Pacientes crónicos: Entrevista al Dr. José Carlos Fernández Ferro :: Prensa Ibérica

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Hablamos con el Dr. José Carlos Fernández Ferro

Dr. Dr. José Carlos Fernández Ferro

Jefe del Servicio de Neurología de los hospitales universitarios Rey Juan Carlos, Infanta Elena y General de Villalba

¿Cómo ha afectado la covid-19 a la tarea que desarrollan desde las unidades de neurología? ¿Cómo se han reorganizado para garantizar la correcta atención y la seguridad de sus pacientes?

La pandemia covid-19 originada por nuevo coronavirus SARS-CoV-2 se ha extendido con una rapidez que pocos (si alguien) podían prever y, en consecuencia, ha obligado a todos los estamentos sanitarios a reorganizarse para dar respuesta a un número muy elevado de casos en poco tiempo. Este escenario ha forzado la paralización en seco del funcionamiento habitual de la sanidad, de los hospitales y también de los servicios de Neurología. En nuestro caso, como en muchos otros, la mayor parte de los neurólogos han pasado a formar parte de lo que hemos dado en llamar “equipos covid”, que no son más de equipos liderados por compañeros internistas, neumólogos o geriatras encargados de atender a un grupo de pacientes con cuadro respiratorio covid-19. El neurólogo es siempre un especialista muy bien valorado en un equipo multidisciplinar, pues los síntomas neurológicos en pacientes hospitalizados por otras enfermedades sistémicas son frecuentes, especialmente en pacientes de edades avanzadas. Hemos reservado a un pequeño número de neurólogos del servicio para llamar a aquellos pacientes que considerábamos que podían ser atendidos telefónicamente, o cuya enfermedad debía ser monitorizada para evitar descompensaciones que les obligasen a acudir a urgencias (pues somos conscientes de que nuestra especialidad tiene una gran carga de enfermedad crónica que debíamos atender en la medida de lo posible).

Según datos de la Sociedad Española de Neurología los ingresos por ictus se han reducido hasta un 33% durante la crisis del coronavirus, ¿qué factores cree usted que hay tras este porcentaje? ¿Una incidencia menor o miedo a utilizar los servicios de urgencia o acudir a los centros hospitalarios?

Es muy difícil pensar que ese (evidente) menor número de casos atendidos se deba a que la incidencia sea menor, todos los compañeros con los que he hablado coinciden en que hay dos factores que lo pueden explicar: el miedo de los propios pacientes a acudir a un hospital en el escenario actual; y la saturación de los servicios de asistencia extrahospitalaria a los que, en el caso de Madrid, se les ha requerido además para cubrir turnos de noche en IFEMA.

¿Qué consecuencias puede acarrear el retraso en la llegada al hospital en caso de accidente cerebrovascular?

Hay dos tipos de accidentes cerebrovasculares o ictus; el isquémico (en el que una arteria se obstruye -80%-) y el hemorrágico (en el que una arteria se rompe y se vierte una cantidad de sangre al cerebro). Las consecuencias del retraso pueden ser nefastas en el primero de los casos, pues es aquel que podemos tratar, pero sólo en las primeras horas desde que se establecen los síntomas. Cada minuto de retraso en abrir la arteria obstruida es garantía de acumulación de discapacidad y déficits cognitivos a medio y largo plazo.

El ictus es la segunda causa de muerte en España (la primera en mujeres), la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda de demencia. La SEN recuerda que un solo síntoma de ictus es una urgencia… ¿puede recordarnos cuáles serían estos síntomas y cómo se han adaptado los hospitales para atender a los pacientes que acudan con alguno de ellos?

A diferencia de la angina cardíaca, cuyos síntomas son más restringidos; los síntomas del ictus pueden ser heterogéneos. No obstante, sabemos que más del 80% de los pacientes que sufren un ictus tendrán al menos alguno de los siguientes: problemas de lenguaje (dificultad para hablar correctamente, para comprender o lenguaje “farfullante”), asimetría de la cara por debilidad en un lado de esta; y falta de fuerza o de sensibilidad en una parte del cuerpo (brazo o pierna). Durante la pandemia, los pacientes con ictus sin sospecha de la covid-19 que proceden de fuera del hospital son atendidos en zonas “limpias”, donde se intenta evitar que pacientes con sospecha de la covid-19 accedan.

Pero la protección no sólo la hemos hecho “hacia los pacientes”, pues los protocolos de manejo de pacientes con ictus agudo también se han modificado a fin de proteger a los profesionales sanitarios; de tal manera que a todo paciente con ictus, tenga o no síntomas, se le realiza un estudio radiológico de tórax (placa simple o TAC torácico). Si hubiese sospecha de neumonía, con este paciente adoptamos medidas de protección especial para evitar contagio por vía aérea.

¿Son los pacientes de ictus más vulnerables al contagio?

Como todo entorno a este virus es muy nuevo, resulta difícil contestar en base a datos contrastados. Sabemos sin embargo que el paciente ingresado con ictus presenta un estado de inmunodepresión relativa (inducido por el daño cerebral), que explica en parte la tendencia de los pacientes ingresados con ictus a sufrir infecciones (típicamente respiratorias, seguido de las urinarias). En base a esto, quizás le diría que los pacientes con ictus agudo tienen al menos una cierta vulnerabilidad a que el contacto con el virus desencadene la enfermedad.

Asociamos la covid-19 y aparato respiratorio, pero ¿qué huellas puede dejar en el cerebro? ¿Existen alteraciones neuronales asociadas a este coronavirus?

