Día Aciago y una llave para cerrarlo

El pasado 17 de abril, de 2015, paso toda la mañana en febril tarea, de aquí para allá, en el Hospital Virgen de la Arrixaca, acompañando a mi mujer, aquejada de una diabetes muy delicada, arrastrada desde largo tiempo. Para hacerle una radiografía de la mandíbula y, posteriormente, con la misma en mano, asistir a la consulta de la médico especialista, en cirugía maxilofacial, para una posible intervención quirúrgica, como consecuencia de un fármaco contraindicado, veneno puro, que le ha hecho la boca cisco. Y, que tal vez, suponga de la necesidad de un injerto o de la implantación de una placa de titanio, según su alcance. El caso es, que por una razón u otra, se nos hicieron casi las tres de la tarde, y dado lo avanzado de la hora, decidimos ir a comer fuera. Y nada mejor para ello, que hacerlo en el bar-restaurante ‘Casa Morata ‘en la pedanía de Los Dolores (Murcia), que regenta nuestro buen amigo, Francisco Javier Muñoz Muñoz ‘Javi’, que siempre nos recibe con los abrazos abiertos. Aunque, desde hace días, con una pierna menos, como consecuencia de la misma enfermedad. Y en el que nos zampamos un delicioso plato, de arroz con marisco, inimitable. Pero, con tal contrariedad, que a la salida del establecimiento, mi esposa, que no puedes dejarla sola ni un instante, dio un mal paso y a resultas del cual se torció un tobillo, ocasionándole un dolor fortísimo, del que se lamentaba amargamente. Así las cosas, nos encaminamos de nuevo a la Arrixaca (de oca a oca y tiro porque me toca), en la que, tras el ceremonial acostumbrado y larga espera, le detectaron una quebrancia. La fractura del 5º metatarsiano del pie izquierdo, con las extorsiones consabidas: (inmovilización durante 4-5 semanas, inyección subcutánea de Hibor 3500UI, una vez al día, para evitar la formación de trombos, silla de ruedas o muletas y, lo más grave, el intercambio drástico de papeles, en las tareas de la casa, para evitar que el barco se vaya a pique…) Terminado todo el proceso hospitalario, y después de pagar el aparcamiento (que nos costó un pico) se nos acumularon de pronto dos nuevas adversidades: que apenas le quedaba gasolina al coche y que me meaba, a toda máquina, que no veas… (y aquí empieza el contrapunto festivo). Para poner remedio a ambas urgencias me dirijo a la gasolinera más próxima (CAMPSA ESTACIONES DE SERVICIO, S.A. A/S El Palmar I/N Avenida 1 de mayo, 95, 30120 El Palmar-Murcia), pero que si quieres arroz Catalina … Ya con las espitas a punto de reventar, y casi haciendo aguas, observo que la puerta del water estaba cerrada a cal y canto, impidiéndome su acceso. Apelo al personal del servicio, pidiendo árnica, que con la mayor de las cautelas y miles de advertencias, (y sin quitarme ojo de encima), me facilitan una llave muy ‘historiada’ . Amarrada a una cadena kilométrica y que pesaba un quintal, que parte de un soporte de madera de gran tamaño, que no cabía en el salpicadero. Y que, para mi, hasta llevaba alarma incorporada… Satisfechas ambas necesidades líquidas, tan perentorias; la evacuación del orín acumulado y el repostaje de carburante, que nos parecía imposible, parto corriendo a toda vela, hacía el hogar, dulce hogar, hasta que el tiempo escampe… En fin, demostrándose una vez más, a tenor de los hechos, que por negro que sea el panorama, Dios aprieta pero no ahoga…. O, como diría, el poeta y ensayista libanés, Khalil Gibran (1883-1931): «Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre brilla entre las nubes».

