Las ciudades del futuro deberán aplicar sensatez, no solo tecnología, para resolver los problemas que más les afectan, como la contaminación o el turismo excesivo. Así lo cree Félix Herrera Priano (Las Palmas de Gran Canaria, 1967), coordinador del grupo de trabajo sobre Smart Cities y Smart Regions (ciudades y regiones inteligentes) del Colegio de Oficial de Ingenieros de Telecomunicaciones, además de profesor de ingeniería telemática de la Universidad de La Laguna.

Pregunta: La ciudad del futuro, ¿será grande, tipo Madrid, o mediana tipo Zaragoza? ¿Qué efectos tendrán los sistemas inteligentes en los flujos de población?

Félix Herrera: Está muy claro que las ciudades grandes son polo de atracción de por sí. El problema surge cuando las dimensiones se salen de los parámetros habituales y pasan a considerarse megalópolis. Es un problema de equilibrio. El presupuesto público es el que es, y debería estar en consonancia con el número de habitantes y visitantes y con el nivel de servicios correcto. Si las ciudades crecen de forma exponencial no darán tiempo a que esos servicios se establezcan y consoliden, y dejarán de ser atractivas.

En 2015 la revista Wired, de EE UU, lo explicaba en un artículo titulado 'Puede que las megaciudades no salven el planeta, después de todo' (Megacities Might Not Save the Planet After All). En ciudades superpobladas como Ciudad de México se requieren dos o tres horas de media para desplazarse a los lugares de trabajo. Veo compleja la sostenibilidad de estas megaciudades, de más de diez millones de habitantes, y su tratamiento como smart cities ha de ser necesariamente diferente. Las ciudades más pequeñas y manejables pueden ir ganando importancia frente a los grandes entornos urbanos por su facilidad a la hora de establecer soluciones más directas.

P: Una de las cosas que más preocupan a los habitantes de las ciudades y a sus dirigentes es la gestión del turismo. ¿Cómo compaginarán las ciudades inteligentes, o ciudades del futuro, el turismo con el bienestar de los residentes?

F.H: Los conceptos de ciudad inteligente, smart city, y destino turístico inteligente, o smart destination, deberían converger. Es importante que los responsables políticos sepan manejar y equilibrar los proyectos en esos dos ámbitos puesto que, bien sincronizados, redundan en un bienestar y equilibrio global.

Hacen falta soluciones inteligentes, o más bien eficientes para que la afluencia de personas a las ciudades (por migración o visitas) no deteriore la calidad de los servicios.

P: ¿Qué ciudades destacan en el trato smart a los turistas?

F.H: Dubái, que ha creado una amplia serie de aplicaciones y sistemas de información para los visitantes, que también son útiles para los residentes, así como París. Las ciudades con una alta actividad turística tienen un problema añadido: la inversión que deben soportar para hacer frente al aumento de la población.

P: Las ciudades inteligentes basan su funcionamiento en el aprovechamiento de los datos de sus habitantes. ¿Cómo combinarán eso con la protección de la privacidad, también un asunto muy candente ahora mismo?

F.H: De todos los datos que pueda manejar una ciudad hay que tener en cuenta que muchos hay que correlacionarlos para que adquieran sentido de utilidad, por ejemplo. Se habla en exceso de la importancia de captar el dato para la toma de decisiones en las ciudades pero lo realmente clave es la forma de aplicarlos.

Las urbes que se toman en serio estos proyectos están desarrollando en sus organigramas servicios o agencias especializadas, que son las que deberán gestionar y velar de forma correcta por esa protección de los datos. En Berlín, por ejemplo, hay un programa en el ámbito sanitario en colaboración con la compañía Cisco, en el que se utilizan datos de pacientes, siempre con permiso de estos, para mejorar la eficiencia del sistema.

P: Y quizás el problema más grave y difícil de solucionar, la contaminación y el tráfico, que van muy unidos. ¿Qué puede hacer una smart city para evitar la polución y conseguir un transporte más fluido?

F.H: El futuro apunta necesariamente a lograr servicios públicos de transporte de mucha calidad (por precio, frecuencia de uso, comodidad, etc.) que sean realmente atractivos para la ciudadanía, acompañados siempre de una fortísima concienciación social y cultural. Esto también entra en el ámbito de los proyectos inteligentes. No siempre se trata de soluciones tecnológicas, sino en aplicar sensatez y efectividad para lograr un objetivo.

El origen del problema es que muchas veces el elevado número de vehículos condiciona la capacidad de las vías para hacerlo fluir. La tecnología es muy eficaz para medir e informar de la contaminación y los problemas del tráfico, pero controlar el número de vehículos es más difícil. Se puede, en cierta medida, subiendo los impuestos, pero es políticamente complicado. Establecer vías que aporten fluidez resulta caro y, además, suelen ser proyectos a medio-largo plazo. Hoy en día se prefiere visualizar el error, o sea, medir el tráfico, que solucionar realmente el problema, pues implicaría proyectos de mayor dimensión y presupuesto que no siempre son abordables.

Me gusta el caso de Hong-Kong, cuya problemática de base en cuanto a contaminación es de las más complejas, y que está evaluando por ejemplo cómo hacer más eficiente el sistema de aparcamiento para ahorrar polución. También destacan Zúrich, Tallín o Viena.

P: ¿Qué ciudades y países están más avanzados en cuanto a smart cities?

F.H: A nivel global me gusta mucho el proyecto de Singapur, pero resulta complejo decir que cualquier ciudad, de forma global, es más inteligente o eficiente que otra. Existen muchos estudios y ránkings, y uno de los más fiables es el CIMI Cities in Motion Index del IESE Business School, que analiza por separado varios aspectos. En economía destacan las ciudades de EE UU, Londres y Tokio, y en cohesión social, Helsinki, Zúrich y Stuttgart (en general norte y centro de Europa). En gobernanza, las canadienses; en planificación urbana, Ámsterdam o Suzhou (China); y en alcance internacional (turismo, congresos), París, Londres, Bangkok y Barcelona. Madrid sobresale en transporte, por detrás de Londres o Seúl.