Cientos de manifestantes quebraron ayer la habitual tranquilidad de la campiña escocesa al enfrentarse a la Policía en un intento de asaltar el recinto que alberga la cumbre del G8 (siete países más ricos y Rusia). Los violentos trataron de rebasar la kilométrica barrera de acero que pretende aislar del mundanal ruido el lujoso hotel escocés de Gleneagles, a unos setenta kilómetros de Edimburgo, donde anoche comenzó la reunión de los líderes del Grupo de los Ocho (G8).

Los manifestantes llegaron a acercarse hasta unos seiscientos metros del selecto complejo, en el que se alojan los ocho hombres más poderosos del mundo, entre ellos el primer ministro británico, Tony Blair, y el presidente de Estados Unidos, George W. Bush. En el hotel, la propia reina Isabel II de Inglaterra agasajó anoche a los jefes de Estado y Gobierno del G8 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia) con un banquete de honor.

El grupo de violentos, que participaba en una manifestación permitida por la Policía en la localidad de Auchterarder, próxima a Gleneagles, logró desmarcarse repentinamente de la protesta y corrió a través de un prado, hasta alcanzar el anillo de acero. De hecho, algunos activistas, con el rostro oculto por capuchas, llegaron a derribar unos seis metros de la verja y una torreta de vigilancia, al tiempo que arrojaron piedras contra un centenar de policías antidisturbios que esquivaban los proyectiles con escudos.

Pertrechada de banderas comunistas y pancartas anticapitalistas, la turba prendió fuego a una bandera estadounidense, mientras los agentes del orden formaban cordones para cerrar el paso de los agresores. Tal fue el empuje de los activistas, que un helicóptero militar 'Chinook' aterrizó en una ladera con refuerzos policiales y perros adiestrados para disuadir a los violentos, hasta que finalmente la Policía ahuyentó la protesta.

Esos disturbios ocurrieron tras el grave enfrentamiento que protagonizaron ayer por la mañana en Stirling, a pocos kilómetros de Gleneagles, grupúsculos de anarquistas y agentes del orden, lo que se saldó con ocho policías heridos y unos sesenta detenidos. En esa localidad, varios encapuchados atacaron un banco y destrozaron las ventanas de una hamburguesería de una cadena estadounidense, toda vez que otros violentos golpearon con barras automóviles estacionados en la calles.

Escepticismo

Los líderes del G-8 se reúnen para "tratar de arreglar el mundo", pero muchos dudan de que de la cumbre puedan salir las soluciones para problemas tan acuciantes como la pobreza de África o el calentamiento del planeta. Un repaso a los comunicados de reuniones anteriores abona el escepticismo que expresan muchas organizaciones no gubernamentales, desde Amigos de la Tierra hasta el Movimiento para el Desarrollo Mundial, por los compromisos proclamados de modo altisonante pero luego reiteradamente incumplidos. Así ocurre, por ejemplo, con la reivindicación todavía lejos de verse satisfecha para que los países ricos dediquen un 0,7 por ciento de su Producto Interior Bruto: Estados Unidos, el país más rico de todos, es el menos generoso, con menos de un 0,20 por ciento, mientras que la media del G7 (Rusia, excluida) era en 2004 del 0,21 por ciento.

Es cierto que se ha avanzado algo en el problema de la deuda al haber aumentado en esta ocasión a dieciocho el número de países pobres, en su mayoría africanos, a los que se concederá la cancelación inmediata de lo que deben al mundo rico, pero son una mínima proporción de los 68 que reclaman a gritos una medida de ese tipo.