A sus ochenta años Vicente Ruiz vuelve a estremecernos con su particular arquero del Abrigo del Mojao. Este personaje, que alguien intentó que pasara al olvido al destruir su obra, está más presente que nunca gracias al pintor lorquino. Se cuela en sus cuadros recreando aquellos ocres ferrosos y floras carbonizadas, ritualizadas por los primeros hombres sobre las neutras paredes de los abrigos, sustituyéndolas por su propio universo cromático: acuosos azules, pétreos amarillos, metálicos violetas, ardientes rojos y arbóreos cremas, salpicados de refulgentes blancos sobre planos sin apenas perspectiva, como relata José Alberto Bernardeau de la Asociación Española de Críticos de Arte sobre el artista.

Nines Mazuecos, Andrés Martínez, Manuel Sánchez y Vicente Ruiz Pilar Wals

Homenaje al Abrigo del Mojao’ es ese arquero que se va colando en cada uno de los cuadros que estos días se pueden ver en las salas del Palacete de Huerto Ruano. Al ataque, al amanecer, solitario, salvaje, al acecho, por las montañas... relatando cómo fue su vida que aparecía plasmada en las paredes del Abrigo del Mojao. Alguien quiso borrarlo a golpe de pedradas a los pocos meses de su descubrimiento a comienzos de los 90, recuerda el director del Museo Arqueológico Municipal, Andrés Martínez Rodríguez. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, porque estos días el arquero del Abrigo del Mojao cobra vida saltando de uno a otro cuadro de Vicente Ruiz mientras el pintor, pensativo, da voz a lo que le ronda por la cabeza. “Qué bueno fue el pintor del Mojao’.

En otro palacio, el de Guevara, la ‘pasión blanca’ cobra vida en manos de los artistas Manuel Herrera y Francisca Muñoz, Muher. El patio de la casa que mandara construir el padre del hidalgo Juan de Guevara está repleto estos días de crisantemos, la flor de la pasión, la del azafrán, rosas, claveles, girasoles lirios, dalias, azucenas, geranios, pensamientos y malvas. Un estallido de tonalidades llevadas al lienzo que pretende ser un ‘particular’ relato de una de las obras ‘cumbre’ del bordado lorquino, el estandarte de la Oración en el Huerto, conocido popularmente como ‘Paño de las flores’.

Se aventura un otoño pleno con una muestra extraordinaria para conmemorar el primer centenario del nacimiento de Manuel Muñoz Barberán

El Coro de Damas de la Virgen de la Amargura, Paso Blanco, ha conseguido una exposición extraordinaria, en la que rojos, blancos rosáceos... parecen querer escapar de sus cuadros y volver a teñir las hebras de seda que punto a punto, con la caricia de las bordadoras, y bajo la dirección de Emilio Felices hicieron posible el ‘Paño de las flores’. Los Muher vuelven a la ciudad y lo hacen en una exposición sorprendente. Las flores que adornan cada una de las salidas procesionales de la Virgen de la Amargura han sido también fuente de inspiración de estos artistas trotamundos.

El colorido homenaje al ‘Paño de las flores’ coincide con la celebración reciente del centenario de esta ‘maravilla del bordado blanco’, título que sirvió para enmarcar un conjunto de doce textos en los que el Paso Blanco hizo una profunda reflexión sobre la obra, en su contexto histórico. Y ‘Universo Muher’ es también una mirada atrás en el tiempo para recordar que el Coro de Damas de la Virgen de la Amargura, con manos blancas, bordó hace ya cien años los fundamentos de nuestra fe, en palabras de su presidenta, María del Carmen Gallego Ramírez.

El que fuera director artístico del Paso Blanco durante la década de los años 70, Manuel Muñoz Barberán, protagonizará este otoño una exposición con motivo de la celebración del primer centenario de su nacimiento. Hace unos meses, en el arranque de los actos conmemorativos, la Capilla del Rosario y el Museo de Bordados del Paso Blanco, Mubbla, acogieron una exposición monográfica. Entre las obras que Muñoz Barberán realizó para la cofradía blanca está el manto del Anticristo, que fue bordado bajo la dirección artística del pintor en 1974.

Se prepara una exposición única con ‘tesoros’ del artista nunca antes mostrados de forma conjunta. Un minucioso recorrido por las casas de los lorquinos ha permitido ‘desempolvar’ visiones de la Lorca de Muñoz Barberán cuando apenas había abandonado su querida calle Cava. Esa desde cuya ventana, al trasluz, le ofrecía una peculiar visión de la hornacina de San Liborio y que recordó alguna vez en sus escritos: “Me gustaría ver la luz entrar en mi dormitorio lleno de rayas y sorprender a través de ellas a San Liborio en su hornacina, acompañado por buenas salamanquesas”.

Úrsula Ruiz posa en San Pedro para el fotógrafo Juan José Quiles Pilar Wals

Ese otoño de exposiciones también brindará una visión diferente de deportistas y monumentos de la ciudad, en una muestra fotográfica que firmará Juan José Quiles, dentro de los Juegos Deportivos del Guadalentín. El lorquino ha recorrido el Palacio de Guevara, la antigua iglesia de San Pedro, el claustro del que fuera convento de La Merced, El Calvario... en compañía de deportistas como la atleta española de lanzamiento de peso, Úrsula Ruiz.

Bajo el título de ‘La mirada del deporte en el marco de Lorca’ se mostrarán una treintena de fotografías con enclaves únicos y posados extraordinarios en el Fondo Cultural Espín. No será la única simbiosis entre deporte y cultura, porque otra exposición, ésta en el Complejo Deportivo Felipe VI, hará una retrospectiva de la historia de los Juegos Olímpicos desde la antigüedad hasta Río 2016.

En el ecuador de su calendario está ‘Atmósferas’ del pintor Albert Sesma, que también se puede visitar estos días de Feria el Fondo Cultural Espín, que ha recuperado la vida de tiempos pasados. El artista hiperrealista es discípulo de Antonio López, con quien trabajó en su estudio durante seis años. En el medio centenar de obras que expone hay pasajes urbanos y rurales, figuras humanas y tauromaquia. Su impronta con los pinceles la pudieron disfrutar muchos lorquinos desde un enclave único, la Glorieta de San Vicente. Allí montó su caballete mientras plasmaba la Fuente de los patos.

Albert Sesma, discípulo de Antonio López, pintando en el Fondo Espín Pilar Wals

El pintor, nacido en París, se ha convertido en un referente dentro de la corriente realista española. Destaca por su pintura precisa y su pincelada fresca y vigorosa, consiguiendo, así, unas atmósferas singulares de indudable belleza. Los que han visto su obra estos días se han encontrado con la sorpresa de ver al pintor en el centro de su exposición mientras hace lo que más le llena, pintar. “Me gusta interactuar con la gente. Saber qué piensan cuando ven mis cuadros, charlar mientras pinto...”, relataba Albert Sesma.

Estas son algunas de las muchas propuestas que la ciudad ofrecerá en materia de exposiciones durante este mes y los que están por llegar. La actividad se ha retomado con fuerza tras el verano y se espera que paulatinamente vaya creciendo. A esta bocanada de aire fresco tras una larga temporada de restricciones se sumarán charlas, conferencias, mesas redondas, de debate… que harán que la ciudad recupere el pulso cultural.