Anoche, en el Palacio del Almudí, resonaron los versos del Testamento de la Sardina recitados por la periodista de Onda Regional Carmen Conesa. A lo largo de su lectura abordó los temas más candentes de la Región y reivindico la señas identitarias de la tierra. Si deseas conocer o rememorar el contenido completo de sus palabras, continúa leyendo:

Testamento de la Sardina 2023

¡Sardineros!

¡Sardineras!

Murcianicos, murcianicas

y gente de las afueras

que al reclamo del Entierro

de esta fiesta participa.

¡Qué gusto da contemplaros

luciendo sin mascarillas

la mejor de las sonrisas!

Vengan los dientes de serie

o con blanco tuneado

(para eso están las carillas).

Tengo que ser muy sincera.

No pensaba saludaros

desde el Palacio Almudí.

Se ha mudado el Testamento

por culpa del pavimento.

Por eso estamos aquí.

Resulta que a la Glorieta

del jaleo que ahí se llevan

le han salido algunas grietas

que amenazan su hundimiento,

porque el peso no soporta

de tanto padecimiento

bajo el mismo Ayuntamiento.

Mas no podemos quejarnos

que también es monumento,

y de los llamados BIC,

el lugar que nos acoge

con todo su pedigrí.

En su fachada el escudo

y en el centro la Matrona

que esta noche es sardinera

y en su pecho se venera

que somos buenas personas.

¡Sardineros!

¡Sardineras!

En Murcia estamos de moda.

Se meten con nuestro acento,

«acho, pijo, no lo veh»,

y en lugar de molestarnos

le decimos a Broncano

que nos venga a conocer.

En el tenis arrasamos,

y Carlitos nos demuestra

que aunque algunas cosas cuestan

los murcianicos triunfamos

echando a todo... tres «ces».

Triunfamos en el deporte,

en las empresas también,

en la música, en el cine,

en la ciencia y en el arte,

triunfamos hasta en la red.

Y si no que le pregunten

a Xuso Jones o a TheGrefg.

Triunfamos en la cocina:

caballitos, matrimonios,

cervecica y marinera.

Triunfan los paparajotes

y su hoja limonera

que al primero que pregunta

le hacemos comer entera.

Triunfa el verano playero,

la Romería, la feria,

el otoño, que es veroño,

el invierno en manga corta

vestido de primavera.

Nuestra gran Semana Santa,

nuestro bando de la Huerta,

y triunfa nuestro Olimpo,

de pitos, capas y espadas,

y la hoguera en que muy pronto

me toca morir quemada.

¡Sardineras!

¡Sardineros!

Doña Sardina proclama

una verdad verdadera,

pues es cosa muy certera

que el Entierro maravilla,

aunque alguno se ha olvidado

y menuda se ha liado

para tener por fin sillas.

El cortejo es portentoso

y asombra en el mundo entero.

Pepe Moreno, el Gran Pez,

fue escuchar la pitocrónica

y hacerse parrandbolero.

Hombre de mucha sapiencia

bien hará todo chirrete

en fijarse en su experiencia

y además es divertido.

¡Qué acierto haberte escogido,

pues eres una eminencia!

Por mi parte estoy feliz,

no puedo disimular

que periodista nací

(ahora en Onda Regional)

y sardina moriré

sin poderse incinerar

lo mucho que disfruté.

¿De qué me puedo quejar

con tanto que agradecer?

Desde Molina hasta aquí

he pasado por la Estrella

y he visto mi catafalco.

Si en la hoguera he de morir

me gusta que sea tan alto

donde tenga que sufrir.

¡Sardineros!

¡Sardineras!

A los que vengan en AVE,

yo les pido gran paciencia,

pues media España recorre,

en otra media se para,

y encima cada billete

cuesta un ojo de la cara.

Al que le corta las alas

a un ave tan singular,

dispone Doña Sardina

que lo puedan sancionar

aplicándole la ley

de bienestar animal.

¡Sardineras!

¡Sardineros!

Mis últimas voluntades,

ya que llegan elecciones,

es pedir que, en los programas,

aquellos que se presentan

incluyan buenas razones

y algo menos de soflamas.

Mucho más lista es la gente

de lo que puedan pensar

los que tanto nos prometen

cuando se acerca el momento

en que nos toca votar.

