Micción incontrolada

El pasado 15 de noviembre, subo desde Murcia, para asistir a una misa-funeral, de un gran amigo desaparecido. Por vez primera en mi vida, y no por culpa mía…, llego a casa mucho antes de la hora convenida, y para hacer tiempo, me tomo una cerveza con panchitos. Pero, mira por donde, merced a sus efectos, en el momento más intempestivo, (cuando estaban alzandado a Dios) me llegan las apreturas, tal vez porque la próstata ya empieza a asomar la oreja, y disimulando lo que pude, menos mal que estaba sentado en el último banco, sigilosamente, salí del recinto a estampida. En un principio, pensé desahogarme, como se ha hecho toda la vida de Dios, en el porche, pero como son tantas las escaleras (concretamente 18) y muy empinadas, que puedes saltarte los sesos y morir en el empeño, de inmediato desistí. Así las cosas, me encaminé veloz (todo lo que se puede correr a la pata coja, por las dichosos peldaños del demonio, de tranco descomunal, que discurren hacia mi casa).

Pero nada más llegar a la altura de la morada, que fue del ‘Querido’, ya no pude aguantar más, y allí mismo que estampé mi firma, con rúbrica y todo ¡Lo siento mucho!

Precisamente en el muro protector, que separa esta vía urbana de la casa parroquial, que ya es casualidad o chiripa. Por eso digo, y aquí está la sugerencia, que ya que el excusado oficial, instalado camino del Camarín, cae muy lejos e impone muchísimo respeto, ir de aquí para allá y a la vista de todo el mundo, en plena ceremonia, y enseñando tus verguenzas ¿por qué no se instala uno portátil?, como en las ferias, en las proximidades de la fachada de mediodía, para casos de verdadera emergencia, como el presente. Sobre todo, teniendo en cuenta, que la población local, en su mayoría, es hoy muy provecta, afortunadamente, y cuestiones perentorias, como la referida, están a la orden del día. Y, además, ¡qué leñe!, que no deja de ser un servicio público. Y si no prosperase esta idea, por fas o por nefas, como comentara aquél, en ocasión memorable: «¡si dije no dije…!»

Beber limón, cosa santa

El pasado 4 de julio, mientras aguardaba en la sala de espera, del Hospital de Molina (centro concertado de la Seguridad Social) para que le hiciesen a mi mujer una Ecocardiografía-Doppler transtorácica y para matar el tiempo, hojeé, muy por encima, la revista ‘Salud 21, de la Región de Murcia’, en la que, por cierto, me topé con un Suplemento Especial, dedicado al limón, nuestro fruto por excelencia, que me llamó mucho la atención. Y en cuya redacción intervienen dos grandes especialistas, y de muy acreditada fama, Francisco Seva Rivadulla (periodista agroalimentario y director de la Campaña para la Promoción y Divulgación de los Cítricos de España) y J. Alfonso Celestino, viejo amigo y antiguo colaborador de la La Opinión -en cuyo medio inició sus primeras armas-, de cuyo contenido, para abreviar, me quedo con una sola frase de la nutricionista, Rebeca Pastor: «El limón es un fruto muy importante por sus propiedades antioxidantes y ayuda a mejorar el sistema inmune de la persona que lo consume gracias a la vitamina C, a los flavonoides, a otros antioxidantes y al potasio». En definitiva, dándole la razón a nuestro gurú particular, en el tema, Victoriano Gómez Gómez, (‘Victoriano de Carletes’), que ensalzó desde antaño sus virtudes, hasta la extenuación, dejando la vida en el empeño.

Más maña que fuerza

El pasado 9 de febrero, viernes, me dispongo a remitir a mi arrendatario de La Alquibla, Jesús Ferrer Bermejo, el Especial de las Fiestas de Ricote, correspondiente al año 2018, de 36 páginas. Tal como le tenía prometido, desde la Oficina Central de Correos de Murcia, sito en la Plaza Circular (la Rotonda) y esta fue la secuencia. Me acerco, nada más entrar a la izquierda, al receptáculo pertinente, con el menú de opciones ajustado al caso, con el siguiente texto: «Seleccione el servicio adecuado: Enviar, recoger, envío y recogida de dinero, pago de recibos y otros servicios». Me decido por la primera recomendación, enviar, y marco fuerte, con el dedo índice de mi mano derecha, y luego con el del centro, o corazón, y hasta con el pulgar, dejando en el cristal marcada indeleblemente mi huella dactilar; pero que si quieres arroz Catalina. Ninguna de las operaciones activadas resultó válida, hasta el punto que tuve que recurrir a una funcionaria para que me sacase del atolladero. Y cual es mi sorpresa, cuando ésta, muy sutilmente, marca ligeramente, con su dedo índice en la pantalla, apenas sin rozarla, y sale por la ranura de abajo, el anhelado ‘papelico’, en el que puede leerse: «Enviar, E110. Espere a que aparezca su turno en pantalla» ¡Me quedé de piedra! ¡Nunca con menos fuerza se pudo hacer tanto! Y, tras larga espera, como remate, antes de pasar por ventanilla (la 6 concretamente) envío dicho contenido, en un sobre especial, al expresado destinatario, con todos sus datos personales, con pelos y señales, incluido el distrito postal, el 30600, para que no me la devuelvan, con alguna pega, o con la consabida cantinela de que no han podido dar con él.

