Al igual que ocurre con el Día Mundial de la Educación Ambiental, el Día Mundial del Reciclaje es una de esas fechas que busca sensibilizar a las personas sobre la delgada línea que existe entre el desarrollo humano y la conservación del planeta. Durante muchos años se vio al medio ambiente como una fuente inagotable de recursos, pero hoy en día se reconoce la relación directa entre el entorno y el ser humano, por lo que si este no toma conciencia de sus actos, puede acarrear graves consecuencias para todos los habitantes del planeta.

La educación ambiental viene a crear conciencia sobre la importancia de cuidar el medio ambiente, de proteger la flora y la fauna de sus localidades y sumarse a las iniciativas mundiales. Pero también busca hacer presión a los gobiernos para que creen políticas que resguarden los entornos naturales y den soluciones a las problemáticas medioambientales de su país. El reciclaje se ha convertido en el eje sobre el que gira, no solo el movimiento ecologista, sino el cuidado por el medio ambiente en general. 

Hacer que las personas tomen conciencia y se sensibilicen con respecto a los problemas medioambientales de su entorno, para que puedan buscar, proteger y ofrecer soluciones a los mismos, es uno de los principales objetivos del Día Mundial del Reciclaje, fecha en la que podemos hacer entender a los más pequeños la importancia del medio ambiente para todos, así como el delicado equilibrio que existe entre el ser humano y naturaleza.

Desarrollar las habilidades necesarias para buscar soluciones a los problemas ecológicos de su entorno inmediato ya no es solo una tarea de los centros educativos, sino también de los hogares, desde donde es aconsejable comenzar a inculcar estos valores tan necesarios para la sostenibilidad del planeta. La introducción al reciclaje es uno de los primero hábitos que han de ser inculcados desde una edad muy temprana, tanto desde la escuela como en casa. El reciclaje es la forma más fácil de que los niños entiendan que todo producto puede ser reutilizado, tener una segunda vida, y así prevenir la contaminación.

Los niños deben comprender el funcionamiento de la tierra, el ecosistema, las plantas y los animales. Para ello, la mejor manera de que se les quede «grabado» es observándolo. Sólo comprendiendo la naturaleza se tomará conciencia de la importancia de cuidarla y respetarla. Así, la experiencia visual puede ser muy útil para que el niño entienda cada uno de los procesos; por ejemplo, ver cómo crece una planta o un árbol desde la semilla.

Resulta también fundamental fomentar la conversación acerca de la naturaleza y la sostenibilidad. Hablar y debatir sobre los diferentes aspectos de la ecología es otro de los buenos hábitos que ayudarán a fomentar la educación ambiental en los más pequeños.

En contacto con la naturaleza

Además de ver el desarrollo de la naturaleza, es aconsejable ofrecer a los más pequeños de la casa experiencias ecológicas. Existen muchas actividades para realizar en casa y observar el funcionamiento de la naturaleza. Plantar un huerto o una maceta y animar al niño a regarla y mantenerla cada día puede ser una buena idea para fomentar esas experiencias ecológicas.

Sin duda, salir al campo y conocer el mundo rural puede ser una de las mejores experiencias que se le pueden brindar a un niño. Descubrir de dónde vienen las cosas y cómo es el día a día de la naturaleza para que vaya tomando conciencia de su importancia.