El profundo y justificado descrédito de estas organizaciones en España hace que sea fácil pedir la supresión total de ayudas públicas. Veamos: hay que impedir su actual dependencia de los recursos del Estado en el que se incrustan, profesionalizándose y alejándose de sus afiliados y de la sociedad (´cartelización´). Pero, ¿es una alternativa que se financien a través de bancos, empresas y donantes privados? Sería convertirlas en instrumentos de los grandes intereses económicos. Y, ¿cómo competirán los grandes partidos y los pequeños en igualdad si sólo se financian con los recursos asimétricos de sus afiliados? Lo primero es acabar con la delincuencia política, es decir, con partidos que se financian corrupta e ilegalmente, como el PP desde su creación, o los sindicatos y patronales con los ERES o la formación. Lo segundo es pedir completa transparencia y control estricto de todas las organizaciones que reciben dinero público. Después, garantizar con recursos públicos limitados y controlados la competencia en igualdad. El resto es demagogia dextropopulista.