He de decirles en primer lugar que, para escribir estas páginas que ustedes están leyendo, nos reunimos un equipo formado por cuatro personas: un periodista, un técnico de sonido, un fotógrafo y yo mismo que nos desplazamos a la sede de un partido, o son los políticos los que vienen hasta nuestro periódico para llevar a cabo la conversación que dará lugar a una entrevista y a un perfil. Pero, en esta ocasión, el político, Óscar Urralburu, nos invitó a su casa. Es esta una vieja costumbre ya en desuso, porque yo mismo he estado en otras casas de políticos, pero hacía mucho tiempo que no nos invitaba nadie, ni a mí, ni a ningún otro plumilla del mundo mundial. Buenas están las cosas para eso. Así que allí aparecimos y no les describo la casa porque estaría feo. Solo les diré que había flores frescas en un jarrón, y que eso es una cosa que da muy buena impresión -en mi casa también suele haber -. En un sillón se sentaba Urralburu.

Charlando, en su cuarto de estar, nos enteramos de que este señor, que es el líder de Podemos en la Región de Murcia, y que pretende repetir otros cuatro años como diputado en la Asamblea Regional, nació, como su propio apellido indica, en Navarra, en el seno de una familia sencilla, pero que pudo darle los estudios correspondientes al joven Óscar, al que incluso mandaron a hacer Bellas Artes a la Facultad de Cuenca, que era, en aquellos momentos y quizás continúe, la modernidad más absoluta en lo que a la Artes Plásticas se refiere. O sea, que aquel muchacho ya iba de moderno y progre. Pero, sucedió, así es la vida, oiga, que conoció a una murciana, se hicieron novios, y, como pasa siempre, ella no se fue a Pamplona, sino que él acabó viniéndose a vivir a Murcia. Estábamos en 1995.

Como había acabado la carrera, se presentó a las oposiciones de Instituto, para profesor de Dibujo, y las sacó. Poco después se casó y tuvo dos hijos, un chico y una chica -aunque este político tiene pinta de joven, no es ningún crío, que su hijo ha cumplido ya 22 años -. Y, una vez acabada la cuestión formativa y con un sueldo para comer, comenzó a desarrollar otra parte de su personalidad que siempre había estado ahí, la preocupación por lo social desde una perspectiva de izquierdas. Pero no militó en un partido, sino que se dedicó al sindicalismo. Por supuesto en el STERM, que es donde estaba la flor y la nata del rojerío sindicalista, pero, oiga, un rojerío de una coherencia personal de mucho cuidado que consiguió un montón de logros y avances en la sociedad en la que se movía. Algún prohombre o promujer me ha contado a mí lo que era Urralburu negociando en plan sindical. Por lo visto, educado y correcto, pero duro como el pedernal.

Por fin, Podemos llamó a su puerta. Quiero decir que encontró en ese partido lo que no había visto en otros, y se apuntó. En las pasadas elecciones, encabezó las listas a la Asamblea, consiguió entrar con cinco compañeros más, y su grupo ha sido un motor de la oposición durante toda la legislatura. De cualquier cosa se le podrá acusar a Óscar Urralburu, pero no de falta de trabajo. Cada vez que lo he escuchado en el Parlamento ha dado muestras de saber de lo que hablaba, lo que no se crean ustedes que es tan corriente.

Actualmente, divorciado y con su pareja, vive en Murcia y viaja a Pamplona un par de veces al año a ver a la familia. Sigue teniendo algo de acento del norte, pero ya es uno de aquí, al que le gusta el zarangollo, sale a correr o monta en bicicleta por la mota del río, y se va a bañarse a Calblanque, o a La Azohía.

Y se conoce la problemática real de esta Región. Jolines que si la conoce.

(Le gustan las series y ve Juego de Tronos. No había visto el último capítulo y estuve a punto de hacerle un spoiler diciéndole quién mata a quién al final, pero me faltó valor).