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¿Qué es la economía circular?

La expresión ‘economía circular’ puede sonar como algo poco atractivo, pero es sencillamente la base sobre la que se asienta la lucha global por la sostenibilidad del planeta. Dado que la economía está en el origen de los males que afectan a la Tierra, su reencauzamiento hacia senderos más ecológicos es lo único que puede aportar esperanza para el futuro. Y eso, reorientar los procesos productivos hacia un modelo sostenible y respetuoso, es lo que busca la economía circular.

Sólo un 9% de los 92.800 millones de toneladas de recursos naturales extraídos en el planeta se reaprovecha

La humanidad ha basado su economía desde antes del siglo XIX en un sistema muy simple, que esquemáticamente se resume como: extraer materias primas-fabricar objetos-consumirlos-tirarlos, por este orden. Las materias primas se extraen de cualquier manera, sin respeto por el medio ni por su capacidad de regeneración; la fabricación sostenible tampoco ha sido nunca una prioridad, como tampoco lo ha sido un consumo responsable. Y, finalmente, esos bienes y productos, una vez usados, se tiran. Así ha sido como desde la Revolución Industrial el mundo occidental ha ido devastando el planeta, en una espiral productiva que ha minado los recursos y ha dejado el planeta al borde del colapso.

Frente a este modelo depredador y suicida, la economía circular busca el mantenimiento del beneficio empresarial y la fabricación de bienes y servicios, pero reduciendo al máximo su impacto y estableciendo mecanismos de reaprovechamiento y eficiencia. «Una economía circular es un sistema regenerativo en el que se minimizan el consumo de recursos y los desechos, las emisiones y las fugas de energía, y ello puede lograrse mediante un diseño mejor, más mantenimiento, reparación, reutilización, refabricación, restauración y reciclaje de larga duración». Así lo describe el Informe sobre la Brecha de Circularidad de 2019, presentado por la organización Circle Economy en el pasado Foro Económico Mundial de Davos.

Estrategias encadenadas
Es decir, la economía circular no consiste únicamente en reciclar, sino en toda una cadena de actitudes y estrategias desde que se obtiene la materia prima en la naturaleza hasta que el objeto fabricado pierde su vida útil. En cada una de esas fases se aplican criterios para dañar menos al entorno cuando se obtienen las materias primas, alargar la vida de los materiales y objetos producidos, diseñarlos de manera más eficiente y respetuosa con el medio, reducir al máximo la generación de residuos y, una vez que éstos se producen, convertirlos a su vez en materia prima que sirva para reiniciar el ciclo de producción. Se reducen así impactos en todas las fases de la cadena, como por ejemplo, la emisión de gases tóxicos.

El objetivo es que el valor de los productos, los materiales y los recursos (agua, energía,…) se mantenga en la economía durante el mayor tiempo posible, y que se reduzca al mínimo la generación de residuos.

La economía lineal esquilma los recursos y acumula residuos. | Shutterstock

Podría parecer que, en la actualidad, la conciencia surgida a raíz del cambio climático ha cambiado la situación, pero no es así. El informe de Circle Economy, que cuenta con el apoyo de la ONU, afirma que únicamente un 9% de la economía mundial actual es circular; sólo un 9% de los 92.800 millones de toneladas de minerales, combustibles fósiles, metales y biomasa que entran en la economía anualmente son reutilizados. Es decir, sigue imperando el modelo lineal de usar y tirar.

«El cambio climático y el uso de materiales están estrechamente relacionados. El 62% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero se liberan durante la extracción, el procesamiento y la fabricación de bienes para satisfacer las necesidades de la sociedad; sólo el 38% se emiten en las entregas y el uso de productos y servicios», explica el citado documento.

Se dispara el uso de materiales

Además, el uso global de materiales se está acelerando. Se ha triplicado desde 1970 y podría duplicarse de nuevo para 2050 si no se toman medidas, advierte el Panel Internacional de Recursos de las Naciones Unidas.

