Dobles sentimientos en el ambiente del día de romería: por un lado, por la trágica muerte de Santiago, y por el otro, por la esperanza en los repletos graderíos de la Condomina. Me cuentan que Morante coge inspiración cada tarde según le transmite el humo que brota del puro que se fuma en los momentos previos a la corrida. Ayer por la tarde el puro se quedó en el hotel. Al anovillado burel no pudo desplegarle el capote hasta que no se fue a los medios, sin que calentara su trasteo al alegre público. Con la franela se dobló al inicio y dejó algo de gusto. Después, con esa personalidad suya trazó las líneas de su faena. ¡Vaya pitón derecho el del anovillado! Aunque hubo calidad en algunos derechazos, la mayoría fueron sin bajar la mano, mejor por la izquierda, donde dejó un natural de humo blanco, manteniendo la figura encorvada como es natural en él. Cogió la espada pinchando en lo alto en su primero para cobrar una buena estocada. El respetable pidió con fuerza la oreja que el palco, aunque le costó, finalmente concedió.

Roca Rey demostró por qué está en su mejor momento y la cantidad de público que atrae cada tarde hasta las plazas de toros de todo el mundo. Dos toros a los que exprimió al máximo consiguiendo todos los trofeos posibles

Cuando salió a la arena el segundo ‘novillo’ de Morante, la exclamación se adueñó de los tendidos, haciendo referencia al pelaje del burel, color melocotón. Con el capote nada, pero nada de nada. Un ‘pinchacito’ al toro y después se dedicó a quitarle las moscas y las lagañas al torito y a correr de aquí para allá. Se pueden imaginar cómo estaban los tendidos, una bronca fenomenal. A todo esto, llevaba la espada de verdad, señal de que tenía la intención de abreviar. Fue cuando comenzó un auténtico serial de puñaladas barriobajeras por todos lados, morrillo, espalda, pescuezo, hasta que usó el verduguillo. La bronca tomó unas proporciones de concierto.

El primero de Paco Ureña tenía mejor estampa de toro, de nombre Niñato, con el que el lorquino terminó de espabilar al público con una vibrante faena con el capote. Pelea en varas y exquisito quite por chicuelinas, antes de banderillas. Brindó al cielo. Con la muleta dio comienzo con ayudados por alto a pies juntos, señal de que estábamos ante una faena de altos vuelos y torería. Abriendo el compás, cargando la suerte y adelantando la muleta con los pies quietos, como fijados en la arena, y perdiendo apenas un paso. Llevó la muleta a manos bajas, temple y hondura a cada muletazo, así fueron cayendo las tandas, por la derecha, por el pitón izquierdo, cargadas de verdad. Faena para enmarcar ante un toro de gran clase. Una faena donde no hubo ni un adorno, tan solo un desplante en el epílogo. Ante tal altura de faena, había que matarlo al mismo nivel, se perfiló y dejó un pinchazo trasero antes de hundir la espada al segundo encuentro. Los pañuelos señalaron el premio. Dos orejas ganadas a justicia.

El lorquino Paco Ureña volvió a dar otra lección de su toreo clásico, metiéndose en todo momento en los terrenos del toro en una muestra del toreo de verdad.

Al segundo de su lote, con pinta de toro y más cuajado que alguno de sus hermanos, lo saludó con alegres lances entre los círculos de cal, siendo muy aplaudido. El toro nada tenía que ver con su primero, resultaba bronco e incómodo y a Ureña le costó meterlo en la muleta. Al final y con valor, decisión y entrega se metió en las babas del toro y consiguió someterlo por ambos pitones, sin la hondura del primero, pero con verdad y asentados los pies. El público lo reconoció aplaudiéndole de manera general y pidiéndole la oreja al palco tras pinchazo y estocada...

Murcia no se escapó de la ‘Morantada itinerante’, al que le cayó una lluvia de protestas

Roca Rey tiene un valor que no le cabe en su cuerpo, enfrente un bicho de novillada picada, demasiada desigualdad. El espigado peruano no estuvo demasiado brillante ni en los lances de saludo, ni en el quite por chicuelinas tras la suerte de varas. Pero es un ciclón. Se fue a los tendidos de sol, plantó los pies en la arena, metió la cabeza entre los hombros en señal de desprecio y enjaretó cuatro ayudados que encendieron al respetable. Estuvo un rato intentando pasarse al toro por la espalda y este no aceptó el reto. Siguió a lo suyo, tandas de derechazos, afeadas algunas de ellas por el abuso del pico, de trazo largo e interminables. Mucho mejor en el toreo al natural, bello corriendo con gusto a manos bajas y con quietud. A estas alturas de faena el público ya se caía por las barandillas. Continuó rematando en el centro del ruedo. Estocada hasta los gavilanes, algo trasera. Cuando el público empezaba a ondear los pañuelos, irrumpió en la arena un tonto con una pancarta en contra del toreo. Una vez fuera del redondel volvieron a aflorar los máximos trofeos. Esta vez el palco sí hizo honor a su fama de poco exigente y generoso.

En el que cerró plaza, salió pronto a pararlo con un puñado de vistosas verónicas aderezadas con dos chicuelinas. El castaño y también con cuajo empujó hasta las tablas a caballo y picador, quejándose después en banderillas. Primeros compases genuflexo con la muleta y el público ya con los oles en la garganta. Toro y torero al mismísimo centro del anillo y toreo en redondo. Tres tandas cerradas con un pase de pecho gigantesco. Franela a la mano izquierda con suavidad, temple y barriendo la arena. Distancia y vuelta a los derechazos enroscándose al toro. Una faena rematada y rubricada con una gran estocada en la suerte contraria. Que tuvo premio excesivo, dos orejas y rabo.