«¡Ay, qué ganas de verlo!», espetaba María Dolores, una vecina de Molina de Segura. Las mañanas de los sábados son siempre atareadas en el municipio, propias de un día de mercado, pero el Paseo Rosales lucía ayer un aspecto aún más inquieto, expectante. Decenas de vecinos, entre familias y curiosos, se aglomeraban en los extremos de la calle, mientras aguardaban la llegada del presidente en funciones, Mariano Rajoy. Como la familia de María Dolores, con abuela, hijas y nietos presentes: «Aprovechamos el 'mercao' para verlo porque estamos muy ilusionados». Otros como María se escapaban unos minutos del trabajo para inmortalizar el momento -«Tengo mucha curiosidad», decía- y otros, jubilados como Francisco Ródenas, tenían claro que le iban a estrechar la mano.

Si Mariano Rajoy inauguraba su campaña electoral del 26J visitando el pasado viernes las alicantinas ciudades de Torrevieja y Santa Pola, donde el PP no gobierna las alcaldías pese a vencer en los comicios; en el segundo día de ruta, la caravana del líder popular se dirigió hacia Molina de Segura, donde sus concejales populares son mayoría pero tampoco gobiernan. Aunque el motivo sobre el papel de la parada en Molina se debió a un niño de siete años: 'Pablito'.

'Pablito' es Pablo Gomariz García, un molinense célebre por sus canciones en el programa Pequeños gigantes de Telecinco y que el pasado miércoles preguntó a Rajoy en 26J Quiero Gobernar si pensaba quitarse la barba o dejarse coleta como Pablo Iglesias, antes de inquirirle por los retrasos de la llegada del AVE a Murcia. Fruto de esa cita, en la que el pequeño imitaba a Rajoy, el partido había preparado un reencuentro en una cafetería de Molina.

Cerca de las once de la mañana, aparecía Rajoy. Lo hacía desde el otro lado del Paseo, por la plaza Región Murciana, lejos del cruce con la calle Santa Teresa, donde se habían reunido miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), así como otro grupo que clamaba por la política de los jóvenes. «¿Qué soluciones da el Gobierno regional para evitar la fuga de cerebros? Ninguna», protestaban. No llegaron a coincidir, porque la Policía bloqueó el acceso y la comitiva de Rajoy nunca marchó hacia esa zona.

Caminaba Rajoy acompañado del presidente de la Comunidad, Pedro Antonio Sánchez, y del cabeza de lista del PP al Congreso, Teodoro García. Y entre besos, saludos e incluso firmas de autógrafos, y también entre el numeroso tropel de cámaras, el líder nacional conseguía saludar a 'Pablito', quien, junto con sus padres, esperaba algo tenso ante la cantidad de gente. Ya juntos, ambos se encaminaron hacia la terraza de la cafetería Nelson bromeando sobre el precio de las chuches.

Manolo Izquierdo, dueño del café Nelson desde hace 31 años, tomaba nota a sus ayer ilustres comensales. Nunca en sus 31 años había servido «en casa» a un presidente del Gobierno. «Cuando desde el PP me dijeron el viernes que venía, no me lo creía», confesaba el camarero. Rajoy pedía un zumo de naranja natural y un botellín de agua, mientras Pablito eligió un zumo de piña. A su lado, se colocaban Pedro Antonio y su esposa; Teodoro; la concejala molinense Adoración Molina; los padres del niño y el vicesecretario de Organización del PP, Fernando Martínez-Maíllo, quien revelaba después que uno de los temas de conversación en la mesa fue el problema del paro de los jóvenes, una cuestión que lanzó el propio 'Pablito'.

Rodeándolos, agolpándolos casi, se situaban los vecinos de Molina. Y, liderados improvisadamente por un vecino jubilado, Manolo Avilés, atronaron con sus vítores: «Presidente, presidente», fue el cántico más repetido. Pero también se escucharon varios «¡a por ellos el lunes, Mariano!», haciendo alusión al debate televisivo que mañana celebrarán los cuatro principales candidatos.

Casi media hora después, los comensales se levantaban, con los políticos rumbo a Murcia. Pero resultó tarea ardua para Rajoy, que a duras penas daba un paso entre el gentío. Continuamente rodeado, se acumulaban las peticiones al político gallego: señoras que no pedían fotografías, sino selfis; jóvenes que le deseaban suerte, otros que buscaban abrazarlo. Incluso desde los balcones llegaron los piropos, como retuiteaba después Rajoy. También se oyó algún reproche, como una joven que recriminaba que no se acercara a los manifestantes. Al final, ya con retraso, Rajoy se despedía entre aplausos y subía al coche que le transportó hasta el auditorio Víctor Villegas.