Se cumplen hoy 40 años. Entonces, el 6 de diciembre de 1978, cerca de 450.000 murcianos acudían a las urnas. En las papeletas sólo dos opciones, sí o no, que marcarían el futuro de España y el despegar de nuestra democracia. La mayoría, nueve de cada diez, respaldó la Constitución Española.

Fueron los primeros pasos de un camino que nació entre la ilusión, la esperanza y la confianza de que, si trabajábamos juntos, lograríamos poner fin a una etapa marcada por la división, el enfrentamiento y el revanchismo. Fue el fin de los bandos y el origen de un modelo de convivencia basado en la libertad, la democracia y la unidad, el mejor legado de nuestros padres y abuelos.

Por eso, lo primero que hoy debemos hacer es, antes de mirar al futuro, volver la vista atrás y valorar, con sus aciertos y sus errores, el éxito que supuso la aprobación de nuestra Carta Magna bajo el respaldo y el amparo de la separación de poderes, del respeto entre españoles y la capacidad de elegir democráticamente a quienes consideraran que debían gestionar sus instituciones.

Y, de esta forma, nuestra Constitución cumple su cuarenta aniversario, pero con la amenaza de quienes quieren dinamitar el consenso. No podemos olvidar el salvaje terrorismo que trató de reventar nuestro Estado de Derecho dejando atrás más de 850 muertos y otros tantos heridos o amenazados.

También lo sufrimos ahora con quienes quieren imponer su radical visión ante la voluntad mayoritaria de bienestar y progreso. Los que llaman a la revolución y tratan de decidir, por la fuerza, cuál es nuestro marco de convivencia. Frente a eso, tenemos la concordia.

Construir el futuro de España es tarea de todos, desde el diálogo, el respeto y la tolerancia. Es asumir que vivimos en un Estado que se articula en comunidades autónomas en las que habitan ciudadanos con idénticos derechos y obligaciones.

Creo en la igualdad como base sobre la que debe sustentarse la Constitución. Igualdad de derechos y de oportunidades entre todos los españoles. No podemos seguir diferenciando por razón de género o por el sencillo hecho de vivir en un determinado lugar de nuestro país. Y cuando hablo de igualdad, lo hago desde el convencimiento de que si a un murciano se le dan las mismas oportunidades que a otro ciudadano español, es capaz de conseguir los mismos o mejores resultados, fruto de nuestro esfuerzo y dedicación.

Si creemos en la igualdad de la que nos dota la Constitución Española, creemos en que todas las Autonomías deben contar la misma financiación. Creemos también en la gestión adecuada de los recursos comunes, de un agua que nos une a través de trasvases y que sirve para que todos juntos actuemos contra la desertización.

Creemos que no se puede mirar el sexo de hombres y mujeres para determinar si tienen acceso a un servicio o a otro, ni que su salario pueda estar determinado por ello. Tampoco nos puede privar nadie de las infraestructuras necesarias, las herramientas que nos ayuden a crecer y desarrollarnos en base al potencial que nuestra Región atesora.

Los valores que puso en marcha la Constitución en 1978 siguen plenamente vigentes y en ellos nos apoyamos para frenar las conductas que pretenden romper la convivencia. Y si para ello es necesario que el Estado recupere competencias que transfirió a las autonomías, no debemos dudar en hacerlo. He defendido firme y rotundamente que la Educación es el principal instrumento para el progreso de nuestra sociedad. Una Educación que defienda los valores que hace cuarenta años pusieron en marcha la Democracia: una sociedad que avance en convivencia y libertad.

Medidas concretas, propuestas que nazcan desde el consenso y la valoración de todos. Impulsos para mejorar la vida de las personas, y no de las instituciones o los partidos, y que garanticen progresos para el futuro de España.

En definitiva, hechos y no palabras. Con optimismo, con decisión y valentía, seamos capaces de aportar aún más a quienes día a día construyen, con ilusión y esfuerzo, el presente y el futuro de España y de la Región de Murcia.