Cómo contribuyen los biocombustibles de segunda generación a descarbonizar el transporte

Reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero un 55% en 2030 con respecto a los niveles de 1990 y lograr la neutralidad climática en 2050, es decir, conseguir que se emita la misma cantidad de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera de la que se retira por distintas vías, son los dos grandes objetivos que recoge Fit for 55, un conjunto de propuestas legislativas presentado por la Unión Europea.

Contenido ofrecido por:
Logo Cepsa




Para alcanzar estos objetivos, los biocombustibles (o combustibles renovables de origen orgánico) juegan un papel fundamental. Existen biocombustibles de primera generación (1G), que provienen de cultivos agrícolas como la caña de azúcar, la remolacha o la melaza; y biocombustibles de segunda generación (2G), que se fabrican a partir de residuos orgánicos, como el aceite de cocina usado, los desechos agrícolas y ganaderos o biomasa forestal, entre otros.

Estos últimos pueden reducir hasta un 90% las emisiones netas de dióxido de carbono durante su ciclo de vida en comparación con los combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón). Otra de sus ventajas es que no es necesario hacer cambios disruptivos en los motores ni en los sistemas de almacenamiento y distribución, por lo que se pueden emplear de forma inmediata. Por otro lado, los biocombustibles de segunda generación fomentan la economía circular al utilizar para su producción residuos que de otro modo serían desechados o terminarían en vertederos.


Hacia una rápida descarbonización del transporte

El sector del transporte supone un 23 % de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Esto hace que, para cumplir los objetivos de descarbonización, sea imprescindible aportar soluciones rápidas y eficaces en este ámbito. En España, los biocombustibles se utilizan desde hace años en el transporte por carretera, en vehículos de gasolina o diésel, mezclados con combustibles tradicionales. Para 2026, la obligación de incorporar biocombustibles en el transporte rodado será del 12 % en contenido energético (en 2023 es del 10,5%). Sin embargo, su uso en el transporte marítimo y aéreo, así como en la industria, no está tan extendido, aunque ha habido grandes avances en los últimos años.

“Actualmente, la mayoría de la energía proviene del gas natural y del petróleo. Con la fabricación de biocombustibles podrá generarse a partir de residuos. Además, estos pueden ser parcialmente originados en Europa y, más en concreto, en España”

Carlos Olivares, responsable del negocio de Biocombustibles de Cepsa

Cepsa es una de las empresas del sector energético español que está apostando de forma más decidida por la producción de biocombustibles. Actualmente, la compañía tiene una capacidad máxima de producción de biocombustibles de alrededor de 700.000 toneladas, con un aumento en la capacidad de procesamiento de materias primas de segunda generación. En el marco de su estrategia para 2030, Positive Motion, se ha propuesto producir hasta 2,5 millones de toneladas de biocombustibles, de las cuales 800.000 serán de combustible sostenible de aviación (SAF, por sus siglas en inglés), una cantidad con la que se puede sobrevolar el planeta Tierra 2000 veces con hasta un 90% menos de emisiones.


“El año pasado ya fabricamos biocombustibles de segunda generación en el Parque Energético La Rábida, en Huelva. En concreto, generamos SAF. Cepsa es la primera empresa energética en comercializar combustible sostenible para la aviación en cinco de los principales aeropuertos españoles, lo que supone un equivalente al 60 % de los pasajeros que viajan en España”, explica Olivares.

En lo referente al transporte marítimo, Cepsa ya cuenta con la capacidad para suministrar a través de barcos mezclas de biodiésel y diésel renovable con combustible convencional en los puertos de Barcelona y el área del estrecho de Gibraltar, además de por camión cisterna en más de 60 puertos de España. Por ejemplo, el pasado mes de agosto se realizaron 84 viajes en ferri con biocombustibles de segunda generación para cruzar el Estrecho.

Las pruebas se han extendido también al sector ferroviario, donde Cepsa ha llevado a cabo recientemente, junto a Maersk y Renfe, el primer piloto realizado en España con biocombustibles 2G en un tren. Gracias a esta iniciativa se han podido completar más de 100 trayectos entre Algeciras y Córdoba, tramo del corredor que une Algeciras y Madrid que no está electrificado.

Entre los retos fijados por Cepsa en su estrategia, se encuentra la de liderar la fabricación de biocombustibles 2G en España y Portugal. Además de los proyectos que ya ha puesto en marcha, la construcción, junto a Bio-Oils, de la que será la mayor planta de biocombustibles de segunda generación del sur de Europa, supondrá un gran impulso para alcanzar el liderazgo propuesto. Con una capacidad de producción flexible de 500.000 toneladas de SAF y diésel renovable y una inversión de 1000 millones de euros, la nueva planta se ubicará en el Parque Energético de la compañía en Huelva.

“Cepsa ha definido su estrategia Positive Motion con el objetivo de descarbonizar su actividad y la de sus clientes. Es la energía que la sociedad nos demanda”

Carlos Olivares, responsable del negocio de Biocombustibles de Cepsa
Top