Simpática salutación

Como cada fin de semana, que pasamos en Ricote, con todos los deberes hechos y las pilas debidamente cargadas, retorno de nuevo a la capital, para seguir nuestra habitual rutina diaria. Pero siempre se producen situaciones muy chocantes, típicas del lugar, y que al ser el pueblo tan empinado y con cuestas por doquier, le otorgan, en su lenguaje, un carácter muy singular. Como pude comprobar el otro día, bajando por la calle de José Antonio (que aún se llama así, para mi gusto) a la altura de donde vivía ‘Domingo el Pintado’, y me encuentro con dos vecinos (un matrimonio encantador, procedente de la Farmacia, e integrado por Teresa Moreno Turpín ‘la Teresica del Olayo’ y su marido, Jesús Miñano Guillamón ‘el Moreno’) y sin más, les digo, a modo de salutación «¡Ya nos vamos para abajo!» y ambos dos, que diría Hermida, como tocados por un resorte, me contestan al alimón: «¡Y nosotros para arriba!» Y esta contestación tan común, nos pareció tan ocurrente y divertida al tripartito (y perdonen por alusión tan directa a la comidilla política, pero es lo que se lleva) que nos sonreímos muy levemente al principio, y al final, concluimos en una ruidosa carcajada. Y no nos dimos un fuerte abrazo, para que ‘Paquico de Cesáreo’, que estaba sentado en su portal, no nos tomara por locos. Y es que, a veces, las situaciones más corrientes y sencillas, cuando están cargadas de ternura, y existe una mutua simpatía por medio, se tornan de tal modo, que la emoción y el lirismo, la poesía en definitiva, hace que se mueva a sus anchas. Como, afortunadamente, así fue ¡Bonita estampa para el recuerdo!

Confidencias a pie de calle

El pasear es muy bueno, pero el descansar mucho más. En eso andaba, precisamente, después de una larga caminata, sentado en uno de los muchos bancos, que hay en los Jardines del Salitre, de Murcia. Cuando, en ese preciso instante, se me acerca un señor mayor, y me dice: «¿Le molesto, si me siento?» .«No, ni mucho menos, todo lo contrario; siéntese, siéntese, por favor». No sin antes advertirle, naturalmente, si no le molestaba el humo del puro que me iba fumando. Y, a partir e aquí, tirando del hilo verbal, uno y otro, muy relajadamente, nos fuimos contando nuestras vidas, coincidiendo en la mayoría de los gustos y casi hasta en las enfermedades. Resultó ser un gran aficionado a la colombicultura, como yo, contándonos ‘batallitas’ de nuestros palomos preferidos. Él, del ‘Repaso’ y yo de mi ‘Rey del Aire’ o ‘el Caballito’, poniéndolos por las nubes, de sus proezas y hazañas. Padecía de diabetes, como mi mujer, refiriéndome al detalle la operación de la vista que le hizo en Barcelona el doctor Barraquer, como sus dosis de insulina al día de la fecha. Y yo, de las peripecias sufridas por mi consorte, incluido un derrame cerebral, y casi la amputación del dedo gordo del pie derecho, de no ser a la feliz mediación del enfermero especializado, ‘Roberto’, que presta sus servicios en Aljucer, que pongo en los altares. Y, ya para terminar, descubriéndonos hasta la edad, aduciendo, según sus palabras, tal vez por la pinta, «que él era mucho más mayor que yo»y luego resultó, que él tenía solo 78 y yo ya cumplidos los 81; lo que me alegró mucho, para qué negarlo. Eramos ambos del barrio de San Antón y andariegos impenitentes. Él, panadero, cuyo negocio han heredado sus hijos, y yo ‘panero’ hasta las trancas. Apellidado Pina, como mi vecino de enfrente, que también se llama Alberto, como este que suscribe. En fin, para que seguir. Como despedida, le dije: «Lo siento mucho, pero me tengo que ir, que son ya casi las 8 y quiero ver ‘Pasapalabra’. «Anda la leche!; igual que yo». Y sin más miramientos, nos fuimos corriendo a toda mecha, tirando cada uno por un lado.

Confesión ajetreada

Cuéntase que un viejo parroquiano nuestro, muy remilgado y exigente él, y ferviente admirador del protocolo más estricto, aprovechando que un día bajaba a Murcia, decide confesarse. Y para ocasión tan especial, y liberar sus pecados, elige como lugar de culto la Iglesia aristocrática de San Bartolomé. Según su parecer, porque allí, cuando él era cadete, se realizaban los actos más solemnes del Movimiento (que no ha llovido desde entonces, ni están los tiempos ahora para cantar el ‘Cara al Sol’). Se dirige al confesionario, cabizbajo y pensativo, haciendo acto de contrición previa y propósito de enmienda (para que no le faltase tiempo) y tras arrodillarse, muy ceremoniosamente, ante la garita, dice: «Ave María Purísima»Y alguien desde dentro, le contesta: «Sin Pecado Concebida». Pero, en ese preciso momento, mira hacia arriba, y se percata de que hay dentro un señor, vestido de paisano, pero sin ningún signo externo u ornamento sagrado, que lo identifique como tal. Ni estola, ni cleirman, ni roquete, ni alba. Y, lo que es más importante para él, sin la estola morada, que es el símbolo por excelencia de la Penitencia. No en vano, se dice para sí, «estamos ante un Sacramento, que es una cosa muy seria»...y ya empieza a ponerse nervioso. Ante esta circunstancia tan extraña, le echa valor, y le dice: «¿Pero oiga, es usted sacerdote?» Y aquél le responde, muy persuasivo: «Si hijo, sí»Pero no le valió de mucho su contestación, cuando de nuevo volvió a la carga, razonándole: «¿Y cómo lo sé yo, cuando no lleva encima ninguna prenda sacerdotal que le singularice?; ¡hasta podrá ser usted un impostor!» Y ya metido en su papel de inquisidor, le agrega, muy convincente: «Yo puedo pensar que es usted el portero, el que limpia la Iglesia y, si me apuras, ¡hasta un señor de Murcia!» (Le dio por ahí, viniéndole a las mientes la obra cumbre de Miguel Mihura). Total, y para acabar, y viendo que no le gustaba su pinta ni un pelo, se puso de pie bruscamente, tomó pindingue y se fue corriendo hacia la calle, tal como había venido.

