La universidad del futuro inmediato deberá ser más abierta, más inclusiva y accesible, más flexible y más transversal. Y jugar un papel más relevante en la transformación social de un mundo complejo. Son algunos elementos de la hoja de ruta que ha marcado la tercera Conferencia Mundial de Educación Superior de la Unesco, celebrada este mes de mayo en Barcelona, con un total de tres días de debates en los que participaron más de 1.800 expertos de 139 países.

En la clausura, la subdirectora general de Educación de Unesco, Stefania Giannini, señaló que «el cambio urgente es un imperativo ético», y advirtió de que las transformaciones a menudo generan resistencias.

El documento reniega del concepto de universidad para unos pocos y aboga por crear sistemas de educación superior «más abiertos, inclusivos, equitativos y colaborativos que democraticen el acceso y el conocimiento». La Unesco urge a un «cambio de mentalidad» en el que se prime la cooperación sobre la competencia; la diversidad sobre la uniformidad; las vías de aprendizaje flexibles sobre las tradicionalmente estructuradas, la apertura sobre perspectivas elitistas.

En este cambio, la universidad deberá tener presentes «amenazas» para el planeta como son el cambio climático, la persistencia de los conflictos armados, el aumento de la pobreza y de las desigualdades económicas y el declive general de la democracia, cuatro de las principales fuentes de preocupación que la Unesco plasma en el documento. Sobre esta última, el informe advierte de que la proporción de la población mundial que vive en democracias plenas ha disminuido del 12,3% en 2010 al 6,4% en 2021. «Esto significa menos libertad académica, menos pensamiento independiente, menos autonomía institucional y menos tolerancia a la investigación sobre temas socialmente sensibles (género, raza, descolonización del currículo, etc.)».

En este marco, la universidad debe asumir mayores cotas de responsabilidad social. Así, la Unesco urge a las universidades a abrirse, ya que pese a la expansión del sector, «persisten graves disparidades». «El problema no es sólo de acceso. Los estudiantes de grupos tradicionalmente subrepresentados también tienen tasas de finalización de estudios más bajas y suelen estar matriculados en instituciones menos prestigiosas, lo que implica menos oportunidades en el mercado laboral y resultados más bajos», subraya la hoja de ruta.

La Unesco considera que el acceso a la universidad es una vía para «favorecer la equidad y la distribución igualitaria de oportunidades». E insiste en el documento en «hacer posible el derecho de las personas a la educación superior mediante un acceso equitativo, bien financiado y sostenible». Advierte del peligro de la tendencia a aumentar las tasas de matrícula y defiende que el camino es avanzar hacia una financiación progresiva con fondos públicos y hacia la gratuidad.

Aprendizaje flexible

Aunque es indiscutible el papel de la universidad en la producción de conocimientos, hay que ir más allá: «La especialización disciplinaria no es suficiente para abordar las numerosas y complejas cuestiones que requieren enfoques transdisciplinarios», señala el informe. En esta línea, la universidad debe educar a «profesionales completos que sean también ciudadanos plenos que aborden de forma cooperativa cuestiones complejas». «La responsabilidad social debe estar integrada en el espíritu de las universidades». Y concluye que las universidades «no pueden permitirse el lujo de ignorar los principales problemas contemporáneos, como la desigualdad y la sostenibilidad. Estas preocupaciones deben traducirse en prácticas institucionales».

Otro reto es el de la flexibilidad en el aprendizaje. Un aprendizaje que debe ser «a lo largo de todo el ciclo vital». La hoja de ruta invita a pasar de «un enfoque restrictivo en la formación» a «una experiencia holística del estudiante». Argumenta que las universidades deben asegurarse de que el estudiante pueda vivir una experiencia de aprendizaje rica y diversa, «no restringida exclusivamente a la disciplina», que fomente los valores democráticos y la riqueza de los seres humanos. Aquí entra en juego el modelo de educación inter y transdisciplinar, que dote a los estudiantes de la capacidad para «entablar un diálogo interdisciplinar» y «trascender con humildad los límites de sus propias disciplinas y campos de especialización».

Documento 'vivo'

Las tecnologías son otro de los puntos en los que la Unesco pone el foco. Considera que hay que aprovechar el potencial de las nuevas tecnologías, que pueden «apoyar la democratización del conocimiento» a través de «contenidos gratuitos en línea, bases de datos y resultados de investigación para garantizar el acceso inmediato a la información para todos». Advierte de que la pandemia ha evidenciado la brecha digital y señala que «la falta de preparación para la enseñanza en línea ha aumentado las disparidades educativas».

La Conferencia llama a «reinventar la educación superior». «Seguir haciendo lo mismo no es suficiente ni aceptable para garantizar que las personas ejerzan plenamente su derecho a la educación superior en sociedades libres, pacíficas y justas», señala antes de hacer una «llamada urgente» para que se produzcan «cambios sustanciales» que ayuden mejorar las experiencias y los resultados educativos para todos.