Cuando alguien entra en un hospital, un supermercado o un hotel de Wuhan debe pasar siempre por un mismo ritual de naturaleza casi obsesiva: que un guarda le rocíe concienzudamente con espray desinfectante para reducir los riesgos de transmisión del coronavirus.

Además de la obligatoria toma de temperatura para detectar si la persona tiene fiebre, uno de los síntomas de la Covid-19, la desinfección ha sido, desde el comienzo de la epidemia, una de las prioridades de China para frenar el brote.

En Wuhan, la cuna de la epidemia, el transporte público, los centros comerciales y otros lugares por donde circulan los 11 millones de residentes de la ciudad la limpieza e higienización es constante y se hace a gran escala.

A cualquier hora de la mañana es posible encontrarse con camiones cisterna que riegan las aceras con una solución desinfectante con vistas al 8 de abril, día en que está previsto que se levanten definitivamente las estrictas restricciones impuestas hace más de dos meses en la ciudad.

También es común encontrar por las calles trabajadores que pasan su jornada fuera de casa vestidos con trajes de protección blancos, y en algunas avenidas se realizan pruebas de coronavirus en puestos improvisados para aquellos que quieran volver al trabajo de inmediato.

Objeto de este proceso ha sido también el mercado de marisco en el que se cree que comenzó a propagarse el brote -hoy cerrado y cuyo acceso está vetado, según constató EFE-, lo que sin embargo podría dificultar las investigaciones sobre el origen del patógeno.

Durante los últimos días, la prensa local ha detallado también las labores de desinfección en el transporte público: además de los autobuses interurbanos, los ferris y el metro, acaba de ser desinfectado el aeropuerto de la ciudad, que retomará sus operaciones el 8 de abril, según la cadena estatal CCTV.

Para ello se han necesitado 161 profesionales que desinfectaron un área de alrededor de 570.000 metros cuadrados incluyendo ascensores, sistemas de aire, bancos y carritos para transportar los equipajes.

Jabón y geles

En recibidores y cuartos de baño de todo tipo de establecimientos aparecen dispensadores de jabón o geles instalados durante este tiempo que se acompañan de eslóganes que invitan a su uso por cualquier persona que vaya a entrar o salir del lugar.

Concienciar a la población de la importancia de la higiene ha sido una de las claves para que Wuhan saliera de su agujero, afirma a EFE el doctor Ren He -es un pseudónimo, dado que prefiere no revelar su verdadero nombre-, del Union Hospital de la ciudad.

La desinfección tiene como objetivo eliminar cualquier microorganismo presente en las superficies, y sorprende cómo en la ciudad se aplica minuciosamente en puertas, ventanas, en los pedidos que llegan a domicilio y hasta en los botones de los ascensores.

"La desinfección es tan importante como un buen tratamiento. La razón es muy sencilla: ayuda a reducir el riesgo de que la gente se contagie", explica.

Una de las claves para contener la epidemia, según Ren, es la prevención: "En el caso de los doctores, primero, protegerse a uno mismo, y después, a los pacientes".

La importancia de la mascarilla

El doctor explica que cuando estalló el brote, les sugirieron el uso de mascarilla, que pronto pasó a ser obligatorio.

"Su uso masivo viene de los tiempos en que China tuvo que afrontar el síndrome respiratorio agudo y grave (SARS) en 2002. Todo el mundo debería llevarla si sale fuera. El único momento en que yo no la llevo es cuando estoy en casa", asegura el médico.

El peor momento que ha vivido, añade, fue en la última semana de enero, cuando el sistema sanitario estaba cerca de colapsar y los pacientes empeoraban muy deprisa.

"Llegó material, doctores de otras provincias chinas, y aprendimos cómo combatir el virus. En muchos pacientes, el periodo de aislamiento fue suficiente porque su sistema inmune era fuerte. Pero los críticos necesitaban ventilación", indica.

"Una persona de 97 años logró recuperarse, y su mujer, de 80 años, también. Fue uno de los mejores momentos que viví", relata.

De cara al futuro, el doctor cree que, aunque muchos wuhaneses aún desconfíen de salir de casa, antes o después tendrán que hacerlo: "Geles desinfectantes y mascarillas es todo lo que necesitan. No pueden quedarse en casa para siempre. Si alguien tiene miedo, que minimice su tiempo fuera", dice.

"Quiero enfatizar que hasta que haya una vacuna, nadie va a estar 100 % seguro. Eso es algo con lo que tendremos que vivir", concluye.

Ligero repunte de casos

Por otra parte, los nuevos contagios de coronavirus repuntaron en China este sábado hasta alcanzar los 30 casos, de los que 25 se detectaron en personas llegadas del exterior, mientras que se produjeron tres nuevos fallecimientos, informó hoy la Comisión Nacional de Sanidad.

Los cinco casos de contagios a nivel local se registraron en la provincia meridional de Cantón y las muertes fueron todas en Wuhan, capital provincial de Hubei.

Hasta la medianoche del sábado hubo 11 nuevos casos sospechosos procedentes del extranjero mientras que 213 pacientes fueron dados de alta y 36 personas dejaron de estar graves.

El número de casos confirmados en China se eleva a 81.669, de los que 76.964 han siso dados de alta y 3.329 han muerto.

Permanecen activos 1.376 casos, 295 de ellos graves, mientras que 17.436 contactos cercanos están todavía bajo observación médica.

El pasado 12 de marzo el Gobierno chino declaró que el pico de transmisiones había llegado a su fin en el país asiático.

Ante la práctica ausencia de nuevos casos, el próximo 8 de abril está previsto que se levante la cuarentena en Wuhan, donde comenzó el brote que posteriormente se extendió al mundo.