Aunque peor fue lo que le pasó a una parroquiana nuestra, que yo me sé (CMV), aunque omitimos la persona y el lugar de autos, que nada más arrodillarse en el confesionario, y a las primeras de cambio, el varón que había dentro, que se parecía a Tarzán, tras una palabras de tanteo, con la cortinilla quitada, le propuso abiertamente relaciones sexuales. Y tal soponcio se cogió la interfecta, que salió pitando como una exhalación, refugiándose en las proximidades del Cine Coy. En plena Gran Vía, donde entonces paraba ‘La Catalana’, echando por su boca sapos y culebras.

Aunque, para estos asuntos de bragueta, tampoco hay que asustarse tanto, ni echarse las manos a la cabeza, que, aquí mismo en la localidad, en el primer tercio del siglo XX, ya hubo dos casos muy sonados que fueron la comidilla de todo el pueblo y que por discreción callamos. Y si tiramos del hilo, hacia atrás, la cuenta empieza y no acaba. Ahora que me acuerde, sin ir más lejos, también dos lances tuvieron como escenario nuestra Villa, allá por el siglo XVII (contados precisamente, desde estas mismas páginas, por Ricardo Montes Bernárdez; concretamente el día 20 de enero de año 2006, página 9, o si lo prefieren en la página 113 del libro ‘Ricote, un paraíso al pie de los Almeces’)

Uno, protagonizado por un religioso, llamado Francisco Pan y Agua (que con esos nombres no me extraña), conocido por Carlos de Sosa, que se fugó del convento y vino a parar a Ricote, donde se casó con una tal María Maronza, siendo condenado en 1662 a galeras durante cuatro terribles años; aunque peor hubiera sido que le capasen. Y el otro, ni más ni menos, que el cura párroco de la localidad, llamado Atilano Ortiz de Rivera, al que se le juzgó en 1644 por ‘Solicitatio ad turpia’, es decir, por pedir favores de carácter sexual a las jóvenes del municipio (que tonto no era) que acudían a confesarse.

Teléfono indescifrable

Estaba yo pensando en mis cosas y con la cabeza totalmente perdía, propio de la edad, (no se olvide lo que decía Philip Toth, de que «la vejez no es una enfermedad, es una masacre»), cuando caí en la cuenta de que tenía pendiente una llamada telefónica. Concretamente con nuestro querido paisano y amigo, José Miguel Rojo Martínez, para matizar algunos aspectos, sobre un interesante artículo remitido recientemente, relativo a los 40 años de democracia en Ricote, para su publicación en el diario La Opinión. Pero, cual es mi sorpresa, cuando compruebo que el primer número de los dígitos, me resulta del todo indescifrable. Ante mis dudas opté por el cero, recibiendo sobre el particular este lacónico mensaje: «Información gratuita de Orange. El teléfono marcado no existe. Por favor, compruébelo y marque de nuevo». Así las cosas y como persistía mi interés, conecté de inmediato con su tía ‘Mariví’, pero estaba fuera de servicio, dejándole no obstante el recado siguiente: «Querida amiga: no me vas a creer, pero no logro identificar el primer número del teléfono de tu sobrino, que parece borrado por la cagada de una mosca…y me resulta imposible dar con él, respóndeme cuando puedas. ¡Muchas gracias!».

