Murcia ya huele el humo de la quema de la sardina. Ayer se presentó, en el Moneo, el cartel y la revista de las próximas fiestas del Entierro de la Sardina, que será del 30 de marzo al 2 de abril. Juan Antonio Fernández Labaña ha sido el artista encargado este año de mostrar su particular visión de la fiesta más murciana, declarada de interés turístico internacional. El cartel, «que hace un guiño a la pintura barroca», según el autor, pone en relieve los distintos personajes y actos que tienen lugar los días del Entierro. Desde el desfile, en el que el público cuenta con un lugar privilegiado y necesario, hasta la quema. Todos los elementos de esta fiesta forman parte de este cartel.

Hachoneros con sus banderas y «voluptuosas mujeres» están en el primer plano de este cartel anunciador, en el que se ven también las banderas de los distintos grupos sardineros. Una imagen que bebe de la infancia del pintor: «Recuerda a esa época en la que no podía ir a ver el Entierro, pero sabía que estaba en las calles por el humo que podía ver desde la azotea», indicó el artista.

El acto acogió por primera vez la presentación de la revista que cada año edita el colectivo. Esta es la 35 edición de la publicación, que incluye entrevistas, reportajes e información de la fiesta. El encargado de presentarla fue Carlos Varcárcel, presidente de la Archicofradía de la Sangre de Murcia, que recordó su paso por la fiesta en el pasado y reconoció que sigue siendo sardinero, porque «esta es una tradición que te acompaña de por vida».

La expectación por lo que está por venir se notaba en las caras de las cientos de personas que abarrotaron el salón de actos. Muchas de ellas acompañaron después a los sardineros y a Doña Sardina a la plaza del Romea, donde tuvo lugar el ya esperado reparto de pasteles de carne.

«¿Para qué es esa fila?», le preguntaba una mujer a un hombre que aguardaba en una larga cola en la plaza del Romea. «Para ir a por 'pastelicos´ de carne». Y es que los sardineros llenaron la plaza de uno de los bocados más murcianos. Miles de pasteles acabaron en el estómago de los que han aguardado pacientemente la larga cola, que empezaba justo frente a la puerta principal del teatro y se alargaba hasta la calle Basabé.

Cientos de personas, en un reguero continuo, pasaron ante las barras situadas por los sardineros, que ofrecieron a todos un pastel de carne de la confitería Espinosa, una caña de Estrella de Levante y una tajada dulce de melón, de Melones El Abuelo.