Ni la fina lluvia que caía en algunos tramos del trayecto evitó que la Romería de la Virgen de la Fuensanta de 2018 fuera una de las más multitudinarias de los últimos años. Desde el inicio de la procesión en la Catedral de Murcia hasta su llegada en el Santuario de Algezares, miles de personas se iban sumando a la caminata con una gran pasión. Según la Policía Local, 800.000 personas participaron en la romería. Es decir, casi un millón de personas se sumaron en algún punto del trayecto para acompañar a la Virgen.

«Parece que este año hay más gente que otros años, aunque es verdad que siempre decimos lo mismo», decía una romera. Sin embargo, casi todos los participantes coinciden en que el ambiente era aún más multitudinario. En el tramo final, la gente se agolpaba a orillas de la carretera en la subida de la Fuensanta junto a los fieles que arropaban a la patrona desde siete horas antes. «Hacía mucho tiempo que no veía tanta gente acompañar a la Fuensanta hasta su casa», declaraba el presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras.

Comenzaron con paso firme, a un ritmo alto por el temor a que de un momento a otro se desatara la tormenta. Una lluvia que no llegó, salvo algún que otro chispeo que, más que incordiar, amenizaba una mañana calurosa. En esos instantes, ante el temor a que el agua arruinara la jornada, los romeros aceleraban el ritmo, pero luego salía el sol y todo volvía a la normalidad.

Especialmente plácido fue el paso por la localidad de Algezares. Y es que la multitud que acogió la llegada de la patrona en el pueblo antes de la subida final fue verdaderamente extraordinaria. Desde la llegada por la Avenida del Progreso se avistaba una muchedumbre que esperaba ansiosa en las estrechas calles de la localidad. Cuando pasaron por el pueblo, la patrona recibía una lluvia de pétalos desde cada balcón. Llamaba poderosamente la atención la cantidad de flores que le enviaban en ese punto de la romería, tanto que la Virgen acabó totalmente cubierta de pétalos de rosa.

Eran miles de seguidores los que esperaban en el centro del pueblo el paso de la romería, al tiempo que una decena de integrantes de la banda de música amenizaban el trayecto. Trompetas, platillos y tambores atronaban en los kilómetros finales de la romería, unos metros por delante de la estampa de la Virgen.

Poco antes de las dos de la tarde, la carretera comenzó a empinarse. Era uno de los momentos más especiales para los romeros, que habían caminado durante horas para llegar a esa cuesta mítica, la Subida de la Fuensanta. A orillas de la carretera se ubicaban los puestos de comida, bebida o complementos, y, entre otras, las carpas de los 'scouts'.

Serpenteando por la Subida de la Fuensanta hasta el Santuario, nadie quería perderse el momento cumbre, cuando la Virgen zigzagueaba en las últimas rampas hasta la iglesia, desde los romeros que habían partido a las 7 de la mañana en la Catedral hasta los que esperaron en el Santuario a ver la llegada de la patrona. Sonaban los cánticos, más potentes si cabe ante la acumulación de gente, antes de que la Morenica regresaba a su sitio particular y entrara por la puerta del Santuario que lleva su nombre.