La "esperanza" de decenas de miles de brasileños se vio este martes renovada con la llegada al poder del nuevo presidente de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro, quien tomó posesión de su cargo en medio de una inédita operación de seguridad en la capital del país.

Con un despliegue policial sin precedentes, Brasilia se "militarizó" para recibir a su nuevo mandatario, quien este martes tomó el testigo de Michel Temer tras ser elegido en las urnas con un 56 % de los votos, frente al progresista Fernando Haddad, sucesor del encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, en la carrera presidencial.

Tras hacer la señal de la cruz y realizar el saludo militar frente a la Catedral de Brasilia, Bolsonaro partió en un Rolls Royce "Silver Wraith" descapotable hasta el Congreso, donde juró la Constitución, prometió fortalecer los valores "judeo-cristianos", combatir la "ideología de género" y situar a "Dios por encima de todos", uno de sus principales lemas de campaña.

Posteriormente, desde el balcón del Palacio de Planalto, la sede del Gobierno, Bolsonaro, acompañado de su mujer, Michelle, se dirigió a miles de personas, que lo recibieron al grito de "Mito" y "El capitán llegó".

El mandatario quebró el protocolo y le dio la palabra a su esposa, quien se dirigió a los brasileños en el lenguaje de señas de los sordomudos, un gesto que fue ampliamente aplaudido por el público.

A continuación, el presidente reiteró las líneas maestras de su Gobierno, subrayó la lucha de su Gobierno contra el socialismo y recalcó que la bandera de Brasil "nunca más será roja", en referencia al ahora opositor Partido de los Trabajadores.

Sus palabras fueron aclamadas por las decenas de miles de brasileños que se concentraron en la Explanada de los Ministerios, una céntrica avenida de Brasilia que concentra todos los poderes públicos de Brasil y en la que las autoridades esperaban hasta a cerca de medio millón de personas.

La cifra, sin embargo, fue menor de lo esperado debido, entre otros motivos, a una amenaza de lluvia que no se concretó y a los minuciosos controles de seguridad establecidos en todo el perímetro ante el miedo de un nuevo atentado contra Bolsonaro, quien permaneció un mes hospitalizado tras ser apuñalado durante un acto de campaña el pasado mes de septiembre.

La joven capital brasileña, inaugurada en 1960, reunió a firmes seguidores de Bolsonaro, pero también a miles de personas que se dicen cansadas de la corrupción, del juego de la vieja política, de los 13 años de Gobierno del PT de Lula da Silva y de una violencia sin freno que tan solo el año pasado costó la vida a más de 60.000 personas.

Cargado de "esperanza", el brasileño Miquel Requena condujo 12 horas desde Primavera do Leste, en el estado de Mato Grosso (centro-oeste) hasta Brasilia para acompañar junto a su mujer y sus dos hijos pequeños la investidura de Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura militar (1964-1985).

"Bolsonaro significa un Brasil mejor, menos corrupción, menos violencia, significa la esperanza", afirmó Requena, vestido, al igual que el resto de la familia, con una camiseta con el rostro del nuevo presidente.

En esa línea coincide también Julio Sales, quien viajó durante un día y medio en autobús para respaldar al capitán de la reserva del Ejército, quien hoy reafirmó su compromiso con los valores tradicionales, la familia y la religión.

"Bolsonaro significa un cambio en nuestro país, pasamos por numerosos problemas causados por gestiones anteriores alineadas a la izquierda", sostuvo Sales, favorable a la liberación de la tenencia de armas defendida por el nuevo jefe de Estado.

La ceremonia de investidura de Bolsonaro transcurrió entre estrictas medidas de seguridad y un despliegue de unos 12.000 efectivos de organismos de seguridad, que incluyen a cuerpos de Policía y de las tres Fuerzas Armadas.

La operación incluyó el refuerzo de blindados y helicópteros, con cazabombarderos listos para despegar frente a cualquier amenaza y misiles antiaéreos autorizados por decreto a derribar aeronaves "hostiles" durante una investidura que hoy abrió paso a la ultraderecha en Brasil.