El grupo está formado solo por cuatro matrimonios, ocho personas en total, pero trabajan como si fueran ochenta. Sobre ellos recae toda la responsabilidad de la fiesta de hoy que llevan varios meses preparando con el fin de no dejar ningún cabo suelto y agradar lo máximo posible, no solo a los vecinos de La Hoya sino también a todos y cada uno de los visitantes desde que la comitiva sale por la mañana desde la iglesia parroquial hasta que esta noche se apague la última luz del santuario del monte. Se trata de los mayordomos y mayordomas de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús que, además de cumplir cada semana con las tareas que tienen encomendados en dicha parroquia, han de cuidar y mantener la ermita de la Salud durante todo el año y organizar y difundir, especialmente, la fiesta de la romería que se celebra cada dos de febrero.

Son, en suma, el motor de la romería en esta jornada, que si no fuera por ellos sería muy difícil su celebración. Es una tradición que ha ido pasando de generación en generación, de abuelos a padres e hijos y que, pese al tiempo transcurrido desde sus comienzos hace décadas, aún perdura con la esperanza de que se mantenga durante mucho más tiempo.

De la romería de este año, lo mismo que en 2017, se encargan de organizarla los matrimonios formados por José Antonio González Benítez, Antonia Cánovas Sánchez, Juan Manuel Leal Mateos y Rosa María Poveda Abellaneda, junto a las dos parejas que se han incorporado recientemente, que son las formadas por Antonio Ruiz Sánchez, María Encarnación Giner Rubio, Miguel Rosell Pérez-Chuecos y María Huertas Montiel Ubeda. Estas dos últimas parejas serán las veteranas en 2019, fecha en la que para ellos aún seguirá en vigor el compromiso. Un compromiso con la iglesia católica que se adquiere cada seis de enero, festividad de los Reyes Magos, fecha elegida para realizar los nuevos nombramientos, siendo testigo de ello los feligreses que ese día acuden a misa bajo la dirección en todo momento del párroco. Cada seis de enero se renueva la mitad de la mayordomía, es decir, dos parejas dejan esa responsabilidad después de dos años de servicio a la parroquia mientras que otras dos se incorporan dispuestas a cumplir ese tiempo durante los dos años siguientes.

Los mayordomos y mayordomas que este año han dejado de serlo, una vez cumplido el tiempo fijado para ello, según los estatutos de la asociación, son los matrimonios formados por Julián Casanova Vera, Fina Mulero Moya, José Luis García López y Antonia Martínez Martínez.

El acto solemne del pasado 6 de enero sirvió para despedir y agradecer los servicios prestados durante los dos últimos años a estas dos parejas actuando como principal testigo el párroco Kenneth Chukwuka. En dicho acto se procedió, asimismo, a la firma en el libro de registro de la mayordomía en el que queda constancia del nombre de quienes forman parte de ella. Hubo palabras de agradecimiento por parte de los salientes en presencia también de la alcaldesa pedánea Conchi Martínez Poveda y representantes de otros colectivos. Quienes dejaban su responsabilidad como tal dieron cumplida cuenta de la labor desarrollada a lo largo de los dos últimos años. El encuentro tuvo lugar en la parroquia coincidiendo con la misa del medio día. Aprovecharon la ocasión para agradecer públicamente la labor desinteresada que les han prestado durante ese tiempo numerosos colaboradores, sin la cual hubiera sido más difícil realizar su tarea.

A lo largo de la jornada de hoy, tanto los mayordomos que finalizaron su labor el pasado 6 de enero, como los que continúan y los que se han incorporado de nuevo, trabajan durante todo el día unidos para hacer más agradable la estancia a vecinos y visitantes. Por la noche, al filo de la despedida, ofrecerán chocolate caliente y bizcochos a todas aquellas personas que hayan aguantado hasta esa hora en la ermita. Lo harán aprovechando el momento de la subasta de la gran tortada de 8 pisos y como colofón a la fiesta.

La labor que desarrollan estas personas durante todo el año es encomiable. Con motivo de la romería han visitado uno a uno los establecimientos comerciales de La Hoya y alrededores solicitando su colaboración para la fiesta con un resultado muy satisfactorio, que agradecen de todo corazón.

Hoy se podrá visitar también la primitiva ermita de La Salud

María Jesús García, propietaria de la primitiva ermita de La Salud, situada dentro de una finca privada, ofrecerá como cada año a los romeros la posibilidad de visitar la imagen que tantos recuerdos trae a los vecinos de La Hoya, porque ha sido la que la mayoría de ellos ha conocido hasta que se construyó el nuevo santuario a principios de este siglo.

A lo largo del siglo XX y durante varias décadas, la romería de La Salud, se circunscribía a la fiesta que los mayordomos organizaban en dicha ermita ubicada en un espacio natural estratégico rodeado de pinos y diversa vegetación al pie de la sierra de Tercia y no muy lejano a los lugares conocidos como las fuentes del Sol y La Luna, que sobre todo los más jóvenes visitaban como complemento a la fiesta. Primero se celebraba la misa y a continuación, lo mismo que ahora, comenzaban los cantos de pascua en el interior del templo y los bailes de pujas en el exterior, ´formando corro´ entre espectadores y cuadrilla que no paraba de tocar sus jotas, parrandas y malagueñas. Muy cerca de allí se instalaba un pequeño bar en el que se servían refrescos y bocadillos a los romeros que acudían por libre al encuentro, mientras los puestos de venta de juguetes y piolas ocupaban el resto de la parcela.

Durante el tiempo que estuvieron al frente de la finca el doctor José María García Periago y su esposa María Luisa, a los vecinos de La Hoya no les faltaba de nada cada vez que llegaba el 2 de febrero. El doctor, como uno más, comía, reía y se divertía con ellos, haciéndoles partícipes de su vitalidad y de sus sentimientos en una jornada tan señalada e importante para la pedanía.

Cuando se decidió construir el nuevo santuario en las afueras de la finca, la hija del matrimonio, María Jesús García, tuvo la acertada idea de seguir permitiendo la entrada a la ermita a cuantas personas quisieran ese día tan señalado acudir para ver de cerca la imagen de la patrona. La dueña de la finca pone ese día todo su esmero y empeño para que los romeros se sientan como en su casa y se acerquen con devoción a contemplar durante unos minutos a su Vírgen, gesto que los vecinos sabrán agradecer siempre.