Bueno, pues esta expresión tan corriente y coloquial (lo de la cagada de una mosca) le hizo tanta gracia a mi mujer , que andaba por allí cerca haciendo bolillos, que empezó a reirse a carcajada limpia, a mandíbula batiente, que por poco le da un espasmo. Pero no contenta con ello, no sólo lo celebra, cada dos por tres, para su íntima satisfacción personal, sino que encima se lo refiere a todo el que viene a casa, y de la forma más machacona, que no hay manera de pararla. Encanándose de nuevo, y de modo tan ruidoso y compulsivo, que no sé ya qué camino tomar. Y a todo esto, se dirán ustedes, sin dar con el dichoso teléfono que tanto le intrigaba. Pero dándole vueltas al caletre (que se puede ser viejo pero no gilipollas) y sabedor de las relaciones de nuestro politólogo local con la hija del practicante de Ojós, llamé a nuestro común amigo Gregorio, poniéndole en antecedentes del caso, resolviéndome la papeleta en un periquete ¡Ah!, se me olvidaba decirles, que la expresada anécdota, ocurrió hace más de una semana, y desde entonces a acá no ha dejado de reirse ¡Y lo que te rondaré morena!

El que espera, desespera

Un día del pasado año quedé con Ángeles Avilés Miñano ‘la Ángeles del Cojo’ en su casa de Ricote, sita en el ‘callejón del Meroles’, frente al Estanco (que antiguamente fue la morada, de Carmen López Moreno, ‘La Portillica’, mi novia de siempre y hoy mi santa esposa y el amor de mi vida). En la que se gestó la copla, precisamente, cuando empecé a pretenderla, que decía: «Trini Portillo, Trini Portillo, ¡ qué mal camino has tomado, un callejón sin salida, ¡ay qué poco te ha costado!» y qué me sentaba como un tiro… Como iba diciendo, para que me facilitara alguna foto de antaño, para ilustrar el libro ‘Ricote, un paraíso al pie de los Almeces’ Y, sobre todo, una muy especial, de Silverio, uno de los de los mejores jugadores del Club Atlético Montañés y de mayor ‘trallazo’ de la historia (junto con Andresín el Sacristán o Andrés Montalbán) y que más tarde sería Guardia Civil, hijo de Agustina, que vivía en la calle de San Sebastián, en la actual casa de la María de Pacorro, rotulada con el número 17. Y que fue novio de María Luisa Sánchez Saorín, hija de la Lucrecia, y una de las mujeres más guapas de Ricote, de todos los tiempos, para no dejarnos nada en el tintero. Pero, mira por donde, cuando más enfrascados estábamos en ello, reclama su presencia en la esquina, su buena amiga, María Jesús Saorín Ibernón (la zagalona de Jesús de Federo y mujer del añorado Jesús el Boni). Pero se les fue tanto la hebra, a las dos, dándole a la sin hueso, que allá que estaba yo, con más paciencia que el santo Job, esperando a que terminara la cháchara, para proseguir con el anhelado empeño que me ocupaba. Y que no era otro, como queda dicho, que hacer acopio de abundantes fotografías, en papel sepia, para ilustrar en las debidas condiciones tipográficas, el libro señalado ut supra, como así ha sido. Interregno que me dio tiempo para leerme el periódico entero del día, que llevaba entre manos, y hasta de fumarme un par de puros, que portaba en la cartuchera, como hace habitualmente ‘el Patito’, con su labia acostumbrada. Menos mal, que en la demora, larga por demás, me ensimismé de tal modo, que me vinieron a la mente mil imágenes retrospectivas, de mis viejos tiempos de novio, vividas con tal intensidad en la estancia, incluidos los clásicos ‘apagones’ de la época (gracias sean dadas a ‘Jesús el barbero’ y a su padre, el maestro ‘Antonio el de la Luz…’ que, víctima de melifluos recuerdos, caí envuelto en un dulce sopor, durmiéndome a pierna suelta. Cuando desperté, a las tantas, y reclamé su presencia, para que me atendiera, y aún seguían de palique, como única excusa, recibí la siguiente contestación: «Ay, perdona chico, pero no sabía que estabas aún ahí; ¡Se nos ha ido el santo al Cielo!».

Por eso digo y remato que, como la «jodienda» no tiene enmienda, y antes de que al Papa Francisco le de un telele, que está que trina con estas cuestiones, (porque el abuso reiterado a menores ya clama al cielo) y por si este tema pudiese estar ligado al celibato, ¡joder¡ ,que se casen, como hemos tenido que hacer los demás; y así sabrán lo que es bueno …¡He dicho!