Cerca de 40 países de todos los continentes tienen hoy día, al menos, un pedazo de la que fue conocida como "franja de la muerte", que dividió Alemania durante 28 años.

La barrera infranqueable de hormigón, que se llevó a su paso cerca de 200 vidas, fue levantada por las tropas de la antigua República Democrática Alemana en agosto de 1961, para cercar al Berlín Occidental y frenar así el éxodo de los ciudadanos de la parte oriental a la zona próspera.

Medía 155 kilómetros de largo -43 de ellos colindantes con el Este- 3,66 metros de altura y disponía de unas estrictas medidas de seguridad, entre ellas alarmas que detectaban el contacto con el suelo, vallas electrificadas, y más de 300 torres de vigilancia.

Al caer, el 9 de noviembre de 1989, el Muro pasó a convertirse en un símbolo del fin de la Guerra Fría.

Recuerdo a las víctimas

Tras el derribo oficial y la labor de "pájaro carpintero" ejercida por turistas inclementes -deseosos de llevarse a casa un "souvenir" del monumento-, apenas quedan una decena de fragmentos del paredón en la capital alemana, que aún sirven para recordar a las víctimas.

Se encuentran junto a la Puerta de Brandeburgo; en el antiguo paso fronterizo de Checkpoint Charlie; en el complejo que se conoce como Parlamento de los Árboles; al lado del monumento conmemorativo de Günter-Litfin; en la calle Bernauer Strasse, y el pedazo más largo que queda en pie, en la famosa "East Side Gallery".

Sin embargo, el libro "Die Berliner Mauer in der Welt" ("El Muro de Berlín en el Mundo"), escrito por Ronny Heidenreich y Anna Kaminsky y editado recientemente por la Fundación Federal "Bundestiftung Aufarbeitung", apunta a que hay restos de Muro en 40 naciones.

Desde Guatemala, hasta Estados Unidos, pasando por Japón, los lugares menos pensados del planeta han querido participar de la memoria alemana y adquirir una parte de aquel símbolo, pese a lo costoso de transportar piezas que pesan toneladas.

Organismos internacionales como el Parlamento Europeo en Bruselas o el edificio principal de las Naciones Unidas, en Nueva York, son algunos de ellos.

Lugares simbólicos

Otras piezas de aquel "puzzle del terror" han ido a parar a sitios simbólicos, como el "International Trade Center" de Washington; el Museo Nacional de las Fuerzas Armadas de Londres, o la librería Presidencial Ronald Reagan, situada en lo alto de una colina en la ciudad de Simi Valley (California).

Incluso hasta los emplazamientos más comunes y transitados, como la estación de tren de Mónaco y el campus de la Universidad John Hopkins, en Washington D.C. exhiben un pedazo.

En muchos casos, los fragmentos han sido donados por las autoridades germanas, por ejemplo el regalado al papa Juan Pablo II en otoño de 1990, mientras que en otros, han sido comprados a cambio de sumas astronómicas de dinero.

En cualquier caso, entre los nuevos propietarios se encuentran coleccionistas de arte prestigiosos, antiguos presidentes de EEUU y economistas.

Festejos conmemorativos

Tan internacional como ha sido el reparto de los restos de muro, tan global será también el festejo del 20 aniversario de su caída, y muchas ciudades han querido sumarse con actividades propias a los festejos conmemorativos que acoge Berlín hoy.

En Los Ángeles, por ejemplo, se presentará "The Wall Project", para el que, en octubre pasado, se trasladaron ocho piezas de Muro hasta Los Ángeles.

Los trozos han servido de lienzo para artistas como el francés Thierry Noir y el estadounidense Kent Twitchell, y serán erigidos el próximo domingo en el Bulevar Wilshire, partiendo la avenida en dos y emulando así la división de Alemania.