Formación

Estudiar un máster o no estudiarlo. Esa es la cuestión

Cada vez más profesionales valoran cursar un máster, pero el coste, la utilidad y la conciliación siguen generando dudas entre los profesionales

Alumnos de un máster de ENAE.

Alumnos de un máster de ENAE. / ENAE

La Opinión

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Estudiar un máster o no hacerlo. Esa es la gran duda. Un dilema muy actual que, como el de Shakespeare, nos pone entre dos caminos: las ganas de avanzar y el miedo a equivocarnos.

Hoy en día el mercado laboral no da tregua y la formación ha dejado de ser un valor añadido para convertirse en una estrategia de supervivencia. Crecer profesionalmente, cambiar de sector o simplemente no quedarse atrás requiere algo más que experiencia: exige conocimientos actualizados, competencias digitales y visión de futuro.

Aun así, no todo el mundo lo ve claro. La decisión de cursar un máster no siempre resulta fácil. Surgen dudas razonables: ¿será útil de verdad? ¿podré permitírmelo? ¿tendré tiempo?

Ante este escenario, escuelas como ENAE Business School han adaptado su propuesta para ofrecer másteres que responden a tres grandes preocupaciones de quienes desean formarse: la inversión económica, la conciliación y la utilidad práctica.

Entonces, la pregunta real ya no es solo si estudiar o no, sino si existen másteres que realmente merezcan la pena. Y cada vez más, la respuesta es afirmativa.

Por qué sí: los argumentos del “sí quiero”

Las ventajas de estudiar un máster siguen siendo sólidas. Según el INE, tener esta titulación aumenta en un 20% la probabilidad de estar empleado frente a quienes solo tienen estudios universitarios. Además, abre puertas a mejores salarios, ascensos o cambios de rumbo profesionales.

Sectores como el marketing digital, la analítica de datos, las finanzas o la logística demandan perfiles con formación especializada, que dominen herramientas concretas y sean capaces de aportar una visión estratégica. Habilidades que no se adquieren por intuición ni solo con experiencia.

Aquí es donde el modelo de ENAE marca diferencias. Sus programas están diseñados con la participación activa de empresas, integran herramientas reales y apuestan por una metodología basada en proyectos, casos y trabajo en equipo.

Por qué no: los frenos más comunes

Las dudas, sin embargo, no son infundadas. El coste económico es, sin duda, el principal motivo de freno. También lo son el tiempo disponible y la dificultad para conciliar con el trabajo o la vida personal. Y, por supuesto, el miedo a que la inversión no se traduzca en un cambio real.

Estas barreras existen, pero no son insalvables. ENAE ha desarrollado un modelo formativo pensado precisamente para sortearlas. Ofrece becas por pronta matriculación, planes de financiación personalizados y, sobre todo, formatos flexibles como las modalidades semipresencial y live class, que permiten seguir el programa desde casa, sin renunciar a la interacción ni a la exigencia académica.

¿Y si no sirve para nada?

Es la pregunta que más se repite: ¿y si, después del esfuerzo, todo sigue igual? La clave está en la orientación del máster. No basta con acumular créditos: lo importante es que el contenido esté alineado con lo que demanda el mercado.

Los másteres de ENAE responden a esa lógica. Incorporan formación práctica, simulaciones reales, herramientas digitales y, lo más importante, una red de colaboración con empresas que facilita tanto las prácticas como la contratación.

Según datos de la escuela, más del 90% de su alumnado mejora su situación profesional en los seis meses siguientes a terminar el programa. Y no hablamos solo de contrataciones: también de promociones internas, cambios de sector o lanzamientos de nuevos proyectos.

La decisión final: arriesgar o quedarse quieto

En el fondo, decidir si estudiar un máster no es una cuestión puramente académica. Es una decisión vital. Es preguntarse si merece la pena seguir esperando o si ha llegado el momento de dar un paso adelante.

No todos los másteres valen lo mismo. Pero hay opciones que sí marcan la diferencia: con contenido actualizado, enfoque práctico, orientación al empleo y formatos que permiten compaginar formación y vida real.

Volviendo a Shakespeare: la cuestión no es tanto si estudiar o no, sino si seguir esperando o dar el paso. Porque, como en la obra, lo que de verdad pesa no es la duda, sino la inacción.

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