El número de muertes probables en el marco del último brote de ébola declarado en la República Democrática del Congo (RDC) ascienden a 85, de las que 54 se han confirmado como casos positivos, según los últimos datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad de este país africano.

Este último informe, distribuido en la noche del martes y actualizado a fecha del pasado lunes, apunta que el total de casos asciende a 124, una cifra que se desglosa en 31 probables y 93 confirmados.

El Ministerio indica que el principal foco actual de la enfermedad se sitúa en el distrito de Ndindi, en la ciudad de Beni, una de las principales de la zona, donde se han registrado el 70 % de los últimos 20 casos confirmados debido a que sus habitantes se niegan a colaborar con las autoridades.

Los residentes en Ndindi, lamenta la institución, ocultan a las personas enfermas, se niegan a que los sanitarios se lleven a los pacientes a centros médicos para ser tratados y no participan en la campaña de vacunación, que tiene como objetivo frenar los contagios.

En esta zona se han registrado incidentes violentos contra personal médico y contra las instalaciones sanitarias, por lo que el Gobierno ha decidido apostar por el diálogo con los líderes locales.

La vacunación, que comenzó el pasado 8 de agosto, ha alcanzado ya a un total de 6.134 personas.

Asimismo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), veinticuatro pacientes han recibido tratamientos experimentales contra el ébola: mAb114 (13 personas), Remdesivir (7 personas) y Zmapp (4 personas).

El brote, de la cepa Zaire -la más mortal que existe-, fue declarado el pasado 1 de agosto y ha afectado a las provincias de Kivu Norte e Ituri, dos zonas afectadas por el conflicto, lo que dificulta las tareas de los servicios sanitarios.

Es el segundo de 2018 en el país y el peor registrado en una década en la RDC, y comenzó tan solo ocho días después de que el ministro de Sanidad, Oly Ilunga, proclamase el fin de otro de otra cepa distinta en la provincia de Ecuador (noroeste).

El virus se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales contaminados y es más virulento cuanto más avanzado está el proceso, con lo que puede llegar a alcanzar una tasa de mortalidad del 90 %.

La peor epidemia de ébola conocida en el mundo se declaró en marzo de 2014, con primeros casos que se remontan a diciembre de 2013 en Guinea Conakry, desde donde se expandió intensamente a Sierra Leona y Liberia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) marcó el fin de esa epidemia en enero de 2016, después de registrarse 11.300 muertes y más de 28.500 casos, aunque la agencia de la ONU ha admitido que estas cifras pueden ser conservadoras.