Estrenada a finales del siglo XIX, narra la conocida historia de Sansón, campeón hebreo contra los filisteos, y Dalila, su amante pagana, único ser sobre la tierra que ha logrado vencer a Sansón y cortarle sus cabellos, sede de la fuerza sobrehumana que posee. La revisión del relato bíblico encaja perfectamente con la visión de un oriente exótico y sensual, refinado y amoral. La imagen del hombre es siempre viril y violenta; la de la mujer, de una fragilidad engañosa, es poseedora de una inteligencia y una sensualidad capaces de desbaratar los planes de lo belicosos amos del mundo. 

Punto culminante de esta ópera es, sin duda, la danza bacanal que los filisteos bailan para escarnio de sus enemigos, llena de sensualidad, de erotismo indisimulado, hace que el frenesí del ritmo, la violencia de la música y los movimientos de los danzantes nos lleven a un ambiente de exótica lascivia.

Quién sabe si serán estas la bases profundas sobre las que se asienta la civilización, no la razón y el logos, sino el placer, y la violencia, el erotismo y el poder, la sensualidad y la belleza al servicio de la ambición.