La oposición demócrata a Neil Gorsuch, el juez nominado por el presidente de EEUU, Donald Trump, para ocupar la vacante vitalicia en el Tribunal Supremo, forzó hoy a los republicanos a cambiar las normas del Senado para que la confirmación solo requiera una mayoría simple.

Como los republicanos gozan de una mayoría simple de 52 senadores, Gorsuch recibirá con toda probabilidad la confirmación de la Cámara Alta en una votación programada para la tarde de este viernes.

Su proceso de confirmación siguió hoy un guión preparado en el Senado, con un bloqueo momentáneo provocado por los demócratas que llevaron al límite sus maniobras de "filibusterismo" (tácticas dilatorias en el Legislativo) para entorpecer la llegada del juez al Supremo.

En una primera votación, Gorsuch obtuvo 55 votos a favor de su confirmación y 45 en contra, una cifra insuficiente que no le permitió alcanzar la barrera de 60 que las normas del Senado marcaban para aprobar a los candidatos al Supremo.

Aunque tres senadores demócratas votaron a su favor, los republicanos fueron incapaces de convencer a los ocho que necesitaban.

Pese a ese revés inicial, el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, sometió entonces a votación un cambio en la normativa del Senado para permitir la confirmación de Gorsuch con una mayoría simple y terminar así con la estrategia dilatoria demócrata.

La maniobra, sin precedentes en la historia estadounidense y conocida como "opción nuclear", fue aprobada con el apoyo de los senadores republicanos pese a la oposición en bloque, ahora sí, de los 48 demócratas.

Una vez aprobado el cambio de normativa, McConnell activó la llamada "opción nuclear" minutos antes de las 13.00 hora local (17.00 GMT), iniciando una cuenta atrás de 30 horas de debate que culminará este viernes sobre las 19.00 hora local (23.00 GMT) con una nueva votación sobre la confirmación de Gorsuch en el pleno.

Los demócratas criticaron la maniobra republicana, aunque en 2013 ellos adoptaron una muy similar al rebajar de 60 a mayoría simple los votos necesarios para confirmar a miembros del Gabinete tras la reelección de Barack Obama como presidente.

La presidenta del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel, respondió que "los estadounidenses ya han tenido suficiente de la hipocresía y el obstruccionismo demócrata".

Si todo sale como establece el guión, Gorsuch obtendrá mañana la confirmación de la Cámara con los 55 senadores que le apoyaron hoy y podrá sentarse, por fin, en la silla que dejó vacante en el Supremo el magistrado conservador Antonin Scalia que murió en febrero de 2016.

Es precisamente en la muerte de Scalia donde está el foco del desencuentro de los demócratas con los republicanos.

Obama eligió entonces al juez Merrick Garland para ocupar el puesto de Scalia, pero los republicanos, que ya gozaban de mayoría en el Senado, se negaron a celebrar una audiencia para estudiar su candidatura durante una cifra récord de 293 días con la esperanza de que un republicano llegase a la Casa Blanca.

Estaba en juego un cambio de tendencia del Supremo tras 44 años de mayoría conservadora, ya que la muerte de Scalia había dejado un empate a cuatro entre jueces republicanos y progresistas.

La llegada de Gorsuch al Supremo es crucial para los republicanos que pretenden mantener a su favor la hegemonía de la máxima instancia judicial del país durante décadas, una posición que les permitiría cambiar por completo la realidad de Estados Unidos.

En un giro inesperado hace un año, los republicanos gozan ahora de una posición de poder sobre el Tribunal Supremo, pues tienen la posibilidad de elegir no solo al sustituto de Scalia, sino también el relevo de algunos de sus ancianos magistrados.

Gorsuch, de 49 años, forma parte de esta estrategia republicana que a largo plazo podría revertir decisiones adoptadas por el mismo Supremo en campos como el aborto o los derechos homosexuales.

Firme defensor de la pena de muerte y opuesto a la eutanasia, Gorsuch entiende la ley conforme a la corriente del "originalismo", una doctrina judicial según la cual la Constitución debe interpretarse como lo harían sus autores del siglo XVIII y no conforme a los cambios de la sociedad actual.