Como le pasó aquél, según cuenta Luis Carandell, en su libro ‘Tus amigos no te olvidan’, cursada a un difunto, en cuyo dorso puso el cartero: «Murió sin dejar señas…». Y cobrándome por la remesa, nada menos, que dos euros con 25 céntimos, (equivalente 450 de las antiguas pesetas) cuyo justificante conservo, por si acaso. Para que luego diga, la hermana de uno, que yo me sé, «que hago con esta actividad un pingüe negocio, porque si no, no se explica…» ¡Lo ingrata que es la vida!

Favores funestos y ‘mea culpa’

Desde que me reconozco, liberado de mi familia, y con sueldo profesional a mi costa, siempre he leído, sin fallar un solo día, dos periódicos de línea editorial opuesta; para contrastar opiniones y hacerme mi propia composición de lugar. En Bilbao, desde 1960, comprando cada mañana, el Correo Español el Pueblo Vasco y la Gaceta del Norte, y desde 1972, en Murcia, La Verdad y Línea y, más tarde, y hasta ahora, La Opinión. Y de una forma recurrente, indefectiblemente, con ‘sorpresas’ un día sí y el otro también, como es natural. Y si no a las pruebas me remito... El pasado 21 de mayo, en la página dos, ‘La cita del día’, del diario La Opinión, leo la siguiente frase, atribuida a Benjamín Franklin, estadista estadounidense (1706- 1790) que dice: «Presta dinero a tu enemigo y lo ganarás a él; préstalo a tu amigo y lo perderás», que me afecta muy de cerca; tanto que parece haberse escrito exclusivamente para mí, por mi estrecha relación con mi ínclito amigo RPA. Y por si faltaba algo, el mismo día, en La Verdad, en la página de sucesos, leo en negrillas el siguiente sumario: «Tres ladrones asaltan una casa de La Tercia y golpean y abusan sexualmente de su dueña». «Los delincuentes huyeron en el coche de la hermana de la víctima, que les sorprendió ‘in fraganti’ dentro de la casa» y «La Guardia Civil analiza el automóvil, que dejaron cerca del pueblo, en busca de pistas sobre los autores del robo». «Hechos acaecidos, precisamente, en la pedanía de Murcia referida, y lugar de autos, donde mora habitualmente el amigo citado, descrito muy subrepticiamente o entre siglas, y al que he correspondido de forma tan desagradecida. Por eso digo, que tal cúmulo de casualidades, me ponen los pelos de punta, metafóricamente hablando, si mi alopecia galopante me lo permitiese. Pero, en cualquier caso, haciendo evidente la realidad de tal aserto. Y con tales tintes de verosimilitud que su ‘lección’ me espanta, ya que el ingrato, como diría Lope de Vega, y para remarcar la cuestión: «escribe el bien en el agua y el mal en la piedra…». Pero así son las cosas y así las hemos contado; que diría aquel…