Esquema general de dos procesos antagónicos: la economía lineal y la circular. | Shutterstock

El director general de Circle Economy, Harald Friedl, afirma que «las estrategias de los gobiernos en materia de cambio climático se han centrado en la energía renovable, la eficiencia energética y la prevención de la deforestación, pero han pasado por alto el enorme potencial de la economía circular. Deberían rediseñar las cadenas de suministro hasta llegar a los pozos, los campos, las minas o las canteras de donde provienen nuestros recursos para que consumamos menos materias primas». Esto reduciría, asegura, las emisiones, pero también impulsará el crecimiento al hacer que las economías sean más eficientes.

El informe pide a los gobiernos que se pase de «aprovechar los residuos» a minimizar su generación. También aboga por investigar para alargar la duración de los recursos existentes, su vida útil.

La situación que vive el planeta como consecuencia de la ‘herencia’ que dejó la época industrial descontrolada exige acciones rápidas. Así lo advierte otro estudio, elaborado por la Fundación Ellen MacArthur, que señala que la introducción de energías renovables sólo puede hacer frente al 55% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, pero queda otro 45% pendiente de abordar si se quieren cumplir con los objetivos climáticos establecidos por la ONU.

El informe apuesta para ello por la economía circular. Analizando cinco áreas clave, como son el acero, el plástico, el aluminio, el cemento y los alimentos, se concluye que la aplicación de un marco de economía circular en esos sectores permitiría reducir las emisiones de gases de efectos invernadero en nada menos que 9.300 millones de toneladas para 2050, lo cual equivaldría a suprimir todas las emisiones que ahora generan todas las formas de transporte por tierra, mar y aire, a nivel mundial.

El caso de la construcción

El sector de la construcción resulta ser clave, por el protagonismo que tienen en él algunos materiales especialmente sensibles. De hecho, casi la mitad de los materiales extraídos en el planeta anualmente son usados por el sector de la construcción y, según las previsiones de la Fundación, se prevé que para 2060 se construirá cada semana el equivalente a la ciudad de París en el conjunto del planeta. Si continúa la progresión actual de esta industria, el consumo de material que necesita pasaría de los 40.000 millones de toneladas que usó en 2010 a los 90.000 millones en 2050, excediendo así los niveles que el planeta puede proporcionar de manera sostenible.

Si la construcción se hiciera circular, se evitarían emisiones equivalentes a todo el transporte mundial

Pero la edificación no es el único sector donde se percibe esta situación. En realidad, sucede en todos. En la industria de la ropa, uno de los mayores consumidores de agua (unos 4.000 litros por una camiseta o 13.000 por unos vaqueros) la economía circular está aún en mantillas. La espiral consumista que estimulan las grandes cadenas, basada en comprar ropa un año y tirarla al año siguiente, es uno de los mejores ejemplos de economía lineal, no sostenible. Por no hablar de la fabricación de electrodomésticos con fecha de caducidad deliberadamente implantada en sus circuitos internos para que no duren demasiado y el consumidor tenga, a la fuerza, que comprar otro nuevo. Es la llamada obsolescencia programada, una práctica a la que ya empieza a ponerse coto desde algunas administraciones.

La situación no parece estar mejorando. Circle Economy, en su último informe, de 2017, avisa que el planeta bajó un escaló ese año en cuanto a circularidad económica. Los índices de reutilización y reciclaje bajaron del 9,1% al 8,6%. El motivo no es otro que la recuperación de la economía mundial, por lo que aumentó el consumo de materias primas y, además, bajó el reciclaje. Por primera vez en la historia, en 2017 el consumo mundial de nuevos recursos rebasó los 100.000 millones de toneladas. Es, evidentemente, una situación previa a la pandemia de 2020, que supuso una ralentización del consumo, si bien todo indica que fue un parón transitorio. El panorama no puede ser más preocupante.

Joan Lluís Ferrer

Joan Lluís Ferrer Colomar (Ibiza, 1967) es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco (UPV-EHU). Desde 1988 ha ejercido el periodismo en prensa, radio y televisión en Bilbao, Catalunya y Baleares. Especializado en información ambiental, desde 2019 coordina la sección Crisis Climática en los periódicos de Prensa Ibérica. Desde 2020 dirige Verde y Azul, el canal de medio ambiente de Prensa Ibérica y Grupo Zeta.

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