Es pronto para contestar si habrá secuelas a largo plazo en el cerebro. La pregunta sería si nuestro organismo es capaz de eliminar por completo el virus o si es capaz de mantenerse viable en alguna parte de nuestro organismo (lo que llamamos reservorio) para reactivarse meses o años más tarde y generar problemas (como sucede con el virus de la varicela o el del sarampión, por ejemplo). Todos esperamos que no, pero sólo el tiempo nos lo va a decir.

En la actualidad sólo podemos decir que el virus tiene cierto “neurotropismo” (querencia por el tejido nervioso), pues cuando un paciente experimenta pérdida del olfato o pérdida del gusto, sabemos que con una alta probabilidad está infectado por SARS-CoV-2, aunque no hubiese presentado todavía síntomas respiratorios o generales. Afortunadamente, parece que la gran mayoría de los pacientes recuperan ambos trastornos sensoriales.

En el caso de pacientes que han sufrido un ictus y ya han recibido el alta hospitalaria, pero necesitan, por ejemplo, hacer rehabilitación cognitiva o motora ¿qué atención se les está brindando?

Todos hemos tenido que cumplir las órdenes del mando único del Ministerio de Sanidad, que anula por completo toda actividad sanitaria no urgente. Imagino que los servicios de rehabilitación habrán intentado guiar telefónicamente o por otros medios no presenciales a aquellos pacientes que estuviesen en medio de su tratamiento y que pudiesen asumir tareas de recuperación en su propio domicilio.

¿Y si hablamos de otras enfermedades neurológicas como el Alzheimer, el Parkinson o los pacientes con episodios de epilepsia, cómo se está haciendo su seguimiento durante estas semanas? ¿Han establecido los hospitales circuitos para atenderlos, también presencialmente cuando sea necesario?

Todo lo que hemos podido atender evitando desplazamientos al hospital, lo hemos hecho. Ha habido un pequeño número de pacientes a lo largo de estas semanas a los que hemos pedido que viniesen para realizar una valoración presencial que considerábamos necesaria. En estos casos, con las salas de espera vacías y unas medidas de protección adecuadas por parte del paciente y del profesional sanitario; pudimos garantizar que el acto médico se desarrollase en un entorno de relativa seguridad. Los pacientes con enfermedades neurodegenerativas a las que hace referencia, y en especial sus cuidadores, sí que estoy seguro de que han sufrido mucho. Estos pacientes están acostumbrados a seguir unas rutinas que en el mejor de los casos se habrán truncado para seguir un estricto confinamiento que no les beneficia nada. En el peor de los casos se habrán infectado y muchos habrán fallecido, pues por edad la mayoría pertenecen al grupo considerado de riesgo.

¿Qué papel está jugando la telemedicina en su campo?

Fundamental, o al menos muy importante. Hace ya algunos años que muchas revistas científicas de relevancia internacional publican trabajos muy interesantes sobre la integración de la telemedicina, la inteligencia artificial, machine learning y el cambio de modelo sanitario. Esta epidemia y la profunda “crisis de relación” en la que de repente nos ha sumido y de la que no sabemos cuándo y cómo vamos a salir (pues el fin de las restricciones más duras no es más que el principio de un período de precauciones con los contactos y vigilancia de la higiene) nos arroja directamente al mundo de la atención a distancia. “Todo aquello que se pueda resolver de forma remota o no presencial, no tiene sentido hacerlo con el paciente delante”. Y esta frase, que lleva años rondándonos, la tenemos hoy de repente sobre la mesa con toda su crueldad. Cada uno debe ahora moldearla para convertirla en oportunidad y ofrecer a nuestros pacientes una atención clínica de la misma o mayor calidad, de una forma eficiente y segura.

¿Temen que tras el pico del coronavirus y cuando las cosas vayan volviendo a la “normalidad” el sistema se vuelva a congestionar con las consultas y pruebas aplazadas, los ingresos, intervenciones... aplazados? ¿Están preparados ante ese posible incremento de actividad?

Enlazando con la pregunta anterior… la normalidad del mañana no va a ser nunca la del febrero pasado. Las gerencias de nuestros hospitales nos están advirtiendo de esto, y creo que tienen mucha razón. Sí, es previsible que va a haber congestión y va a costar mucho esfuerzo sobreponerse a este parón y atender a todo lo que se quedó atrás. Y sí, siendo conscientes, estamos preparándonos. Nos preparamos revisando a contrarreloj y adaptando los circuitos de pacientes y poniendo a punto las herramientas de atención no presencial de las que por cierto ya disponíamos hace años (e-consulta, videoconsulta, diálogo web, formularios no presenciales). Debemos garantizar una mayor eficiencia, comodidad y seguridad en las consultas del futuro. Estar preparados para el final del pico del coronavirus puede significar estar preparados para hacer una medicina distinta. Una vez más, sólo el tiempo nos dará o nos quitará la razón.

¿Qué último mensaje o consejo daría en este momento a sus pacientes?

Es importante transmitir confianza. Ha habido semanas de mucha incertidumbre, pero nos hemos sabido adaptar rápido y cada día sabemos mejor qué hacer y cómo hacerlo. No debemos olvidar a los muertos de la pandemia, que son muchos en el mundo, y especialmente en España. Finalmente, y sin desmerecer unas consecuencias económicas que se prevén nefastas, toda gran catástrofe esconde grandes oportunidades, y son las que tenemos que empeñarnos en buscar.