Ruidos extraños

A veces, sin uno pretenderlo, protagoniza las escenas más surrealistas. Como me ocurrió aquel día, que debí ingerir cocido, o alguna otra comida propicia para las flatulencias, y en mi largo paseo para ‘aliviarme’ no hacía más que pegarme pedorretas. De poca intensidad, si se quiere, pero lo suficientemente sonoras, como para que fuesen observadas por el resto de los viandantes, que no salían de su asombro. Así me tiré una larga caminata, pero no fue tiempo bastante para descargar todo el material que tenía acumulado y casi a punto de reventar. Hasta que llegó un momento, ya muy cerca de casa, que advertí claramente que el trueno gordo estaba a punto de estallar. Y, efectivamente, nada más entrar en el ascensor, disparé a conciencia, llenando de fétidos efluvios el receptáculo. Pero con tan mala suerte, que en lugar de subir directamente al 6º piso, donde vivo, (al estar sincronizado) algún vecino se me adelantó, bajando súbitamente al sótano del garaje y dándole la tufá al usuario que lo esperaba. Con las consecuencias correspondientes, ya que, aparte de dejarle patidifuso por el fuerte hedor, no hacía más que soltar venablos por su boca, de grueso calibre, para definir mi feo comportamiento. Menos mal que uno es hombre de recursos y muy ágil de reflejos y tenía a mano una excusa perfecta para justificar mi feo comportamiento. Al apreciar que algún otro vecino, al tirar la basura, se había dejado restos ostensibles de su desidia, que podrían ser el origen de tales olores. De ahí que, en lugar de achantarme o venirme abajo, me sumé a su repertorio de improperios, poniendo de vuelta y media, de marrano para arriba, al que había dejado huellas tan evidentes de inmundicia. Y es más, hasta di parte al administrador y al Jefe de escalera, para que llamara a capítulo a tanto desaprensivo, quedando como un señor. Ahora, de todo cuanto acabo de decirles, pacientes lectores, chitón, por favor; ¡silencio sepulcral!. Para que mi nombre quede a buen recaudo y mi prestigio intacto. ¡¡¡No les encargo ná!!!

Fin de ‘Pasapalabra’

Según información difundida por Europa Press, y que leo en La Opinión, el día 2 de octubre de 2019, el Supremo obliga a Telecinco a dejar de emitir ‘Pasapalabra’. El alto tribunal avala el fallo de la Audiencia Provincial de Madrid y prohíbe a Mediaset reanudar en el futuro cualquier explotación del programa. Cuyos derechos regente la cadena británica IPTV Global Entertainment y que en su formato original recibía el nombre de ‘The Alphabet Game’. Dejando a sus actuales concursantes, Rafa Castaño y Orestes Barbero, con la palabra en la boca, con un millón y pico de euros por repartir. Y a todos los incondicionales de este espacio, entre los cuales me cuento, sin uno de los mayores alicientes del día, en qué entretenerse, y a todo placer. A ver qué hago yo ahora, de 8 a 9 de la noche, sin su grata compañía. Y, por si fuera poco, a todos los damnificados, que somos millones, para más inri, lejos de seguir las peripecias, de los colegas, de Fran o de Jero (dos de los últimos participantes y más brillantes) nos han castigado con un martirio chino. Nada menos que aguantar una hora más a Jorge Javier Vázquez y sus mariachis, en ‘Sálvame’ (una auténtica jaula de grillos y a cual de ellos más esperpéntico) con el epígrafe añadido, para mayor sarcasmo, del titulado ‘banana’; para que nos sigan dando a todos por saco… A punto estoy, de seguir así las cosas, de pedir una fuerte indemnización a la cadena por el enorme daño moral causado; ¡causas peores se han visto! ¿Por qué no constituimos una plataforma reivindicativa para su recuperación inmediata?. Si así lo piensas, cuenta conmigo para lo que haga falta. A partir de las 10 de la noche siempre estoy en casa, y todos los domingos, sin fallo alguno, de 4 a 5 de la tarde, en el restaurante ‘El Sordo’. Ya lo saben; están invitados a café…, servido admirablemente por José Manuel, hermano del patrón.

Postdata: Por lo que se ve, nuestra petición no ha sido echada en saco roto, ya que a partir del día 19 de octubre, viernes, Mediaset y la compañía que capitanea Paolo Vasile, pone en antena un nuevo programa, rotulado ‘El Tirón’. Parecido al anterior y presentado igualmente por Christian Gálvez. Aunque, eso sí, incluido en el espacio de ‘Jorgeja’, como apéndice, y que, aunque sea de refilón, tanto le contamina. En cualquier caso, desde aquí, muchas gracias a la alta instancia que corresponda… por acceder a nuestras súplicas.

Doctora de pacotilla

Un sábado cualquiera del pasado año, fui a comprar el pan en mi establecimiento habitual de Ricote. Y con el fin de que la dueña se cobrase, de la mucha calderilla que llevaba encima, le dejé sobre el mostrador todo lo que tenía suelto, y va y me dice: «¡Anda! ¡Menudas manos las tuyas! ¡He visto uñas de muerto con mejor pinta que éstas!». Pero no contenta con esta afirmación tan fúnebre, me apremia para que me ponga los brazos en alto, y me baje la sangre, antes de que pueda darme un telele. Insinuándome que mi mujer, con todas sus peplas encima, puede que sea la enferma oficial de la familia, pero que el ‘gordo’ (la muerte) le puede tocar a cualquiera, aunque juegues un simple décimo ¡Joder con el símil!. Y dándome a entender claramente, con ejemplos de aquí y de allá, que para estas cuestiones de las enfermedades, suele tener mucho ojo y rara vez falla.

