Hubo un tiempo no tan lejano en que los debates presidenciales en Estados Unidos eran no un circo o un bochornoso espectáculo, sino un choque civilizado, también a menudo inane, de ideas políticas. Quizá ese tiempo regrese pronto. A modo de ventana hacía ese pasado y ese posible futuro ha servido este miércoles por la noche desde Salt Lake City (Utah) el debate de vicepresidentes entre la nominada demócrata Kamala Harris y el republicano Mike Pence, un careo marcado de múltiples formas por el coronavirus .

Ha sido un ejercicio no exento de discrepancias que muestran diferencias políticas e ideológicas profundas, incluyendo sobre cómo abordar la crisis. Tampoco ha estado libre de ataques pero ha sido bastante contenido en las formas. Seguramente tendrá poco impacto en la carrera electoral hacia la Casa Blanca que libran el presidente Donald Trump y Joe Biden y eso es algo que en este momento, y según lo que dicen las encuestas, sería bueno para el demócrata.

Expectación

Había especial expectación ante el cara a cara de Harris y Pence, especialmente porque más de uno se los ha imaginado en el Despacho Oval dado el contagio de Covid-19 del presidente Donald Trump y teniendo en cuenta que tanto el mandatario como el aspirante demócrata Joe Biden son septuagenarios (74 y 77 años respectivamente). Pero tanto Harris, de 55 años, como Pence, de 61, han eludido la pregunta directa sobre las posibles sucesiones.

No ha sido el único interrogante que han dejado sin respuesta en un encuentro donde ha acabado frenando el flujo de los cruces el extremo rigor con los tiempos de la moderadora Susan Page, periodista de 'USA Today', empeñada en asegurar que no se repetía el espectáculo lamentable del debate entre Trump y Biden en Cleveland. Tampoco ha ayudado que Page no se saltara el guión o incidiera en los múltiples interrogantes eludidos por los candidatos en temas tan fundamentales como el aborto, el futuro del Tribunal Supremo o, el más inminente y preocupante, qué hacer si Trump no acepta los resultados de una posible derrota electoral.

La pandemia

Con la pandemia como primer tema colocado sobre la mesa, y en un escenario donde se habían instalado pantallas de metacrilato y se había incrementado la distancia de seguridad entre los candidatos, perfecto recordatorio de la crisis que aún azota al país, Harris ha abierto con fuerza. "El pueblo americano ha sido testigo del mayor fracaso de cualquier administración presidencial en nuestra historia", ha asegurado la senadora y exfiscal de California. Y no solo ha hecho un repaso de las pérdidas humanas y el sufrimiento económico sino que, mirando a cámara, ha recordado a los estadounidenses que Trump y Pence, al frente del grupo de trabajo sobre el coronavirus de la Casa Blanca, "sabían lo que estaba pasando y no se lo dijeron".

En señalar a la pésima gestión de la pandemia de una Administración a la que ha acusado de "ineptitud" e "incompetencia" Harris ha puesto su foco y ha tenido algunos de sus mejores momentos, y también ha hilado perfecto esa denuncia con la del asalto de Trump, Pence y los republicanos a la reforma sanitaria de Barack Obama justo en este momento. "Si tienes problemas médicos previos, van a por ti", ha dicho Harris, una vez más mirando directamente a la cámara y tocando uno de los asuntos que más daño está haciendo a los republicanos.

Pence, distinto e igual a Trump

Pence por su parte ha defendido la respuesta a la pandemia de la Administración intentando acusar a Harris y Biden de "hacer política" con la crisis, volviendo los ojos a la respuesta de la Administración de Obama a la gripe porcina o acusando directamente a Harris de estar minando la confianza en la vacuna justo después de que la senadora hubiera dicho sobre si se la pondrá o no: "Si el doctor Anthony Fauci y los expertos lo recomiendan seré la primera. Si me lo dice Donald Trump no la tomaré".

El exgobernador de Indiana y antiguo locutor de una radio cristiana ha demostrado una vez más en el debate que, pese a tener formas tan distintas a las de Trump, está perfectamente aliado con el mensaje que lanza el ocupante de la Casa Blanca y también con algunas de sus tácticas y con su manual. El número 2 de la Administración de los "hechos alternativos", por ejemplo, le ha dicho a la demócrata en varias ocasiones que "tiene derecho a su opinión pero no a los hechos". Paradójico, cuando menos, cuando en los 90 minutos él ha dejado un reguero de declaraciones que no pasan el examen de la verdad.

Justo tras negarse a admitir de nuevo el impacto humano en el cambio climático, Pence ha tirado también del manual de campaña de Trump y ha usado la palabra "radical" para definir la agenda medioambiental de Harris, dando altavoz a la línea de ataque macahaconamente repetida por el presidente de que un triunfo de Biden sería el de la izquierda radical .

Pence y Harris han chocado también por el Tribunal Supremo y por la nominación de la jueza Amy Coney Barrett, con Harris negándose a contestar si los demócratas aumentarán el número de jueces en el Alto Tribunal si ganan, un asunto en el que ha tratado de ponerle contra las cuerdas Pence, consciente de cuánto arrastra a votantes conservadores.

Se han enfrentado, asimismo, por la política fiscal y medioambiental, por la relación con China, Rusia e Irán o por cuestiones de racismo en EEUU, protestas contra la brutalidad policial o reforma de la justicia penal. En estos últimos Harris, hija de inmigrantes dela India y Jamaica y la primera mujer negra en un `ticket' presidencial y antigua fiscal, ha hablado con más autoridad que Pence, encerrado en el discurso de "ley y orden" de un presidente que, en el anterior debate, por más que intentara negarlo Pence, eludió condenar el supremacismo blanco e incluso lanzó a un grupo de extrema derecha el polémico mensaje "estad preparados".

No está claro que Harris o Pence vayan a haber convencido a votantes que no estuvieran ya en sus filas, pero el debate sí ha servido para ponerlos algo más bajo los focos. El republicano, del que se da por seguro que pase lo que pase intentará buscar la presidencia en 2024, ha recordado sus firmes credenciales conservadoras, por si alguien las ha olvidado alguna vez bajo el caos que crea a su alrededor Trump. Y Harris, en cuyas ambiciones también tiene espacio el Despacho Oval, ha dado otro paso hacia el escenario nacional.