­María Artiñano de la Cierva encara su tercer año como camarera de la Fuensanta con ilusión ya que «es una ocasión especial», tras el estreno del nuevo manto que lució el domingo la Patrona de Murcia.

La camarera de la Virgen confiesa que vivió los días previos «con ilusión y emoción, a la vez que con muchos nervios», ya que hasta el mismo sábado, cuando fue la vestida de la Virgen, no le habían probado su nuevo traje. Pero este año no es especial para Artiñano solo por la llegada de este nuevo manto al ajuar de la Patrona, sino también por la tradición familiar que envuelve a su cargo como camarera de la Virgen. Y es que, este 2018 se cumplen 100 años desde que el Cabildo de la Catedral decidió nombrar a su bisabuela, que también se llamaba María, como ella, camarera de la Morenica. «Fue la sustituta de la Marquesa de Aledo, que era la anterior camarera», recuerda. Desde entonces, su bisabuela fue camarera de la Virgen hasta el año 1963, cuando tomó el relevó su madre, Pilar de la Cierva. Tras fallecer ésta, «el Cabildo tuvo a bien seguir la tradición familiar y me concedió el honor de ser quien vista a la Virgen», subraya.

Un honor que lleva aparejado una gran responsabilidad. «No hay palabras para describir el privilegio que supone», y asegura que «tenía muy asimilado el trabajo porque desde pequeña veía a mi bisabuela vestirla, junto a sus ayudantes, pero ahora recae la responsabilidad en mí», sonríe.

Un tercer motivo hace este año especial para María Artiñano. Y es que ese nuevo manto de la Virgen, el ‘Manto por la paz’, en cuya elaboración han podido participar miles de fieles a través de una iniciativa llevada a cabo por la Corte de Damas de Honor de la Virgen, con la colaboración del Ayuntamiento de Murcia, ha sido diseñado por su marido, el arquitecto Fernando Garrido. «Cuando se lo propusieron, no tenía pensado cómo sería ese manto, pero ha estudiado y pensado mucho, y estoy segura de que la Virgen le ha guiado de la mano para realizar el diseño que se puede ver ya en el nuevo manto», en el que ha plasmado «lo que es para él la paz».

Para ella, realizar esta labor «es un trabajo maravilloso, importantísimo, que te sale del alma» y en el que «nada queda a la improvisación». Uno de los momentos que más conmueven a la camarera llega cuando va a empezar a vestir la imagen. «Antes de comenzar rezamos una oración todas las personas que nos encargamos de esta tarea. Luego, cuando terminamos, volvemos a rezar una Salve en agradecimiento a la patrona, por haber permitido que lo hiciéramos», señala. Para vestirla invierte, aproximadamente, media hora.

Son muchas las veces que la Morenica cambia su vestuario a lo largo del año. «Por ejemplo, cuando bajó el pasado 30 de agosto hasta la Catedral la cambié para la Novena, el sábado le puse el nuevo manto para la fiesta de su Onomástica y el lunes la volvimos a cambiar para ir de viaje y subir al Santuario», explica. Mañana, tras este ‘viaje’, volverá a cambiarla para lucir otro conjunto durante su estancia en el Santuario. Además, cambia el vestuario en función del momento del año litúrgico, de modo que en Cuaresma se viste de morado y, tras el Domingo de Resurrección, la Morenica luce de blanco.

Pero las labores de Artiñano no se reducen a vestir a la imagen. Durante todo el año, debe encargarse de limpiar, planchar y cuidar el ajuar, que cuenta con 28 mantos, además de otros tantos vestidos, un extenso repertorio de jovería y varias coronas. «Hay mucho trabajo para hacer», reconoce, aunque no está sola en esta responsabilidad. Cuenta con tres ayudantes más, todas mujeres.

«Pongo mis cinco sentidos en que la Virgen vaya bien arreglada», asegura. Y es que la camarera es una mujer exigente y minuciosa en su trabajo. «Me gusta que salga impecable, y detrás de eso hay mucho trabajo que no se ve», explica.

Devoción entre los jóvenes

La camarera se muestra emocionada ante la gran cantidad de fieles que siguen a la Patrona cada año en su Romería al Santuario.

«Me encanta la alegría de la gente joven y cómo hacen promesas también y acuden descalzos, con velas y acompañando a la Virgen», reconoce. «Le tienen verdadera devoción», apunta, al tiempo que asegura que «los que estamos nos vamos haciendo mayores, y necesitamos que las nuevas generaciones empujen y sigan con esta tradición tan maravillosa de Murcia».

En cuanto al transcurso de la Romería, María Artiñano confiesa que el momento que más le emociona del cortejo es cuando la Morenica se aproxima a su Santuario. «Verla llegar a su casa, con todo el mundo aplaudiendo, es emocionante», concluye.