

Suecia registró el miércoles pasado 96 muertos por COVID-19, la mayor cifra diaria en cinco meses, aunque incluía también un buen número de fallecimientos anteriores aún no contabilizados. Las 21 regiones en que se divide el país han extremado las recomendaciones, instando a reducir al mínimo el contacto social.

"Lo que hagamos ahora influirá en cómo serán las Navidades, en quiénes podrán estar con nosotros. Puede que suene duro, brutal, pero la realidad es precisamente tan dura y brutal", dijo el domingo Löfven en un discurso a la nación, su cuarta comparecencia pública en apenas una semana.

Pese a la dureza de sus palabras y de las nuevas medidas, también hay datos que invitan al optimismo: el aumento de nuevos ingresos y de pacientes en la UCI se ha ralentizado, la mortalidad en enfermos hospitalizados tras 14 días se redujo a la mitad de marzo a octubre y la cifra de reproducción ha caído de 1,55 a 1,16.

Deficiencias en las residencias

Los test de la pasada semana revelan que uno de cada tres residentes en Estocolmo tenía anticuerpos del virus, el doble que un mes atrás, lo que supondría un avance hacia la inmunidad de rebaño, objetivo nunca declarado abiertamente por la FHM pero que los críticos de la estrategia sueca le echan en cara. "Es una cuestión complicada, pero no vemos signos de una inmunidad en la población que frene el contagio", aseguró hoy Tegnell, quien cree que el pico se alcanzará dentro de dos semanas.

Un informe del Servicio de Inspección de Sanidad difundido este martes confirma las deficiencias denunciadas por distintas autoridades: uno de cada cinco pacientes de residencias suecas contagiados con el coronavirus no fueron examinados por un médico. "Esto es simplemente inaceptable", declaró la directora general de este organismo, Sofia Wallström. Löfven calificó de "muy grave" las revelaciones del informe e instó a las autoridades regionales a solucionar las deficiencias.

El giro en la estrategia contrasta también con la propia actitud del Gobierno, que hace poco más de un mes, cuando la segunda ola era una realidad en varios países europeos, decidió permitir eventos de hasta 300 personas sentadas y las visitas a asilos.

Polémica con el uso de mascarillas

Lo que no ha variado es la posición de las autoridades sanitarias respecto a las mascarillas, un escepticismo que han ido abandonando el resto de países nórdicos y que se basa en la falta de evidencias de sus beneficios y en que puede dar una sensación de falsa seguridad. "Es una cuestión controvertida. En Suecia apostamos por la distancia como primera herramienta. En este momento no vemos necesario recomendar su uso común", reiteraba hace unos días Karin Tegmark Wisell, viróloga del FHM.

La Real Academia de las Ciencias sueca, que cada año elige los ganadores del Nobel en varias disciplinas, anunció hace unos días que recomendará el uso de la mascarilla en sus locales, siguiendo el consejo de su grupo expertos sobre COVID-19. "No hay nada que indique que su uso pueda aumentar el contagio", declaró su presidente, Staffan Normark.