Y ya en el uso de la palabra, que domina como un primor, y para reafirmar su postura, agrega: «Mira si adivinaré los males del prójimo, que el otro día vino por la tienda el que me suministra el pan (Guillamón para más señas) quejándose de que le dolía un poco el estómago, con un runrún que no se le quitaba de encima, y le dije: «Pues ten mucho cuidado que eso suele ser síntoma de que te de un infarto». Así a las claras, para qué andarse con eufemismos. Y efectivamente, al día siguiente, en lugar de aparecer el patrón, vino uno de sus empleados y le extrañó tanto, que le preguntó: «¿Es que le ha pasado algo al jefe, que vienes tú en su lugar!» Y no se lo van a creer, pero estas fueron sus palabras: «Sí, empezó a sentirse mal, y poco a poco peor, dándole un pipiritaje tan fuerte que por poco la espicha y, por lo que le ha dicho el médico luego, parece ser que era un principio de infarto». Y me lo contaba tan pancha, dando saltos de alegría, y ufanándose tanto de sus predicciones, que ella misma se califica como la doctora Ochoa de pacotilla. Total, y aquí viene la moraleja, que ante estos vaticinios tan certeros, y sin que uno sea hipocondríaco, ni muchísimo menos, me ha metido tales cenizos en el cuerpo, que desde entonces no pego ojo. Y de momento, por si acaso, nada de enseñarle las manos; le pago lo justo. ¡Y punto!

El teléfono y la siesta

El pasado mes de febrero y con el fin de atender un viejo compromiso (que para estas cuestiones soy muy especial) intento ponerme en contacto telefónico con mi migo Octavio. Para entregarle en mano ‘el pin’ diseñado por la Opinión, concretamente un imán conmemorativo para pegar en la nevera, referente a la celebración del XXX aniversario de los Suplementos Extraordinarios de las Fiestas de San Sebastián de Ricote, editados por dicho diario, el día 20 de enero de cada año. Ya que al estar en pleno invierno, y siguiendo su sana costumbre, no comparece en su bar habitual, ‘El Mesón Murciano’, de la Plaza de las Flores, donde me lo encuentro casi siempre, hasta que haga buen tiempo, pasando la mayor parte del día durmiendo. Bueno, pues una tarde, después de comer, y con tal objetivo, lo llamo repetidamente a sus dos teléfonos móviles, al suyo y al de su mujer, una y otra vez, y en ninguno de ellos se pone al aparato, dando señales de vida. Ante esta circunstancia y obsesionado por el tema, como si fuese un asunto de vida o muerte, me persono en su vivienda particular de la calle Vinader y le toco el timbre, repetidamente, pero tampoco da la cara. «¡Qué cosa más rara!».me digo. Así la cuestión y ya que estaba allí, aprovechando que un vecino que salía deja la puerta del portal abierta, subo a pie, escalericas arriba, hasta el piso 1º B, donde vive, repitiendo la misma operación, (pero muy moderadamente, para no alertar al resto de moradores del inmueble) pero tampoco responde. Y en vista de lo cual, cariacontecido, por haberme roto el plan de la tarde, vuelvo a mi domicilio apenado, y con la misma humillación que si hubiese perdido una batalla campal. Pero, mira por donde, al anochecer, conecta conmigo para decirme que ha encontrado una llamada perdida mía en su móvil y que qué quería. Y ante mis exabruptos iniciales por su conducta irregular, y sin más dilación, me pregunta que a qué hora aproximada de la tarde le llamé y esta fue la conversación que sostuvimos ambos al respecto: «Hombre, ahora no lo sé con exactitud, pero podrián ser sobre las cinco o las cinco y media» «¡Tócate los huevos!, a esa hora precisamente estaba yo durmiendo como un tronco ¿cómo te voy a oír?» «Pero tampoco es para que desconectes de este mundo, así como así, para yacer un rato. Al menos, podrías dejar el auricular en la mesilla de noche, por si ocurriese un caso de verdadera urgencia, eso nunca se sabe». «Sí, claro, para que me retumbe como un bombazo en los sesos y me joda la siesta, de eso nada. Como me ocurrió el otro día, que me llamó un fulano, desde la Cuchimpampa, para decirme si quería cambiarme de compañía teléfonica y aún me estoy cagando en sus muertos…; calla, calla». Y como esta conversación tan peregrina, podría extenderse hasta el infinito, ad eternum, le cuelgo el aparato y allá películas. La próxima vez que le llame ya sonará cuando Dios quiera…, y sino que le entregue el dichoso pin su padre o la ¡madre que lo parió…!