A la luna en un tranvía

vamos a poder llegar.

Los coches no echarán humo

y bien cierto esto será

porque habrá miles de plazas

pa’ poderlos aparcar.

Visto el recorte al Trasvase

y el plan de movilidad,

espero que en la campaña

no acaben por proponeros

un Segura peatonal.

Que el agua necesitamos

es algo tan evidente

que negarla es indecente,

haciendo llegar al mar

detritus con la corriente,

en lugar de depurar.

¡Sardineros!

¡Sardineras!

El Mar Menor una joya,

sin residuos en Portmán,

yacimiento en San Esteban,

ni un grafiti en la ciudad.

Los árboles en su sitio,

que buena sombra nos dan

y ahora con la motosierra

les ha dado por talar

cuantos les pillan a mano.

Y de tanta motosierra

y tanto ‘motoserrano’,

por donde pasan, la hierba

se nos convierte en secano.

Conservado el patrimonio,

segura la Catedral,

que no se caigan más piedras

que nos puedan lastimar;

abiertos nuestros comercios,

terrazas a rebosar;

iluminadas las calles

descartado todo riesgo

para poder transitar.

Decidme, mis sardineros,

si estas cosas no nos suenan

a música electoral.

Nos hacen tantas promesas

que acertar la biología

de cada paternidad

comienza a ser osadía.

Todos prometen igual.

Y luego en las generales

el epitafio final,

que a las puertas del Congreso

se han comido los leones

las ganas de trabajar,

dejando a España en los huesos

y a Murcia sin financiar.

Bien conocida es la historia

de un ministro que pasó

por la Venta del Olivo

y al regresar a Madrid

de nombre se confundió:

leyó ‘Venta del Olvido’

y nunca más se acordó

de todo lo prometido.

Por eso en mi Testamento

lo que quiero reclamar

es que los buenos deseos

comiencen a ser verdad

y que a micrófono abierto

yo se lo pueda contar.

¡Sardineras!

¡Sardineros!

Una cosa nos preocupa,

pues sentimos como hermanos

a todo el pueblo ucraniano.

Desde este balcón os pido

que les hagamos llegar

el afecto más querido,

un aplauso sostenido

y un grito enorme de paz.

Que el Entierro es solidario

es fácil de demostrar.

Este año los juguetes

al Líbano viajarán,

donde estarán los soldados

que sirven en la BRIPAC.

Porque Murcia es generosa

y aunque me debáis quemar,

la flama que nos inflama

purifica tantas cosas

que tenéis ya mi permiso

para poderme abrasar.

Aunque yo no lo quisiera,

pues rápido se ha pasado,

la hora por fin ha llegado.

El tontódromo ya espera

en su sábado más grande

la visita sardinera.

La Gran Vía se impacienta.

Se sacarán los paraguas

que, dispuestos del revés,

atraparán los balones

convertidos en tormenta

de alegría por doquier.

Un dragón tengo en el alma

y Conte lo ha dibujado;

en mi cuello un buen colgante

que un sardinero me ha atado.

Para la oreja un pendiente

que al pulsar se ha iluminado.

Con semejante ingrediente

parezco un intermitente

pero mucho me ha gustado.

Os dejo en mi testamento

herederos para siempre

de esta tierra tan hermosa.

Cuidadla como a una diosa

y queredla eternamente.

Murciana de pura cepa

conservaré en mi memoria

cada instante compartido.

Vuestro afecto y vuestra estima

son motivo del orgullo

que siente Doña Sardina

al morir junto a los suyos.

¡Sardineras!

¡Sardineros!

Que los pitos ya resuenen,

se alcen pañuelos al viento.

Hachoneros, monos rojos,

viudas que tanto convienen,

cabezudos, actuaciones

que en la cabeza intervienen.

Presidente y directiva

de esta gran Agrupación

que veintitrés grupos tiene,

mas un solo corazón.

Autoridades presentes

y a cuantos en esta noche

las gracias os quiero dar,

os nombro mis albaceas.

El Testamento termina,

mas no sin antes gritar:

¡Sardineros!

¡Sardineras!

¡Viva el Entierro de la Sardina!

¡Y viva Murcia!

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Las mejores imágenes del desfile y la lectura del Testamento de la Sardina Francisco Peñaranda