El bullicio de las charangas y los pasacalles y el jolgorio que acompañó a los diferentes desfiles y lecturas de días anteriores -e incluso de esa misma mañana- quedaron en tímidos, aunque efectivos intentos de alcanzar cada rincón de Murcia con el júbilo que caracteriza a la primavera. No por falta de ímpetu o dedicación -nada más lejos de la realidad-, sino en comparación con lo que anoche acontecía en la ciudad: el Gran Desfile del Entierro de la Sardina 2019, el culmen a toda una semana de celebraciones, a las Fiestas de Primavera, y el primer golpe del último asalto que certificaría horas después, con la quema, el triunfo de Don Carnal sobre Doña Cuaresma.

Y es que en esta ocasión, y como es habitual al caer el sol durante el primer sábado después de Semana Santa, los esfuerzos de los Grupos Sardineros, dedicados a impregnar con su espíritu jaranero a todos los vecinos de la capital del Segura, estuvieron secundados y multiplicados por festeros de toda España -grupos de Galicia, Cantabria, País Vasco, Cataluña, Castilla y León y Andalucía desembarcaron en Murcia para la ocasión- y algunos puntos del extranjero, como Francia -con dos compañías destacadas en el tradicional festival de teatro de calle de Niza, entre otros elementos-, y las marching bands venidas desde Tailandia y Rusia que ya llevaban algunos días amenizando las fiestas por el centro histórico.

Porque sí, aunque hoy cueste reconocerlo -o, más bien, duela- Murcia hasta esta madrugada estaba en fiestas. Desde primeras horas de esta mañana, la ciudad retoma su andar cotidiano, pero con las pilas cargadas a base de música, buena comida de la tierra y un saco de ilusión, que en muchos casos -según como de propicios fueran los dioses anoche- se materializó en peluches, abalorios de bazar y pelotas de cuero, el tesoro más preciado. Porque la primavera comenzó ayer en Murcia cuando, caída la noche, el Gran Desfile del Entierro de la Sardina 2019 echó a rodar -con algunos minutos de retraso, como marca, aunque oficiosamente, la tradición- acompañado de una lluvia de regalos que inundó el cielo de la ciudad: más de dos millones de juguetes volaron desde lo más alto de las carrozas de Apolo, Marte, Baco y Eros -entre casi otra veintena de grupos sardineros-, de los cuales 150.000 fueron los tan ansiados balones de fútbol.

Fueron varios miles los murcianos que ya desde primeras horas de la tarde buscaban un hueco entre la Avenida San Juan de la Cruz y la Plaza Díez de Revenga -entre las novedades de este año, el desfile no llegó (oficialmente, y solo oficialmente) hasta Ronda Norte-; otros, más previsores, habían reservado un asiento privilegiado en algunas de las gradas o sillas que se habían dispuesto a lo largo del recorrido, incluidos algunos de nuestros representantes políticos, que decidieron pasar la jornada de reflexión celebrando la primavera. En total, 10.600 localidades que no representaban ni a la mitad de los presentes durante los diferentes tramos. Pues ya se sabe que en el Gran Desfile del Entierro de la Sardina, quien se siente tiene muy difícil lo de conseguir premio.

No obstante, no todo fueron sardineros y hachoneros; para ellos quedaba reservada la cola del pasacalles. Antes, decenas de espectáculos de luz, música y color abrieron camino a los festeros, con permiso de la Policía Local, que fue vitoreada y ovacionada de manera constante a lo largo del desfile. En esta ocasión, hubo menos referencias a la cultura pop: apenas Mickey Mouse y sus amigos -de los más queridos entre los niños en cuanto a los grandes hinchables- hicieron las delicias de los más freaks, aunque no faltaron duendes, árboles e insectos antropomorfos y goblins que parecían sacados del imaginario de El Señor de los Anillos o Juego de tronos y que deleitaron a grandes y pequeños con espectaculares acrobacias. También, entre lo más vistoso de la noche, destacó un barco pirata cyberpunk abonado a la pirotecnia y, claro está, un gran dragón chino escupefuego, que estuvo en parte precedido por otro -varios metros menor y habitual en este desfile- que, a los más rápidos de la clase, les dejaba viajar un rato sobre su lomo.

Por supuesto, había -estos más mayores- quienes preferían a las bailarinas emplumadas, o las actuaciones en directo de Los Happys de Antonio Hidalgo, pero hubo varios 'gigantes' que convencieron a todos: una suerte de escarabajo metálico del que colgaban dos equilibristas, una nave con forma de calamar que aludía al icónico Nautilus de Julio Verne, y un banco de peces que se elevaban varios metros sobre el suelo, imponiéndose en el cielo de Murcia.

Y aunque hubo alguno que no pudo aguantarse hasta emprender la marcha para repartir sus primeros regalos, no fue hasta las diez de la noche cuando, con el himno de España y Manolo Escobar como banda sonora, arrancó Apolo repartiendo los primeros balones. Hércules, Diana y los otros veintidós grupos sardineros les siguieron poniendo a prueba el vallado que había al principio del recorrido y desatando la locura, especialmente, a su paso por Gran Vía y hasta la Circular, donde no cabía un alma más. Con las reservas visiblemente mermadas, las carrozas emprendieron el camino hacia Díez de Revenga donde, según dicen las autoridades, la fiesta terminó. Y eso que, es posible que para muchos de los protagonistas de este desfile, todavía no haya amanecido.